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Aitor Merino. JOSÉ RAMÓN LADRA
«'De morros o morreándose', mis padres siguen juntos después de 56 años»

«'De morros o morreándose', mis padres siguen juntos después de 56 años»

Aitor Merino se 'empotra' con la cámara dentro de su propia familia para ofrecer en 'Fantasía' un retrato complejo de los afectos

Alberto Moyano

San Sebastián

Miércoles, 22 de septiembre 2021, 02:00

Durante un lustro, Aitor Merino registró más de 200 horas de grabaciones en casa de sus padres y junto a su hermana, Amaia y el remate lo puso la ocasión de realizar un crucero los cuatro juntos. Tras 'Asier ETA biok', el realizador navarro coge la cámara para mostrar la cotidianeidad de un viejo matrimonio, la relación con sus hijos y el mundo de los afectos convertidos en lazos indestructibles, lo cual no equivale a exentos de conflicto. Tras 'Asier ETA biok', Merino vuelve a convertir en 'Fantasía' su entorno vital en material cinematográfico.

– Nueva incursión en lo que en literatura se denomina 'autoficción'. Entiendo que es un género en el que se siente cómodo.

– Sí... bueno, no sé si admite un paralelismo exacto con la 'autoficción' literaria. Yo más bien diría que es cine en primera persona, pero es inevitable que cuando uno habla de sí mismo o de su familia, con la realidad como marco, en cuanto utilizas unas imágenes y las editas se convierte en una ficción.

– Ésa es la inevitable segunda pregunta: ¿cuánto hay de ficción y de realidad? La película tiene cuatro guionistas...

– Sí, lo que queda es una ficción por el conjunto del trabajo, lo que ocurre es que todas las secuencias están sacadas de la realidad, ninguna está forzada. A lo sumo, hay una secuencia en la que mis padres ven una foto suya de jóvenes y yo tengo instalada la cámara en la habitación a la espera de que entren. Ahí hay una cierta manipulación, pero las situaciones son espontáneas, siempre dentro de que todo cambia cuando uno saca una cámara.

– Sobre todo en el montaje...

– Eso es. El equipo formado por Ainhoa Andraka, Zuri Goikoetxea y mi hermana Amaia han afrontado el reto de dar una coherencia a las más de 200 horas que tenía grabadas.

– Esta película, ¿era una necesidad vital o simplemente vio que en la relación de sus padres entre sí y con sus hijos había una historia?

– No diría tanto como una necesidad vital, que me parece demasiado fuerte, pero sí un impulso muy fuerte. Al principio, grababa en el crucero sin saber siquiera si sería un largo, un corto o un experimento. En un principio, la idea era grabar el barco, las cosas más llamativas, las horteradas de los cruceros, el oropel del falso glamour, pero me di cuenta de que el foco se iba todo el rato a mis padres. Había una sensación latente de que podría ser la última vez que hiciéramos un viaje así juntos, viendo que son mayores, que la salud de mi padre no es buena, y que tanto Amaia como yo nos estamos haciendo dos señores.

– Fueron muy generosos al aceptar desnudarse, física y psicológicamente, ante la cámara.

– Llevaba tiempo haciendo la película sin que lo supieran y para cuando se enteraron sólo se llevaron un pequeño susto. Se dieron cuenta de que todo lo que había grabado, incluidas situaciones de muchísima intimidad –mi madre sale desnuda, por ejemplo–, era para una película. Grabé las vacaciones y durante el invierno, con mi hermana en Ecuador, seguí grabando pero ellos pensaban que sería un retrato para consumo interno.

– ¿Y cuando descubrieron que sería para una película?

– Se acostumbraron. Muchas veces ni eran conscientes de que iba a ser una película. Se acostumbraron a la cámara. Fueron muchos años de grabación, entre 2015 y 2019.

– La película refleja que la familia incluye afectos, pero también soportarse a duras penas...

– Sí, la relación de mi aita con mi amona siempre fue un poco complicada. Pero mi aita cuidó de ella, pero es cierto que cuando las personas mayores tienen una edad y no son capaces de arreglárselas solas necesitan de sus hijos. Mis tíos no se han desententido de su madre y mi padre tampoco, aunque no podía vivir con ella, ésa es la realidad. Con esto, mi padre también ha querido darnos una pequeña lección: nos eximía de la responsabilidad de tener que cuidar de él, de la misma forma que no asumía toda la responsabilidad de cuidar de su madre. Nos daba ejemplo para que no nos sintiéramos culpables en el caso de que nos viéramos en la misma situación.

– Y usted, ¿cómo lo ve?

– Respeto la postura de mi padre y si ocurriera la misma situación, espero ser un hijo que se haga cargo de él. Ha sido un padre absolutamente generoso y espero estar ahí a las duras y a las maduras.

«He intentado parapetarme detrás de la cámara, pero a veces no lo he logrado»

– La película muestra quiénes son sus padres y su hermana, pero usted queda en las sombras. ¿Usa la cámara para protegerse?

– Es verdad que hay una tensión entre ser quien simplemente mira y ser personaje porque la situación te lleva. Aunque uno intente no intervenir, soy el hijo o el hermano, a veces es imposible. He intentado parapetarme detrás de la cámara, pero a veces no lo he logrado. Es un retrato familiar en el que uno de los miembros es el autor y no aparece en el cuadro, pero se puede ver quién es por la forma en la que lo ha pintado.

– ¿He modificado la película la visión que tenía de sus padres?

– Llevo muchos años viviendo fuera de casa de mis padres porque me fui muy joven a Madrid, pero sí he pasado largos períodos con ellos, y me conozco sus discusiones, ilusiones, quejas... Mantenemos una relación de bastante apertura en ese sentido. Sin embargo, al observarlos a través de la cámara y en el montaje te haces consciente de algunas formas de ser de la familia diferentes respecto de otras.

– ¿Y a qué conclusión llegó?

– Bueno, que somos una familia peculiar... Por ejemplo, valoro mucho que hemos tenido unos padres que no han sido indiferentes a nosotros, han dado lo mejor de sí mismos, con errores, para que Amaia y yo tuviéramos la mejor vida posible.

– Son unos padres sin nietos. ¿Admite eso alguna lectura?

– La vida nos ha llevado por ahí a mi hermana y a mí. Muchas veces no lo entiendo porque siendo una familia tan unida y con dos modelos de padres con una relación tan longeva... Está claro que si yo tuviera hijos no hubiera tenido tiempo, ni energía para pensar que mis padres se están haciendo mayores, estaría volcado en la crianza. Como no los tengo, tengo tiempo para pensar que si no tengo descendencia nuestra familia está abocada a la extinción.

«No ser padre no me inquieta, pero sí pensar que toda una rama familiar se extinguirá»

– Lo cual, ¿le inquieta o le da igual?

– Sí, me inquieta, sí. El hecho de no ser padre no me inquieta, pero sí me produce tristeza pensar que toda una rama familiar se extinguirá con nosotros. Tampoco es algo con lo que me vaya a flagelar...

– Sus padres, ¿aún son una pareja que vive «de morros o morreándose», por utilizar su expresión?

– Sí. Se lo hemos oído decir toda la vida y es verdad. Son una pareja un poco bipolar, pero tras 56 años de relación –53 de ellos, casados–, han hecho una buena sociedad y el hecho es que siguen juntos. De morros o morreándose, pero siempre remando en la misma dirección, aunque a veces se den remazos.

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