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La escritora y periodista argentina Leila Guerriero (Junín, 1967) ha sido jurado muchas veces, pero nunca en un certamen cinematográfico. Mientras, su último libro, 'La llamada' (Ed. Anamagra), ha alcanzado la novena reimpresión sólo en España. Guerriero considera que no se debe juzgar las películas, ... libros y obras de arte en función del mensaje moral que envían y reconoce que «hay grandes libros y películas que a mí no me mueven un pelo y que a otra gente les han encantado».
– Es usted una privilegiada porque la han traído para que practique el deporte universal: juzgar a los demás.
– (Risas) Yo trato de no hacerlo porque juzgar a priori está reñido con nuestro trabajo. Ir a cubrir una historia o entrevistar a una persona desde la idea de juzgar es complicado. Cuando estás en un jurado, la ventaja que tenemos es que cuando nos sentamos a oscuras en una sala de cine quieres disfrutar. Es muy difícil ir al cine diciendo: «No tengo ganas de estar acá». Vas con una predisposición alegre, otra historia es lo que pase con la película.
– Además, debe compartir su opinión con otras personas.
– Eso es lo bonito. Los debates a veces te hacen cambiar de idea y ver algo que no habías visto, y al revés: lo que te había parecido tan logrado, puede que luego no te lo parezca tanto.
– ¿Le costó aceptar cuando se lo propusieron?
– Nada, cero. De hecho, pensé que no era una propuesta para mí, que no podía ser real y que se habían equivocado. Es algo que no pasa dos veces en la vida. Tengo muchos amigos que vienen al Festival todos los años y ya conocía esta hermosa ciudad. Es un Festival que ya conocía por persona interpuesta porque todo el mundo me ha dicho siempre cosas muy entrañables del certamen.
– Ahora importa mucho el mensaje moral que manda una película. ¿Es algo que va a valorar usted?
– Creo que nada hay que juzgar bajo ese parámetro: ni libros, ni películas, ni obras de arte, más allá de que cada cual tenga su propio criterio. Hay grandes libros y películas que a mí no me mueven un pelo y que a otra gente les han encantado. Se supone que una novela como 'La Montaña Mágica' debería gustarme, pero no es una obra que me haya embelesado. ¿Es una mala obra? Obviamente, jamás se me ocurriría decir eso, es sólo que no es la literatura que a mí me gusta. Básicamente, lo que busco en una película es calidad, capacidad de transmitir, una historia bien contada e interpretada... Además, repartimos un total de seis premios, más el posible Especial del Jurado.
– ¿Tiene sentido que compitan películas de diferentes géneros y distintos presupuestos?
– Esta pregunta obligaría a replantearse la existencia de todos los festivales.
– De hecho, de casi todos los premios, también los literarios.
– Yo creo que sí tiene sentido. Es una manera de visibilizar obras. No parece mal que estén en competencia películas de distintos presupuestos y géneros. Al contrario: la diversidad aporta. Puede pasar que una pequeña película te parezca deslumbrante y una gran producción internacional no. Hay que tratar de ser noble y coherente a la hora de ver cine.
– El palmarés polémico tiene aquí una gran tradición. ¿Puede garantizar que ganará la mejor?
– No sé, obviamente vamos a debatir mucho y a elegir la que nos parece la mejor película, pero somos seis jurados y... ¿cuántas personas viven en San Sebastián?
– Cerca de 200.000...
– Es mi primera experiencia en un jurado de cine así que no sé, ya se verá.
– Cambiando de tema: en España mucha gente mostró su envidia cuando vio la película de Santiago Mitre sobre los juicios a las juntas militares argentinas.
– No quiero juzgar lo que pasa en España con el tema de la memoria, pero sí puedo decir que trabajar con la memoria y pedir que se sepa es mucho mejor que tapar las cosas bajo la alfombra para no reabrir heridas y ese discurso que sostiene la gente que dice que no pensemos más en eso. Eso es un bumerán porque, tarde o temprano, todo regresa. Y eso pasa igual en un país que en una vida de pareja: si empiezas a enterrar conflictos, todo eso estalla en algún momento. Yo creo más bien en la salud de las sociedades que hablan de las cosas que pasaron.
– En 'La llamada' queda en evidencia el machismo de la izquierda, que siempre se dedicó a juzgar e incluso reprochar el comportamiento de las mujeres secuestradas por los militares.
– Silvia (Labayru) encarna todos los vestigios del machismo de la organización (Montoneros). Hay que decir que los militares también eran hipermachistas.
– ¿Esperaba la repercusión de 'La llamada'?
– No, nunca pienso qué puede pasar. Me sorprendió, pero lo puedo entender de alguna forma porque creo que tiene que ver con eso que vos mencionás de la memoria. Hay muchas cosas que no se han hablado y este libro mete un poco el dedo en la llaga.
– Es que estamos acostumbrados a que estos episodios los cuenten los hombres, en clave de heroicidad y resistencia indoblegable. Su relato es más ambiguo.
– Es como si ofendiera a la 'estatua'. Gracias a que los supervivientes hablaron, muchos de los represores están presos, pero hoy en día ya no forma de la conversación pública. Silvia Labayru es muy valiente, pero no todo el mundo se atreve a exponerse de esa manera. Es muy duro para una persona sobrevivir y darte cuenta de que deberías sentirte pésimo por haberlo hecho, lo cual es un delirio.
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