Este filmazo, producido en complicidad con otros 16 animales de cine por Christine Vachon la impulsora de títulos como 'Boys don´t Cry', empieza fuerte, advirtiendo que la reverberación, reflejo y destellos de las imágenes pueden resultar perjudiciales para espectadores aquejados de hipersensibilidad fotolumínica. Es un ... buen comienzo. Y de ahí, hacia la cumbre, al éxtasis. Con repechos magníficos como cuando alguien dice que quizás la única manera de (no) definir a la banda de Lou, Cale, Morrison, Maureen Tucker y, a veces, ella, Nico, sería intentar imaginarse qué hubiera pasado (o qué pasó) si Wagner y el Rhythm and Blues hubiesen coexistido (¿lo hicieron?).
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Ascensión a la cumbre del placer proto-punk neoyorkino (también han contado así a la Velvet) con momentos de pura lujuria como cuando descubres que 'Heroine' suena, gracias al trabajo indescriptible de una docena de documentalistas con rango de héroes, tal como la tocaron en 1972 en el Bataclánde París. O cuando recuerdas que Nico aparece en 'La Dolce Vita'. O cuando sientes la pasión absoluta por Lou y los/las demás que siente Jonathan Richman, fundador de otra banda indefinible, The Modern Lovers. Y desde la cumbre, hacia el océano.
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