Crítica de 'Walk up':Vino en vez de sake

Lo que ocurre es que Hong Sangsoo, siempre personal y a menudo premiado en festivales, rueda mucho y rápido obras que a veces parecen apuntes sin completar. Y se le acumulan películas de desigual interés. No hemos visto aún 'La novelista', premiada en Berlín y con estreno previsto aquí este diciembre, que dicen que de las buenas, y ya presenta a concurso en San Sebastián 'Walk Up' que, digámoslo ya, está entre sus menos redondas.

En esta película —que tocaba en blanco y negro— hay un edificio con escaleras que subir y bajar para acceder a apartamentos para artistas y un restaurante exclusivo vacío. Está Kwon Haehyo, el actor que suele hacer de director de cine y alter ego de Hong Sangsoo. Y está su hija, que no le aprecia y quiere trabajar como diseñadora de interiores, y tres mujeres con las que ha tenido, tiene o tendrá relaciones.

Entre botellas de vino («del caro no, peor que lo disfrutemos») se habla de las dificultades para financiar películas, las servidumbres del arte, la fama, las dificultades económicas, la religión («un invento de los hombres, por miedo»), las expectativas de las parejas y no sé qué más. Aunque todo exude naturalidad, esta vez no parece pinchar ninguna fibra de interés y pesa la sensación de asistir a un filme perezoso.

Claro que de pronto Hong Sangsoo se descuelga con una magistral escena en la que el protagonista rompe con su pareja mientras sestea solo en la cama, o uno se siente de pronto a gusto entre estos borrachines, y sabe que Hong Sangsoo se la está volviendo a meter doblada.