En nombre del Señor
Mikel G. Gurpegui
Lunes, 27 de septiembre 2021, 09:45
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Mikel G. Gurpegui
Lunes, 27 de septiembre 2021, 09:45
Basta con una historia llamativa y una actriz entregada para que una película sea recomendable? En ese caso, 'Los ojos de Tammy Faye' lo es.
La historia real de «los Ken y Barbie del televangelismo» es como para que se te queden las pestañas tan ... abiertas como a Tammy Faye. Como ya contó en el año 2000 el documental también titulado 'The Eyes of Tammy Faye', el matrimonio formado por Jim Bakker y Tammy Faye triunfó en los años 70 y primeros 80, la edad dorada de los telepredicadores en Estados Unidos. Llevaron la palabra de Dios a millones de personas, levantaron el mayor canal televisivo católico, con los donativos recibidos también un parque temático y operaciones inmobiliarias. Subieron a lo más alto, antes de caer entre acusaciones de falsificaciones y engaños, trampas de otros telepredicadores y una crisis de pareja alimentada por infidelidades y drogas.
'Los ojos de Tammy Faye' cuenta también con una entregadísima Jessica Chastain, impulsora del proyecto desde años y que da una de esas interpretaciones con olor a Oscar. Cargada de prótesis y maquillaje, se echa la película a la espalda y consigue sacar adelante un personaje increíble sin caer en la parodia. Algo complicado, dado que Tammy era extraña, con su maquillaje kitch, su voz de Betty Boop, su fe exagerada, su sinceridad dentro de cierta enajenación. Parecía más un personaje de aquella televisión ñoña que una persona.
Lo que pasa es que el esfuerzo de la Chastain está rodeado por un guion y una realización (de Michael Showalter, 'La gran enfermedad del amor') que no se aleja del esquema habitual de las historias de ascenso y caída, que no acaba de encontrar su tono y que vuelve la historia tan distante como la interpretación de Andrew Garfield.
Queda cierta sensación de ocasión perdida (y las ganas de recuperar el documental) ante esta curiosa pero convencional película, a ratos algo irritante, como la marioneta Susie. Pero por momentos potente, como el 'Glory, glory, hallelujah' final.
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