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Hoy se disputa la Azkoitia-Azpeitia, una de las clásicas del calendario de atlético en Gipuzkoa. Los fondistas africanos pelearán por las txapelas, acompañados a buen seguro por sus zapatillas con placa de carbono. Pero no serán los únicos que las calcen. Habrá decenas de corredores que también las lucirán, sin importar cuál es el ritmo al que corren. La imparable revolución de este tecnológico calzado deportivo es cada vez más popular.
Muchos conocen sus bondades, pero también hay quienes hacen oídos sordos cuando se les presentan sus inconvenientes. Porque, como diría aquel, 'haberlos haylos'. Con estas zapatillas se puede mejorar, sí. Pero, cuidado, no es todo oro lo que reluce. «Únicamente se las recomendaría a los que cuiden su técnica al correr y a quienes sean capaces de ir a ritmos inferiores a los cuatro minutos por kilómetro, incluso 3:45», afirma Sergio Román, veterano atleta guipuzcoano curtido en mil batallas.
Él no duda a la hora de emplearlas, tanto entrenando como compitiendo, pero advierte: «A un corredor popular que empieza ahora o que no tiene una técnica trabajada le recomendaría que, primero, se fijara en zapatillas con mucha espuma que les proteja adecuadamente, pero sin placa».
Fue en 2017 cuando Nike, con Eliud Kipchoge como emblema y en busca de que el ser humano bajara de las dos horas en maratón, revolucionó el mundo de las zapatillas de running con las placas de carbono. Eran prototipos. Poco a poco, y con un debate tremendo por detrás sobre su legalidad y sus límites, comenzaron a ser habituales entre la élite. Ya en 2019, con unidades limitadas en las tiendas, Román las pudo testar. «Mi primera vez fue en la 10K de la Gimnástica de Ulía, en 2019, con unas Nike Vaporfly. Literalmente, flipé. Era otro mundo».
Desde entonces, ha probado diferentes modelos del gigante estadounidense, de Puma... y ahora se siente «cómodo» calzando Asics, concretamente el modelo Metaspeed Sky+ París. «Ya todas las marcas emplean esta tecnología, con diferentes variantes, eso sí. Adidas, por ejemplo, inicialmente se aventuró con placa en la parte trasera de la zapatilla y varillas en la parte delantera. Se llegaban a partir. Yo, particularmente, le doy muchísima importancia a las espumaciones. Diría que son igual de importantes o incluso más que las placas. Y esa combinación es lo que ha revolucionado este mundillo».
Román lleva ya años testando diferentes modelos y confiesa ser «un friki de las zapatillas. Está claro, e insisto en que la clave está en la técnica, que te ayudan. Y no únicamente por esa mejora de dos o tres segundos por kilómetro; también en la recuperación muscular tras los entrenamientos y, por supuesto, en el menor desgaste en carreras de larga distancia. Por ejemplo, en un maratón, antes se sufría muchísimo muscularmente a partir del kilómetro treinta. Llegabas destrozado. Ahora ese desgaste es menor. Y la espuma también protege más».
En esta misma línea se pronuncia Sara Villasante. La fondista donostiarra, segunda en la Behobia de 2023 y que viene de la velocidad de la pista, cree que «impulsan más. Sí que habrá una mejora de unos pocos segundos por kilómetro, pero la principal ventaja pienso que está en la recuperación, que es mucho más rápida. Y me pasa lo mismo cuando me pongo las zapatillas de clavos (Nike Dragonfly en este caso) para hacer series en pista».
Pero, claro, para esto hay que saber «pisar bien. Si entras de metatarso, la zapatilla te devolverá y ayudará. Pero si pisas de talón, lo que ocurre normalmente cuando se corre a ritmos más lentos, el efecto rebote puede llegar a generar más lesiones. Hay que pisar como la zapatilla pide. Antes las zapatillas se hacían al pie de cada uno, se adaptaban... Ahora, en cambio, es el corredor el que tiene que amoldarse a este calzado con placas de fibra de carbono para sacarle rendimiento», sigue Román. A lo que Villasante añade: «Quien empuje porque tiene una buena técnica notará mucho más la ayuda de la zapatilla. Cuanto más rápido corras, más rendimiento les vas a sacar. A ritmos lentos no tengo claro que merezcan la pena».
Él ha probado diferentes marcas, pero ella es fiel a Nike. «De asfalto, con placa, uso las Vaporfly o las Alphafly. Las segundas diría que impulsan más y que te obligan a correr más de metatarso». Y esto, claro, también hay que saber hacerlo para evitar problemas físicos.
Otro de los elementos clave que un corredor debe tener en cuenta al plantearse comprar una zapatilla con placa de carbono es la durabilidad. «A pleno rendimiento no aguantan muchos kilómetros», sentencia Román.
El hecho de que decenas de marcas ya comercialicen este tipo de zapatillas ha hecho que la variedad de precios también sea evidente. Y también aquí hay diferentes gamas. ¿La media? En torno a los 180 euros. Decathlon, por ejemplo, con su apuesta por su marca Kiprun (un contrato de un millón de euros anuales han firmado con el fondista galo Jimmy Gressier, sin ir más lejos), ofrece modelos desde los cien euros y hasta los 220.
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A. González Egaña y Javier Bienzobas (Gráficos)
Lucía Palacios | Madrid
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