Kathrine Switzer, con su icónico dorsal número 261.HAGEN HOPKINS
Atletismo
Kathrine Switzer: «He ido de país en país para convencer a las mujeres de su gran capacidad»
Primera mujer en acabar un maratón ·
La corredora alemana hizo historia el 19 de abril de 1967 en Boston al erigirse en la primera fémina en acabar un maratón con dorsal en 4 horas y 20 minutos
M. J. SILVANO
SAN SEBASTIÁN.
Lunes, 29 de octubre 2018, 08:24
Con una camiseta negra en la que se puede leer 'Marathon Women', Kathrine Swi-tzer realizó la entrevista por videollamada. Mucha literatura versa sobre esta icónica atleta nacida en Amberg (Alemania) en 1947. Se dice que es la primera mujer en derrotar el machismo y que su dorsal 261 se hizo eterno. Para el movimiento que lucha por la igualdad entre hombres y mujeres es un referente, y la gesta que protagonizó el 19 de abril de 1967 quedó para la posteridad. Se convirtió en la primera fémina en acabar un maratón con dorsal. Durante la prueba, Jock Semple, codirector del maratón de Boston, intentó echarle, pero gracias a su tenacidad, el apoyo de su pareja y otros corredores, pudo completar la distancia de Filípides (42,195 kilómetros). Sin saberlo entonces, rompió el techo de cristal en el deporte.
Siendo las mujeres y el deporte el eje central de la LIV Behobia-San Sebastián del 11 de noviembre, la presencia de esta ilustre maratoniana resulta muy acertada. Muy a su pesar, no podrá participar en la carrera debido a unas molestias en la cadera. En cualquier caso, participará en una conferencia bajo el epígrafe 'Binomio deporte-valores y el empoderamiento de la mujer a través del deporte' el 13 de noviembre en la Universidad de Deusto.
- Dentro de tres semanas visitará San Sebastián. ¿Por qué?
- El profesor de la Universidad de Deusto Felix Arrieta contactó conmigo y me explicó el proyecto 50/50/25, que busca conseguir la paridad plena en la participación para el 2025 en la Behobia-San Sebastián, algo que me parece muy admirable. Alazne Mujica, que es también docente titular en la Universidad y corredora habitual junto con Iñigo Etxeberria, director de la carrera, tuvieron la idea de invitarme a Donostia. Todo lo que escuchaba me sonaba muy bien y no me pude negar.
- Tuvo que demostrarse a sí misma, a su entrenador y al mundo entero que las mujeres estaban capacitadas para hacer un maratón. ¿Cómo le marcó esta experiencia?
- Me sentí muy emocionada. Pasé del miedo a la euforia plena. Todavía guardo la imagen de ver acercarse a mí por detrás a un hombre con la mirada enrabietada y furiosa tratando por todos los medios de apartarme de la carrera. Por suerte, no lo consiguió.
- ¿Aún hay muchos Jock Semple?
- Por suerte, esta barrera se rompió, aunque hay que seguir dando pasos en otros aspectos de la vida. Las mujeres tenemos todavía un largo camino por recorrer. Soy ultradefensora de los derechos de las féminas.
- ¿Cómo se gestó correr el maratón de Boston?
- Empecé a correr a los 12 años y fue algo casual. Era una niña flaca e insegura. Me quería entrenar para entrar en el equipo de hockey sobre hierba. Mi padre me animaba para que corriera una milla al día (1.609,34 metros). Cuando corrí esa milla, aunque finalmente no entré en el equipo, me convertí en una persona muy empoderada. Poco a poco descubrí mi gusto por las distancias largas. Cuantas más millas hacía más me gustaba. Estando en la Universidad de Syracusa (Nueva York) di con Arnie Briggs, que entrenaba al equipo de cross masculino.
- Para que Amie Briggs, su entrenador le creyera, tuvo que correr 50 kilómetros
- Con 20 años mi vida giró por completo. Salía a correr con él. En muchas ocasiones me iba relatando historias maravillosas del maratón de Boston y yo le sugerí que quería probar también esa emoción. Él me dijo sin titubear que las mujeres no podíamos correr el maratón de Boston. Le comenté muy en serio que me prepararía y estaría en forma para la gran cita. Se quedó realmente sorprendido. De forma muy seria me dijo que si podía mostrarle en la práctica que podía correr la distancia del maratón -26 millas y 385 yardas (algo más de 42 kilómetros)-, él sería la primera persona en llevarme ahí.
