David Pérez Sañudo | Director de 'Azken Erromantikoak'
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David Pérez Sañudo | Director de 'Azken Erromantikoak'
«Cuestionar el sistema de valores y las cosas que se dan por hecho puede ser positivo»Tras el incontestable éxito de 'Ane', el realizador David Pérez Sañudo (Bilbao, 1987) presenta en New Directors 'Azken Erromantikoak', adaptación de la premiada novela de Txani Rodríguez y cuya protagonista se ha convertido en uno de los personajes más inolvidables de la reciente literatura vasca. ... Pérez Sañudo invierte mucho talento en relatar la historia de Irune, una joven en duelo tras la pérdida de su madre, angustiada por un bulto en el pecho, por la incomunicación y por el desmoronamiento industrial de su pueblo.
– Habrá sido todo un reto llevar a la pantalla una novela que en su mayor parte transcurre en la cabeza de su protagonista.
– Sí, lo ha sido porque es un personaje fascinante, pero cuando piensa. Nosotros teníamos muy claro que no íbamos a utilizar la voz en off. Fue un reto porque no hay un código o un género claros y, sobre todo, no hay una trama clásica. Es una película muy suspendida y fue difícil encontrar el alma de la película. Al final, fue el arco emocional de Irune: es la historia de un duelo y también la de un personaje que aprende a romper con su sistema de valores y un modelo de vida.
– Aunque Irune es un alma herida con un comportamiento disfuncional, los aparentemente 'normales' nos podemos identificar con muchos de sus rasgos. ¿Todos tenemos algo roto, quizás?
– Yo creo que sí y hay algo quijotesco también. Aparentemente es un personaje no normativo que no se comporta como lo haría cualquiera de nosotros en determinadas situaciones, pero me gustaría pensar que a medida que pasan los minutos, el espectador comienza a preguntarse quién tiene que cambiar, Irune o el entorno porque la decadencia colectiva, de la que también forma parte Irune, tampoco da respuesta a los retos: ni la fábrica, ni los sindicalistas, ni la vecindad. Nadie da respuestas a los problemas de un mundo que se desvanece.
– Y que quizás tiene algo que ver con ese romanticismo del título.
– ¿Qué significa lo romántico? Para nosotros, tiene que ver con idealizar al otro en una relación amorosa, pero también con hacerlo respecto a un tiempo pasado y a un territorio que ya no va a ser como antes. Y eso es muy sugerente en la margen izquierda o en determinados territorios del País Vasco.
– La idealización del pasado ahora mismo está siendo tremenda...
– Claro. Obviamente, hay cosas que se pierden, pero hay lugares donde el modelo industrial era tan próspero y a la vez, tan agresivo, que cuando un municipio como Gernika pasa de 25.000 a 18.000 habitantes, hay algo que se queda ahí.
– No sé si deliberadamente o no, la devastación interior de Irune se refleja en el paisaje urbano también devastado en el que se mueve.
– Hay algo de simbiosis, cómo el contexto configura al individuo y creo que Irune es fruto de un territorio muy concreto: un pueblo industrial en medio de un paraíso verde, como tantos pueblos tipo Eibar. Las reglas con las que has crecido ya no funcionan: «Hijo, estudia, que vas a salir colocado». Irune es un reflejo de eso. Es una persona crece jugando a pillar y para cuando madura ya están ahí los vídeojuegos. Está formada en unos valores que ya no responden a las necesidades del mundo. Eso, como panorama social sobre el que construir un proceso de duelo y de falta de desarrollo personal –tuvo que dejar sus estudios de Bellas Artes para cuidar a su madre enferma–, pasan una factura. Hay un relación muy poderosa entre el individuo y el contexto, en este caso, con la efervescencia de ideas colectivas que tienen mucho que ver con el pasado y el futuro, y poco con el presente.
– ¿Qué le pidió a Miren Gaztañaga en su interpretación de Irune?
