Dirección Genki Kawamura
Guion Kentaro Hirase, Genki Kawamura.
Intérpretes Masaki Suda, Mieko Harada, Masami Nagasawa.
Fotografía Keisuke Imamura.
Música Shohei Amimori.
Nacionalidad Japón.
Duración 104 minutos.
Alguien tendría que analizar la fijación del cine japonés por los fuegos artificiales, que asoman por muchas de sus producciones. Ciertamente, se trata de un elemento bello, muy cinematográfico y que encaja con la delicadeza de cierto tipo de cine nipón. A estas alturas, aunque ... parezca increíble, en 'A Hundred Flowers' ('Cien flores') logran volver a emocionarnos con pirotecnias en el firmamento. La mujer protagonista pide repetidamente a su hijo y su nuera ver «fuegos artificiales a medias», expresión que ellos no comprenden hasta muy avanzada la película y que aún adquirirá un conmovedor significado añadido más.
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En su primer largometraje como realizador, el productor de películas de animación y escritor Genki Kawamura se descuelga con una obra tierna y suavemente sentimental al estilo japonés. Una película como una flor, delicada y linda; si quieren también como una flor en el sentido de que a determinado público o en ciertos momentos puede parecer algo simple, hasta ñoña.
'Hyakka / A Hundred Flowers' aborda un tema varias veces tratado en el cine, el Alzheimer. Lo sufre Yuriko, una madre amante de las flores y de tocar el piano. La mente se le irá haciendo nudos y huecos, algo que contó Kawamura en una novela y que ahora sabe trasladar a imágenes con sensibilidad y gusto. Yuriko subiendo unas escaleras… que siempre llegan al rellano del segundo piso. Yuriko tocando perfectamente el piano... hasta que las notas se emborronan y la música se hace disonante.
Fluye la película con su propia lógica, entre sus saltos en el tiempo, sus vívidos recuerdos, su conflicto entre madre e hijo, su haiku de sentimientos. Cierto es que en su parte central resulta un tanto confusa y no se explica del todo la historia personal que acompaña al deterioro de Yuriko, qué le pasó con su marido, por qué durante un tiempo ella abandonó a su hijo. Pero esta joyita es tan serena, evocadora y sanadora que algunos le perdonamos todo. Incluso esa idea forzada, pero tan bonita, del ladrón que roba albumes de fotos y cajas de recuerdos.
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