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Tras cerrar el año pasado su proyecto multimedia 'Black is Beltza', el músico y cineasta Fermin Muguruza (Irun, 1963) regresa con un canto de amor ... y denuncia: 'Bidasoa 2018-2023'. La cinta, que se presenta hoy en Zinemira del Zinemaldia, mezcla imagen real y animación, levanta un acta de acusación contra las políticas migratorias que España y sobre todo Francia aplican en la muga, recuerda a quienes han perdido la vida en los últimos años en su intento de cruzarla y homenajea la solidaridad de los voluntarios que operan a los dos lados de la frontera.
– Por una vez, parece que Jordi Évole le ha quitado el protagonismo de las habituales polémicas...
– Tiene razón (risas). Encima, con un comunicado de los intelectuales pidiendo la retirada de una película. El Festival ya tiene varios masters en intentos de censura.
– Tras abordar en las dos entregas de 'Black is Beltza' la época de las grandes utopías, en 'Bidasoa 2018-2023', ¿hay un repliegue hacia las acciones concretas en un único ámbito?
– 'Pensar en global, actuar en local' es como la pescadilla que se muerde la cola. Efectivamente, estamos en lo local. Lo que está pasando en el Bidasoa tiene mucho que ver con las revueltas en Francia provocadas por la prepotencia policial de gatillo fácil. Y también con los golpes de estado en Níger y Mali, en donde potencias europeas extraen las riquezas que hay. El director de Filmoteca Vasca, Joxean Fernández, me dijo que había pensado: «Fermin esta vez está haciendo no la película que ha elegido, sino que la película le ha elegido a él». Me parecía que había dado en el clavo. De hecho, es una película que se nos atravesó mientras hacíamos 'Black is Beltza 2: Ainhoa'.
– Refuta las frases tópicas, tipo «Bidasoa, el río que mata», que enmascaran la realidad.
– El río no mata, ésa es la gran realidad. El río es vida y además, el Bidasoa nos une. La república sin curas, moscas, ni carabineros, de la que hablaba Pío Baroja. Matan las políticas racistas que obligan a alguien a lanzarse al río.
– Como nacionalista vasco, ¿ha cambiado su perspectiva sobre el papel de las fronteras?
– Hay que eliminar todas las fronteras. De hecho, si alguien va a la hemeroteca, encontrará que siempre he sido antifronteras. Nací en una frontera, por eso las detesto. El propio apellido 'Muguruza' quiere decir 'Sin fronteras'.
– Fronteras vascas, ¿tampoco?
– Para nada. Por supuesto que defiendo que tengamos la independencia y el autogobierno del País Vasco, pero tenemos que relacionarnos con todos los demás países de alrededor y de todo el mundo.
– Sí, todos estados se relacionan entre sí, pero administran sus fronteras, si es necesario, de forma implacable.
– Pero en un Espacio Schengen habrían desaparecido y durante muchos años hemos tenido la sensación de que no existían, que los puentes eran un punto de comunicación. Sin embargo, el Estado francés ahora ha decidido plantar otra vez la frontera con la excusa del protocolo anti-atentados yihadistas. Sin embargo, es simplemente un control racista en el que los blancos podemos pasar y las personas racializadas, no.
– Han salido a la luz prácticas policiales inauditas, como los días de libranza a cambio de inmigrantes detenidos.
– Tenemos varios asuntos. Por un lado, la prepotente actuación de la Policía francesa. Por otro, pensábamos que la Policía española se limitaba a atender las devoluciones en caliente y luego hemos sabido que les dan beneficios por cazar inmigrantes. ¿Quién estaba dando esas órdenes? Si no lo llega a publicar el DV no hubiéramos sabido nada. Los policías españoles también son cómplices. Y finalmente, la Ertzaintza también tiene actitudes racistas.
– ¿En qué sentido?
