Imanol Álvarez, el hombre tranquilo

Entre un viaje y otro, Imanol ha evolucionado como entrenador. Poco queda de aquel joven que después de finalizar su carrera como jugador (Arrate, Barakaldo, Caja Vital, Arrasate y Vinarós) asumió la dirección del Arrate iniciando una fructífera etapa como entrenador.

Nacido en Ermua en mayo de 1967, Imanol estaba destinado a entrenar al Arrate en Asobal en 2011 después de haber pasado por todas las categorías. Pero los problemas económicos que castigaron al club impidieron ese movimiento. «Aquello fue un palo para él», recuerdan quienes mejor le conocen.

Imanol encontró en el balonmano femenino la tabla a la que agarrarse. En mayo de 2013 recibió la llamada del Bera Bera para suplir a Reyes Carrere. El reto era importante porque el club venía de ganar su primer triplete. El ermuarra respondió con nota repitiendo tres títulos. En aquella temporada 2013/14, la buena imagen ofrecida por el equipo en la fase de grupos de la Champions no se vio reflejada en resultados porque solo se ganó un partido. En cualquier caso, lo peor no fue eso, sino el daño que jugar en Europa causó a las arcas del club. Imanol fue capaz de gestionar con acierto una plantilla desconocida para él que venía de ganarlo casi todo. En el grupo coincidió con nombres conocidos por toda la afición guipuzcoana como Ziarsolo, Elorza, Temprano, María Núñez... Continúan de entonces Menéndez, Etxeberria (a la que hizo debutar) y Arrojeria.

El éxito sobre la cancha, sin embargo, no tuvo correspondencia fuera. Le costó a Imanol manejar el vestuario y tampoco la directiva tenía plena confianza en él, así que en mayo de 2014 aludió «temas personales» para poner fin a su ciclo en el club. Esa etapa coincidió con el nacimiento de su segundo hijo. Le suplió Aitor Etxaburu.

Imanol se alejó del primer plano durante cuatro años hasta que alguien en el Bera Bera descolgó el teléfono para ofrecerle el cargo en sustitución de Montse Puche. «Sueño con repetir el triplete», aseguraba el ermuarra en su presentación. Seis temporadas y nueve títulos después, ha cumplido ese deseo en un momento de madurez, reconocido como uno de los entrenadores mejor valorados de la categoría y sin síntomas de desgaste. O por lo menos eso parece.

El entrenador se ha ganado el respeto del club. Se siente valorado y eso también le permite tener la fuerza necesaria para manejar el vestuario. Transmite serenidad y confianza a sus jugadoras, aunque siempre sea difícil contentar a todas con minutos. En este sentido, guarda una gran similitud con quien fuera uno de sus maestros, el expreparador de la extinta Juventud Deportiva Arrate Viktor Debre.

Desde hoy, con el triplete bajo el brazo, su reto pasa por recomponer la plantilla, de la que se caen siete jugadoras. En los cuadernos y lápices que siempre le acompañan en los viajes estará posiblemente la respuesta.