Los vecinos de la localidad alavesa de Kuartango José Luis Murga y Oier Martínez de Santos decidieron en 2005 rodar un western en la localidad. Invirtieron ocho años, junto con la práctica totalidad de los habitantes del pueblo, en hacer realidad su sueño y 'Algo ... más que morir' se llevó un par de premios en el Almería Western Film Festival del 2014. Años después, la realizadora Maider Oleaga (Bilbao, 1976) ha contado la historia de esta aventura cinematográfica en el documental 'Kuartk Valley', que se estrena en Zinemira el próximo miércoles, día 22.
- ¿Le gusta el western?
- Me encanta. Yo vengo de una generación que veía westerns todas las tardes en ETB, los veía mi aita y también mi aitona. Lo tenemos todos muy metidos en la sangre. Cuando empecé a estudiar cine no era el género que más veía o más me gustaba, pero en los últimos diez años he visto muchísimos y los disfruto.
«Cualquier cineasta debe ver los westerns clásicos, entendiendo en qué época y para qué se hicieron»
- Sin embargo, por sus códigos en género, raza, etcétera, es un género un tanto denostado.
- Sí, bueno, de pronto se han hecho algunos westerns últimamente, que me gustan porque ponen en cuestión cómo estaba reflejada la masculinidad. Pero cuando ves un clásico tienes que entenderlo y ponerlo en su lugar. Tiene un sustrato que tiene que ver incluso con la mitología griega del que todavía hay mucho que aprender. Y ni le digo cinematográficamente: hay verdaderas joyas. Cualquier cineasta tiene que ver los westerns clásicos. Hay que entender en qué época y para qué se hicieron porque hay mucha mitología detrás.
- ¿Qué le atrajo de 'Algo más que morir' y, en concreto, de la historia que la rodea?
- Fui un día a Kuartango y un amigo me contó que allí se había hecho un western. Busqué en internet y me di cuenta de que era un historión. ¿Qué me atrajo? Que personas ajenas al cine lo amen y se vean reflejadas en un género como el western tanto como para hacer una película. Igual no eran conscientes de lo que suponía, pero aún así la sacaron adelante. Además, con el apoyo de toda esa comunidad. Lo que me atrajo fue la pasión por el cine, más la fuerza de la colectividad.
«Una frase de José Luis explica lo que estábamos haciendo ahí: 'Yo sólo quería ser un vaquero'»
- Es una celebración de los sueños infantiles y de mantenerse fiel.
- José Luis (Murga) es un hombre de palabra, a la antigua usanza. Con diecisiete años intentó rodar una película con una cámara Super 8, 'El precio del asesino', pero nadie a su alrededor compartía su pasión y no la concluyó. Años después, tenía la historia ahí. Me dijo una frase que explica todo lo que hizo y todo lo que estábamos haciendo ahí: «Yo sólo quería ser un vaquero».
- ¿Qué es hoy ser un vaquero?
- En su caso, tiene mucho que ver con Clint Eastwood y los personajes de Sergio Leone. Un hombre recio, de pocas palabras, pero que cuando la da, la mantiene; ser dueño de tu destino y ser libre. Y José Luis es un currela y le falta libertad, con el sometimiento al trabajo que tenemos y a vender nuestro tiempo a cambio de comer, cuando en el western uno era libre. Creo que se ha identificado mucho siempre con eso. Ser un vaquero es coger el caballo e irse a la aventura.
- Todos los vecinos se sumaron al rodaje y a lo que finalmente era un juego, aunque con la seriedad con la que sólo juegan los niños.
- A lo pocos días de meterme en Kuartango me di cuenta de que el western ya estaba allí y por eso la película ha acabado siento tal y como es.
«Un vaquero es un hombre recio, de pocas palabras, pero que cuando la da, la mantiene»
- ¿A qué se refiere?
- Resulta difícil de explicar la forma de ser de la gente, ruda. Es gente rural, de pueblo, que ha trabajado la tierra, ganaderos... Las mujeres también. Son personas duras, como mis abuelos, con otra forma de estar en el mundo, que tenía que ver con el compromiso, seriedad, parquedad y muy lejos de la sensiblería. Con eso me refiero a que ellos eran ya personajes de western. Y el paisaje.
- Precisamente: su película también es casi un estudio topográfico de la zona.
- Tenía muchos elementos para construir la película, aunque el poblado que hicieron para 'Algo más que morir' ya no estaba. Tenía a las personas y el espacio y, claro, el western es espacio. Kuartango lo tiene todo: las montañas, los espacios abiertos, el tren... Fui detectando las señas de western que ya había en la zona.
- Hablemos de la música, puro 'spaguetti western'.
- Es de un grupo sevillano que me encanta, Pájaro, que es Ángel Herrera, es un tipo que también es western, con esa actitud hacia la vida. Lo tuve claro enseguida.
- Y la estética, con esas escenas ficcionalizadas a lo Sergio Leone...
- Cuando empecé a pensar cómo rodaba el documental, opté por hacerlo sin imponer yo una narrativa. Formalmente tenía que apelar al western.
- ¿Es una película con un fondo triste?
- Eso lo han aportado los protagonistas. No es algo intencionado por mi parte, pero es verdad que José (Luis Murga) es una persona muy nostálgica y en muchos momentos eso salía a la luz. Esa añoranza de otros tiempos está en la película, pero porque él lo da.
- De paso, el documental dinamita ese falso debate entre alta y baja cultura o cultura popular...
- ¿Lo pregunta porque el western siempre se ha vinculado a la cultura popular?
- Y porque a partir de una película amateur sin mayores pretensiones, usted ha hecho un documental que está en un festival internacional.
- Cuando estás relatando la historia de dos personas que tienen un sueño y lo convierten en realidad a toda costa, a eso no le puedo poner una etiqueta por mucho que sea una película amateur. Está hecha con toda esa energía. Me da igual si es arte o no. Es una pieza hecha con todo su amor, energía, coraje y valentía, y para mí es un ejemplo. Y además, es un sueño individual convertido en colectivo y la gente lo hizo gratis. Y eso, me da igual si haciendo una película o levantando una casa, hoy en día no lo tenemos.
- En un proceso tan largo como fue el rodaje de 'Algo más que morir', también surgen tensiones en el equipo.
- Sí, son personas muy diferentes. También digo: creo que 'Algo más que morir' no se hubiera acabado si no hubieran estado José Luis y Oier Martínez de Santos. Uno tiraba del otro, aunque no siempre estuvieran de acuerdo. Fue bueno que fueran dos.
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