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En las últimas semanas han tomado especial relevancia algunas de mis declaraciones alrededor de la película 'No me llame Ternera' y del grupo terrorista ETA.
Muchas veces los contextos en que me he expresado, o los titulares que me han adjudicado, no ayudan a la reflexión matizada y precisa.
Por eso, aprovechando la oportunidad que me da este periódico, voy a intentar explicar mejor dos de mis afirmaciones, que han enfadado a diferentes personas, algunas de ellas amigas personales.
1. No hay nada que justifique a ETA, pero hay cosas que la explican. Para mí, ETA fue una banda fascista y asesina. Fascista en el sentido más popular del término, porque intentó imponer un proyecto político por la fuerza de las armas. Asesina, porque mató a cientos de personas. Pero ETA no nació de la nada. Nació en un contexto de dictadura y se desarrolló con fuerza en los años 70 y 80 en los que la represión en Euskadi era brutal. La amnistía de 1977 permitió que muchos miembros de ETA se integraran a la vida civil y política con normalidad. Muchos de ellos habían participado en actos delictivos, incluso en asesinatos. Aquella amnistía, fruto de la llamada transición democrática, que fue un acuerdo entre diferentes, pero también una ley de punto final, también amnistió a figuras claves del fascismo como por ejemplo Manuel Fraga Iribarne, que llegó a ser presidente de una comunidad autonómica con los votos de las ciudadanas y los ciudadanos.
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Sería importante analizar la historia de nuestro país hasta la actualidad para situar mejor qué significó ETA y en qué características de la realidad se situaba en cada momento. Hay quién lo ha hecho. También es importante intentar entender qué llevó a algunos jóvenes idealistas a asesinar a personas que no conocían en nombre de una patria y de unas ideas. Claro que también hubo en ETA personas que representan lo peor de la sociedad y que vieron en la violencia una manera de expresar sus instintos más básicos. Los miembros de ETA hicieron actos monstruosos y trajeron el dolor a muchísimas familias, pero reducirles a monstruos sin sentimientos no ayudará a entender lo que ha pasado en nuestro país y a evitar que vuelva a pasar. No hay nada que justifique la violencia de ETA, pero a mí me gustaría llegar a entender cómo nació y cómo pudo perpetuarse tanto tiempo en nuestra sociedad.
2. El nivel intelectual de muchos dirigentes de ETA es muy bajo. Desde su nacimiento ETA me pareció cruel y sin sentido. Pienso que ni siquiera la dictadura y la represión justificaban aquella cruel violencia y nunca compartí la ideología de ETA. Sin embargo, muchos de los primeros dirigentes de ETA eran intelectuales con un discurso político. Poco a poco aquel discurso se fue diluyendo y la ideología de ETA quedó reducida a unas pocas consignas y a una fe ciega en un objetivo superior. Los análisis políticos iban desapareciendo e íbamos descubriendo que los dirigentes que iban quedando en ETA eran cada vez menos consistentes intelectualmente. Viendo la película que nos ocupa, uno puede observar que el Sr. Urrutikoetxea no basa sus acciones y su pensamiento (o por lo menos no lo sabe expresar) en una ideología coherente que podamos o no compartir. Su discurso es plano. No hay razones. Sólo una fe ciega en su Dios, que es la Organización. Évole le busca y le interpela con dureza. Él puede expresarse y apenas repite una y otra vez las mismas proclamas. Creo que si analizamos lo que sabemos de otros líderes de la banda de sus últimos tiempos, como Thierry, nuestras conclusiones a este respecto podrían ser todavía más desoladoras.
ETA terminó hace años. Hoy en día Bildu es un conglomerado de grupos políticos, algunos de los cuales se opusieron siempre a ETA. La parte de Bildu que la apoyó, hoy rechaza toda forma de violencia, incluida la política, y se integra en las instituciones. Hemos dado pasos adelante muy importantes como sociedad. Claro que nos quedan todavía muchos temas pendientes. Por un lado, que los miembros de ETA ayuden a aclarar cada uno de los asesinatos cometidos, para que las familias de las víctimas encuentren un poco de paz y consuelo. Y también que aquella parte de la izquierda abertzale que apoyó a ETA haga un análisis crítico y contundente de lo que fue ETA y de lo que significó para nuestro pueblo.
Esto son solo mis opiniones. Nada más. No tienen más valor que las de cualquier otro ciudadano. Mi puesto al frente del Festival hace que tengan una especial repercusión. Pero son solo eso, que nadie lo olvide: las opiniones de un ciudadano que por su edad vivió dos momentos históricos muy hermosos: el final de la dictadura franquista y el final de ETA.
Para terminar, me gustaría decir que soy optimista. Que creo, sinceramente, que poco a poco se van sentando las bases para que nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos, puedan entender que su adversario político puede ser su amigo personal, para que un día todas las ciudadanas y ciudadanos de Euskadi puedan vivir en paz.
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