Para 'The New Yorker' esta película que se pasea por los festivales mientras la gente abuchea, dependiendo de sus afinidades electivas, a unos u otros miembros del equipo técnico-artístico pues hay mucho amor, odio, traición y sexo entre ellas, ellos y los demás, es ... una cegadora mezcla de coloraturas típicas de caramelos como los Skittles, bombas de azúcar, jarabe, aceite de palma, acidulantes, ácido cítrico, ácido málico; dextrina, maltodextrina, aromas, almidón modificado, citrato trisódico más colorantes, y el plateado fabuloso de los coches que conducen los habitantes varones de ese mundo feliz donde pasan cosas que los más frikis ya paladeamos en otras cien distopías fíl. Los coches son Corvette, obra maestra deportiva de la ingeniería de Chevrolet.
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Dirección: Olivia Wilde.
Guion: Katie Silberman, Carey y Shane Van Dyke.
Intérpretes: Florence Pugh, Harry Styles, Olivia Wilde, Gemma Chan
Fotografía: M. Libatique.
Música: John Powell.
Duración: 122 min.
Según su productora, Warner, se trata de un «thriller psicológico, audaz, retorcido y visualmente deslumbrante». Cierto nadie dudaría que su paleta de colores, diseñada por el director de fotografía de '¡Madre!', habría hecho las delicias de Sirk, el Almodóvar de antes, Haynes y el Seeger de las casitas de plexiglás. Por lo demás, poco nuevo bajo ese sol de (in)justicia. Entretiene (o no). Pero tú querías más, ¿verdad, Olivia, verdad hermana?
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