Cada kilómetro es especial

Mi caso es especial porque siendo de Donosti y practicando atletismo no había participado en la Behobia hasta el año pasado. Me salió redonda, con un segundo puesto y peleando por ganar hasta los últimos metros. Puedo confesar que hasta semanas antes de la Behobia no había corrido nunca más de diez kilómetros, siempre he sido de distancias cortas, pero una amiga me animó a correr unos días antes la Salto 15K, se me dio bien y decidí salir en la Behobia. Qué buena decisión tomé. Acabé en el podio, algo impensable.

Siento que cada kilómetro de la Behobia es especial. Desde el calentamiento ya empiezas a sentir lo que se viene cuando te cruzas con amigos. A la zona del Bidasoa le tengo especial cariño porque guardo muchos compañeros de mi etapa en el BAT. Recuerdo el paso por Irun como algo grande. Son tantos recuerdos. En la subida a Gaintxurizketa, a la que le tenía mucho respeto, me acordé de una persona muy especial, amante del ciclismo y el atletismo, que falleció en accidente en esa zona. Creo que me dio fuerzas para subir todo ese repecho. De alguna forma todos nos acordamos de los que no están en días así. Luego viene la zona para recuperar fuerzas antes de entrar en Errenteria donde hay un ambientazo increíble. ¿Y qué decir de Miracruz? Soy de Intxaurrondo y paso a diario por esa vía. Puedo decir que me he acordado cada día de ese pasillo de gente animando a los dos lados de la calzada. Lo mismo que en la recta de La Zurriola, por donde me entreno muchas veces. Cierro los ojos y se me pone la piel de gallina. La Behobia es mucha Behobia. Es mucho más que correr.