Crítica de 'Competencia oficial'

Dicen que la obra de los Duprat y Mariano Cohn carece de progresión dramática y/o narrativa. Puede. Tal vez. Acaso. Pero da lo mismo Porque es farsesca y casi hilarante. Dispara a diestro y siniestro contra cualquier criatura, viviente o no, del multiverso cinematográfico, actoral, direccional. Contra las estrellas y los actores del Método. No, no dispara, ametralla. Y algunas de las balas rebotan en el patio de butacas. Y no precisamente en las butacas vacías por culpa del virus.

Dicen que pudiera ser que fuera demasiado larga Ni caso. Así te da tiempo a fijarte en lo bien que se manejan Duprat y Cohn, más el director de fotografía, en esos escenarios amplios, vacíos, arquitectónicamente de lo más 'in', de lo más mínimal y mileniaristas. Conchabados con el diseñador de la línea de producción (Alain Bainée) la directora de arte (Sara Natividad) y las tres grandes damas del departamento de interiorismo. Sin olvidar, claro, al jefe de montaje. Ni a los de sonido. Porque mira que la escena del beso multimicrofonado merece convertirse en el tono de entrada de llamadas de los móviles del SSIFF.

Es chispeante. Quedona. Insolente (bastante). Dinámica y a ratos, memorable.