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El Mundial de las sorpresas. Si alguien apostó antes del torneo que la final iba a ser un Argentina-España, o se ha pegado un buen atracón culinario, o se va a pasar un fin de semana en un spa, porque los dividendos habrán sido ... cuantiosos y jugosos. Ni los NBA, aniquilados antes de la lucha por las medallas; ni la intratable Serbia, heredera del kosarka ochentero y noventero; ni la física Francia, que se cargó a los yankees; ni la extraña Australia, dividida entre enormes jugadores y otros menores; ni la Grecia del MVP Antetoukompo, ni Italia, ni Turquía, ni Lituania.
El último torneo FIBA ha deparado sorpresones por doquier y ha encumbrado a los herederos de la generación dorada. No están ya ni Raúl López, ni José Manuel Calderón, ni Felipe Reyes, ni Juan Carlos Navarro. Pau Gasol lesionado y varias renuncias no ponían a la selección de Scariolo en el quinteto de favoritos. Sin embargo, el combinado español ha ido tomando temperatura ha medida que pasaban los partidos. Un primer tramo de calendario donde sembró varias dudas, sobre todo en el partido ante Irán, donde tuvo que pisar el acelerador para sacarlo adelante. Llegó Italia, primer test importante, donde se sacó sin grandes alharacas. A Serbia se le noqueó y quizá fue el momento en el que los escépticos cambiaron de opinión y soñaron con las posibilidad de pelear por un metal
El talento de Pau, Navarro, Garbajosa, Reyes, Calderón... dejó paso a un juego de equipo con mayúsculas, forjado en una defensa, dos figuras como Marc Gasol y Ricky Rubio (excelentes defensores además) y varios secundarios que en momentos de partido tenían un papel principal. Un día Llull, otro Claver, los fogonazos de Pau Ribas, momentos de Oriola... Sin olvidar el talento puesto al servicio de Scariolo de Rudy Fernández.
Polonia fue un trámite y llegó el partido de los partidos. La semifinal ante Australia, un choque difícil de olvidar, fue el no va más para los seguidores al deporte de la canasta. El cuadro de Scariolo estuvo con un pie fuera de al final, perdía por once puntos, sin embargo las caras de los jugadores no se descompusieron. Poco a poco fueron pelando la diferencia, se forzó la prórroga, se volvió a empatar y con un combinado oceánico exhausto, España le dio la puntilla personificado en dos triples de Llull y una actuación colosal de Marc Gasol. El de Sant Boi hizo 33 puntos. En la primera parte (dos primeros cuartos) no metió ninguna canasta en juego y solo había anotado 4 tiros libres. Sus últimos 30 minutos son historia. Se disfrazó de su hermano Pau imitando el oro en el Eurobasket de Francia de 2015.
El gen competitivo de la selección, unido a las sabias manos del de Brescia y la confianza con el resto de ayudantes (todos ellos entrenadores de primer nivel) fue un cóctel que derivó en el triunfo de la fe. Y es que muchos de los jugadores están acostumbrados a, por lo menos veinte o más partidos (de NBA, de Euroliga, Eurocup, Copa del Rey o ACB), resolverlos en finales apretados. A tener que remontar, a conservar rentas, a hacer defensas especiales, a poner el foco en detalles que dan campeonatos. Y todo eso salió.
Uno de los ausentes del campeonato por ser el último en retirarse de la selección, Felipe Reyes, declaraba que «como dijo Marc (Gasol), a la selección hay que apoyarla siempre, aunque no vayan bien las cosas. Desde la distancia duele que se hable mal, pero al final la selección ha callado bocas a gente que a la mínima se echa encima», reconoció Reyes, que espera que un éxito como el del Mundial «haga recapacitar a la gente y dejen de desconfiar tan rápido en jugadores que han dado tantas alegrías durante tantos años». El capitán del Real Madrid, que se retiró hace dos años de la selección, tras 236 partidos con España, un título mundial, tres europeos y tres medallas olímpicas, dijo haber vivido el Mundial de China «como un aficionado más, viendo a amigos competir al máximo y consiguiendo algo que nadie esperaba». «Ojalá el título del mundo vuelva a aficionar a la gente al baloncesto, como pasó en 2006, cuando ganamos en Japón, y que los chavales se sigan apuntando al baloncesto en los colegios».
Un triunfo total, basado en el equipo y la defensa y con varios puntales diferenciadores. España ganó bien a Italia, sacó los colores a Serbia, cumplió el expediente con Polonia, se disfrazó de supermán ante Australia y no podía fallar en al final ante Argentina. Sobre todo porque es mejor equipo que el albiceleste. Los focos han apuntado a Ricky, MVP, y a Marc Gasol, pero ha habido muchos héroes a los largo del campeonato. Así de mágico es este deporte. Ba-lon-ces-to para Pepu Hernández y Pa-lla-ca-nes-tro para Sergio Scariolo.
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