- Y...
- A falta de tres semanas corrimos 31 millas (49 kilómetros). Él terminó desmayándose. Ya no dudó y fiel a su palabra me inscribió en la prueba. Me dijo que no había nada sobre género en el reglamento y ni nada sobre género en el formulario. Yo le contesté que vale. Me hice cargo de los dos dólares estadounidenses y me registré con mis iniciales K.V. Switzer, que es el apellido de mi padre de origen alemán.
«El dorsal 261 se ha convertido en eterno y desde Boston, siempre lo llevo conmigo»
«El atletismo me ha dado todo, desde mi marido a mí misma, me ha hecho ser quien soy a día de hoy»
- Y le asignaron el famoso dorsal 261.
- Este dorsal se ha convertido en eterno. Siempre lo llevo conmigo. En todas las carreras que he participado lo he lucido con mucho orgullo. Simboliza todo para el empoderamiento de la mujer a través del deporte. Fue un día increíble a pesar de la nevada y del fuerte viento que tuvimos que soportar. Corrí con un pantalón largo de color gris y llevaba puesta una bonita camiseta, pero tenía tanto frío que no fui capaz de quitarme mi pesado suéter de entrenamiento.
- ¿Puede relatar la carrera?
- Tenía tantas ganas que las primeras dos millas estuvieron fantásticas. Los medios de comunicación que siguieron el desarrollo de la carrera se percataron de mí y se volvieron locos. «¡Una chica en la carrera! ¡Tiene un número!», gritaban. Recuerdo que también nos hicieron fotos.
- Pero de repente, todo cambió.
- Escuché detrás de mí el sonido de unos zapatos de cuero y vi a un hombre de mirada furiosa. Me asusté muchísimo. Fue algo aterrador. Me cogió por los hombros y me empujó hacia abajo. Trató de quitarme el número del pecho. Me decía: «Sal de mi maldita carrera y entrégame esos números». Mi novio se interpuso y le sacó fuera de la carrera. Sobre la milla 21, la rabia se me pasó. Me decía a mí misma que no podía seguir corriendo enfadada. Le dije a mi entrenador que tenía que terminar esta carrera, aunque fuera a cuatro patas, porque si no la terminaba nadie creería que las mujeres podían hacer una maratón, que las mujeres debían estar en este tipo de pruebas. Cuando llegué a meta, sentí que tenía un plan de vida, una meta, un propósito para cumplir. He tenido que ir de país en país para convencer a las mujeres de esto y me consta que muchas cambiaron de actitud. Comenzaron a creer en su valía, en que ellas también podían. Suelo decir que empecé la carrera como una chica y la acabé como una mujer
- ¿Qué significado tiene el atletismo en su vida?
- Me ha dado todo: mi marido, mi religión, mi carrera, los viajes, los amigos, la salud... Sobre todo, suelo decir que me ha dado a mí misma, la que soy hoy en día.
- ¿Dónde vive actualmente?
- Vivo al Norte de Nueva York, con mi marido, que es también todo un apasionado del running.
- ¿Tienen hijos?
- No.
- ¿Sigue participando en pruebas atléticas?
- Sí, por supuesto, aunque ahora estoy lesionada. Un día corriendo me hice daño en la cadera. Me hubiera gustado participar en la Behobia, pero no voy a poder recuperarme para entonces. En abril hice el maratón de Londres y, de nuevo, me volví a encontrar con las sensaciones de una prueba mágica como es el maratón. Durante toda mi vida he participado en grandes circuitos de maratón como el de Nueva York, Chicago o Londres, pero el de Boston para mí es el más especial. Jamás podré olvidar lo que viví allí. Otro momento muy importante en mi palmarés fue el triunfo que conseguí en el maratón de Nueva York (1974).
- ¿Conoce San Sebastián?
- No, nunca he estado en esta ciudad. No hablo español, es una asignatura pendiente. Agradezco mucho a la organización de la Behobia y a la Universidad de Deusto que me hayan invitado. Estaré en la feria del Corredor, en Ficoba, y el 13 de noviembre participaré en una conferencia en Deusto a las 9.30 horas. Creo que será muy interesante para el público. Es todo un honor que se hayan acordado de mí y será un auténtico placer estar en esta provincia donde hay muy buenos atletas y mucha pasión por el running popular.
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