– Mucha contención y que disfrutase. Hemos trabajado mucho juntas. Soltar barrabasadas y decir frase poco lógicas como si fuesen lo más natural del mundo, ahí se emplaza al espectador a decidir si tiene que reírse o no, si el personaje le tiene que caer bien o mal. Eso me interesa, me parece positivo que alguien me diga que le ha costado un poco entrar en la película o que al principo no sabía por dónde le estaba llevando. Son decisiones deliberadas partiendo de que es una película muy complicada porque revolotea sobre un personaje y muy poquita trama. He sentido que había riesgos: no sé si tener una mamografía tan naturalistas y después, a dos mujeres bailando pertenecen al mismo mundo. Y claro, tienes miedo a que se conviertan en algo extraño o salido de tono.
– Con todo, ha sido bastante fiel a la novela.
– Bastante, siendo la película totalmente diferente, hemos conseguido mantener la esencia de la novela.
– Se supone que el personaje de Irune tiene la percepción alterada, pero tampoco el resto de personajes parecen tenerla muy afinada.
– Y de repente hay una persona –el operario de Renfe–, que tiene la capacidad o la distancia necesarias para no juzgar a Irune de la misma manera. Es el observador neutral, el Kofi Annan de las relaciones amorosas.
– ¿Por qué no mantuvo ese personaje sólo como una voz y sin presencia física?
– Fue algo sobre lo que hablamos mucho. Desde una perspectiva muy autoral, habrá quien prefiera mantener al personaje como una voz en off, pero nosotros pensamos que si estas llamadas hacen que Irune coquetée con la idea de cambiar su vida y si hay una idealización positiva, por qué nos íbamos a limitar nosotros formalmente. Ahí sentí que si no mostrábamos a distintos actores interpretando a ese personaje era porque queríamos plegarnos a una estética que demandan determinados festivales de cine.
– ¿Y no quería eso?
– La película parte de la austeridad y la parquedad que poco a poco se abre y pasar a una fotografía más pictórica, a un color más saturado y a una banda sonora con creciente presencia. Fue como reconciliarte con el propio cine como dispositivo.
– En este sentido, ¿satisfecho con que la película compita en New Directors?
– A ver, estoy satisfecho de estar aquí porque es un momento complicado porque hay muchas películas. Creo que para Txani (Rodríguez, autora de la novela) es positivo que la película se estrene en casa y es una buena sección. El run-run viene más bien de los que me dicen que esperaban que estuviera en la Sección Oficial y este tipo de comentarios que te van permeando... Al final, todos pensamos que nuestra niña es la más bonita, pero tener la oportunidad de estrenar en el Kursaal es maravilloso.
– Estrenar en un festival tiene ventajas, pero también el riesgo de que la película quede sepultada ante la avalancha de proyecciones.
– Sí, por supuesto, pero al mismo tiempo necesitas esa marca y esa atención mediática para que se valide ante el público que la película merece la pena. Podemos hablar de que todo es muy competitivo y de que a los festivales se les ha dado el poder de decidir qué títulos van a hacer carrera y cuáles no, pero caemos todos en eso porque el sistema es el que es. Ahora bien, no queremos permitir que la calidad de la película se valide según dónde la estrenamos.
– ¿Cuál la conclusión que nos deja la película? ¿Que sólo en los afectos está la salvación?
– No creo que tenga una respuesta clara, pero sí que romper los códigos normativos y cuestionar a tu entorno, lo inmediato, el sistema de valores y las cosas que se dan por hecho puede ser positivo. Y que para conseguir determinadas cosas hay que salir de esa 'zona de confort'.
– Ahora trabaja ya en otro proyecto, esta vez en torno a 'El Sacamantecas'.
– Es un proyecto bastante personal. Nací en Bilbao, pero llegué a Vitoria hace años y vi que el personaje despertaba interés. Me empezó a llamar la atención el personaje, el contexto y cómo Vitoria pasa en treinta años de ser 'la Atenas del norte' a la ciudad con mayor criminalidad del estado.
– ¿Qué pasó?
– Guerras carlistas, conflictos civiles, deterioro de la administración, falta de recursos de seguridad y educativos que van produciendo otro tipo de sociedad, con un machismo institucional que en 2024 se analiza mucho mejor. Es un tema que me permite generar preguntas.
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