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Gail Devers, en una prueba. Reuters
Una valla desniveló al ejemplo de superación

Una valla desniveló al ejemplo de superación

Gail Devers ganó el oro en los 100 tras estar fuera de la competición dos años por una enfermedad que casi le hizo perder los dos pies

Martes, 1 de agosto 2017, 00:11

Gail Devers vivió en Barcelona'92 una sensación extraña. Por un lado, de felicidad absoluta en los 100 metros lisos, ya que había superado una dramática enfermedad que casi le deja en una silla de ruedas, pero por otro de infortunio en el 110 vallas. ... Durante muchos meses Devers, recordada por sus uñas largas al estilo Florence Griffith-Joyner (aún propietaria de los récords de 100 y 200 lisos), pensó que tendría que dejar el atletismo cuando en 1998 (con 22 años y una carrera profesional recién iniciada) empezó a sufrir terribles migrañas que le provocaban pérdida de visión, alopecia y temblores que le impedían competir con normalidad al sur de California. Se le diagnosticó Graves-Basedow, una tiroiditis autoinmune. El tratamiento al que se sometió -que incluía radiología- le provocó incapacidad para andar. Los médicos se plantearon amputarle los pies en febrero de 1991, pero logró recuperarse. De hecho, volvió a su mejor forma hasta conseguir la plata en 100 vallas en Tokio, en el Mundial de 1991.

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