Iker Elduayen
Viernes, 16 de agosto 2024, 02:00
El legendario Billy Wilder confesó una vez a Diego Galán que su negativa a aceptar el Premio Donostia se debía a que las grandes figuras que lo recibían acababan muriendo al poco tiempo. El realizador fue una de las voces que alentó el sanbenito ... que durante mucho tiempo ha perseguido al Zinemaldia: una supuesta maldición que acechaba a los beneficiarios del Donostia que, según decían, era cuestión de tiempo que recibiesen el galardón y tiempo después falleciesen. El rumor comenzó con la aún recordada visita de Bette Davis en 1989. La actriz falleció tan solo dos semanas después de su estancia en la ciudad. Anthony Perkins, el homenajeado en 1991, murió 11 meses después de llegar a San Sebastián. Más o menos igual que Lana Turner, que recogió el galardón en 1994 y que 9 meses después nos decía adiós. Paco Rabal, el galardonado de 2001 junto a Warren Beatty y Julie Andrews, fue el caso más llamativo cuando falleció un mes antes de que se celebrase el festival. En realidad, todas las muertes entraban dentro de lo esperado porque se encontraban enfermos, pero la vorágine de tal variedad de fallecimientos hollywoodienses hizo que el rumor tomase más fuerza que nunca.
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Fue Lauren Bacall, en 1992, quien tuvo que llegar para poner orden en la lista de merecedores del Donostia y hacer que el rumor virara en el sentido contrario: el premio alargase la vida en vez de reducirla. Durante mucho tiempo, se conspiró sobre cuánto tiempo tardaría en fallecer la viuda de Humphrey Bogart. Pero, lo cierto es que la actriz aguantó hasta el 12 de agosto de 2014. Diez años se cumplen ya de ese fatídico anuncio en el séptimo arte que daba cuenta del fallecimiento de la intérprete a los 89 años. Así, la estrella rompía la prolongada 'maldición'.
'La sirena de la gran pantalla' llegó a Donostia el jueves 24 de septiembre de 1992 y, de enfundado negro, resultó amabilísima con todos los que aguardaban su llegada. Según desveló Galán en el obituario que escribió sobre su figura, la actriz había aceptado «encantada» el homenaje que le había preparado el certamen porque, de predecesoras, estaban su admirada Bette Davis– quien dio a Bacall el único beneplácito de su carrera para interpretar a Margo Channing en el montaje teatral de 'Eva al desnudo'– y Claudette Colbert. La vida en San Sebastián de la protagonista de 'Tener y no tener' (1944) fue de lo más placentera. «Me siento feliz de estar aquí», declaró durante su estancia. Galán sumó sobre la experiencia de la actriz en Gipuzkoa que «caminaba por la Parte Vieja como si estuviera en su casa». Hubo también alguna que otra exigencia, propia de las divas, como el intento de hacerse con un jamón entero a cuenta del festival, encargar algún que otro bolso o cambiar los billetes de avión de regreso de forma caprichosa. Pero era Lauren Bacall.
La rueda de prensa, recuerdan, fue muy divertida. Pese a la sobriedad de la actriz y su elegantísimo porte que parecían antagónicos a un brillante sentido del humor, su risa sonora y atrevimiento a la hora de responder a los periodistas asistentes hizo que el trato con el personal del certamen fuese de lo más amable. Se habló sobre cine, su trayectoria profesional y, cómo no, se le acabó preguntando por cómo era Humphrey Bogart. «Pero, ¿cómo era cuándo?», dijo ella. Y la sala echó a reír.
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La ceremonia del Donostia, de gala, también resultó de lo más afable. Su melena rubia, en contraste con el sobrio conjunto negro que eligió, irrumpió en el escenario entre enérgicos aplausos del público. Respetando la tradición de entonces– que los alcaldes entregasen el premio a las estrellas–, fue Odón Elorza quien tuvo que hacer acto de presencia en el Victoria Eugenia –entonces sede de todas las galas del Zinemaldia– para hacer entrega a la Bacall su farola plateada y ella, muy agradecida, respondió a las muestras de cariño: «I love you Donostia».
Al día siguiente, la actriz, que durante esa noventera edición coincidió con Gena Rowlands – fallecida ayer a los 93 años y a quien aquel año se le dedicó la retrospectiva–, fue la encargada de entregar la Concha de Oro a la película ganadora. En 1992, Adolfo Aristain y su film 'Un lugar en el mundo' se hizo con el codiciado premio del Zinemaldia. Tiempo después, Diego Galán coincidió con ella en una de las múltiples fiestas celebradas en Cannes y en un pudoroso, pero cortés acercamiento, la Bacall no escatimó en elogios hacia el certamen y hacia la ciudad de Donostia.
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Nacida en Nueva York como Betty Joan Perske, posó como modelo en varias prestigiosas cabeceras antes de convertirse en un rostro de cine, pero la después bautizada Bacall ansiaba ser una grande de la escena. Fue el todopoderoso Howard Hawks el que, en 1944, hizo que debutase en 'Tener y no tener' junto al que después sería su marido, Humphrey Bogart. Se enamoraron durante el rodaje de la cinta, pero como él estaba casado, tuvieron que llevar la primera etapa de la relación en la clandestinidad, hasta que un año después, en 1945, lo hicieron oficial y contrajeron matrimonio. Ya como una de las relaciones más sólidas de la ciudad de Los Ángeles, juntos rodaron algunas de las cintas más populares del Hollywood negro: 'El sueño eterno' (1946), 'La senda tenebrosa' (1947) o 'Cayo Largo' (1948), entre otras. Fue en 1957 cuando Bacall enviudaba de Bogart, quien dejó en la actriz una huella imborrable tanto profesional como personalmente. 'Cómo casarse con un millonario' (1953), 'Harper' (1966), 'Asesinato en el Orient Express' (1974), 'El último pistolero' (1976), 'Misery' (1990) o 'Dogville' (2003) son otras de las cintas que forman el estelar currículo de este mito del séptimo arte.
Pedro Almodóvar, el director con el que todas las actrices ansían trabajar, es el segundo Premio Donostia de este 2024. Le hará entrega del galardón Tilda Swinton que, junto a Julianne Moore, protagoniza 'La habitación de al lado', la primera película rodada íntegramente en inglés por el manchego que, por supuesto, se proyectará en Donostia. Aunque ni Swinton ni Moore ni Meryl Streep ni Angelina Jolie son las primeras en haber suplicado un personaje al realizador. Bacall, en 2004 en Viena, ya se postuló como 'chica Almodóvar'. «¡Mi pequeño Pedro! ¡Lo quiero! Es tan divertido y tan inteligente. Le he dicho que quiero actuar a toda costa en su primera película en inglés. Pero también le he dicho: ¡Date prisa, no voy a estar aquí eternamente!».
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