– En el de que ven a una persona racializada y van a por ella. Era lo que nos pasaba antes a nosotros. Hay una historia que se me quedó clavada como una espina. Yo fui con un amigo a ver un concierto de Patti Smith en Burdeos, pero había una manifestación en Baiona y a los vascos no nos dejaban pasar, pese a que teníamos las entradas. Era la 'operación filtro'. Mi amigo Pedro luego murió y nunca pudo ver a Patti Smith. Y ahora, el cierre constante del Puente Avenida supone una humillación. Se abrió el día del Tour y al siguiente, lo volvieron a cerrar.
– ¿Se planteó incluir en el documental a gente que está en contra de lo que llama 'inmigración descontrolada'? Incluso en la izquierda independentista hay voces que se abonan a la teoría del 'gran reemplazo'...
– Por eso mismo me parecía tan interesante hacer este documental. No pensé en incluir esas voces porque hay distintos tipos de documentales y yo he huido del periodístico, que ya hay cientos. Yo quería hacer un documental de creación: mi punto de vista y mi canción de amor al río Bidasoa, que nos da la vida. Yo quería contar qué estaba pasando ahí a través de cinco personajes y un hilo narrativo.
– ¿Son machistas los propios inmigrantes? Cabe preguntárselo a la luz de los relatos de las mujeres que llegan aquí...
– No me gusta ese tipo de estereotipos. Si son machistas, si son racistas...
– ¿Lo son?
– No hago ese tipo de análisis. todas las sociedades son machistas y racistas, y lo que tenemos que hacer es ser conscientes e intentar cambiar, pero no me meto a analizar cómo son o no. Cuento cómo son sus viajes y cómo en un plazo muy corto de tiempo, diez de ellos mueren por la política racista. Y hablo con la gente que ha trabajado la solidaridad.
– En el aspecto formal, esta vez ha apostado por las imágenes reales salpicadas de algunas animaciones.
– Trabajo sobre tres ejes: los testimonios, el viaje y el paisaje, y la animación, en la que llevo trabajando los últimos diez años. Me he dado cuenta de que antes en los documentales se optaba por la dramatización de algunas escenas, como los Moriarti cuando hicieron la película de Lucio y quedaba genial, pero cada vez más se opta por la animación. Me parece genial para narrar el viaje de cada emigrante que murió en la frontera. Una de las finalidades del documental era poner nombre a cada uno de los muertos.
– ¿Caemos en el exotismo con el este tipo de inmigración, cuando igual no fuimos tan acogedores con andaluces, cacereños...?
– Todos mis colegas de Irun han sido extremeños, o sea que no sé quiénes han sido menos acogedores. En Irun siempre ha estado todo completamente mezclado y de hecho, Extremadura fue el primer lugar de Euskal Herria donde Kortatu fue número uno porque la gente de Irun volvía allí en verano con la maqueta del disco. Lo que sí puedo decir es que estoy orgulloso de la sensibilidad que ha tenido la gente de Irun y Hendaya con los inmigrantes, es algo que no me lo esperaba.
– Últimamente se le ve muy cómodo en lo audiovisual. ¿Tiene aparcada la música? ¿Cree que ya ha dicho lo que tenía que decir en ese ámbito?
– Hay varios temas míos en la película y he hecho poco a poco algunas colaboraciones con bandas que me encantan y defiendo mucho. Aquí la música del Bidasoa es una de las protagonistas. ¿Si tengo pensado hacer algo ahora? Sí tenía pensado hacer una gira reivindicando, no un capítulo de mi historia, sino toda la trayectoria, pero antes de la pandemia fue la muerte de mi hermano Iñigo y ahí deseché todo porque no era capaz de hacer absolutamente nada. Llevo encadenando proyectos casi toda mi vida y a partir de enero será el momento en el que desapareceré del mapa. Y ya veremos hasta cuándo porque sí me gustaría volver al escenario en algún momento, en 2024 o en 2025. Voy a intentar respirar durante unos meses.
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