
Susana Fraile: «Los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 son la cumbre de mi carrera deportiva»
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La zumarragarra es una de las deportistas guipuzcoanas más importantes del siglo XXISalir de tu hogar y de tu tierra para ganarte la vida es una decisión difícil de tomar. Pero es la alternativa que eligió Susana ... Fraile (Zumarraga, 1978) para seguir creciendo como jugadora de balonmano. Dio sus primeros en Zumarraga y luego en el Arrate, pero el grueso de su carrera se desarrolló en el histórico Balonmano Elda Prestigio, donde terminó retirándose con honores hace una década. Es una de las pioneras de la época dorada del balonmano femenino estatal. Afincada en Alicante desde hace once años, es feliz lejos de casa, aunque sigue echando de menos su tierra, Gipuzkoa. Ahora forma a jóvenes jugadoras.
– ¿Cómo le va la vida por Alicante?
– Bien, la verdad, no me quejo. Llevo ya viviendo en Torrevieja (Alicante) once años. Me retiré y vine a esta ciudad. Ahora soy entrenadora. Y eso que cuando me retiré quería desvincularme del balonmano...
– ¿Ah, sí? Pues sigue en el 40 x 20...
– Sí, sí, ya ve... (risas) Lo cierto es que volví enseguida, no tardé ni un año en regresar a las canchas. El balonmano es mi pasión, y gracias a Dios he podido vivir de ello. Ahora me dedico a formar a jóvenes jugadoras, quiero enseñarles a amar y a entender este deporte. Fueron muchos años para mí en la élite, con un alto nivel de exigencia jugando liga, Copa de la Reina, competición europea, viajando con la selección...
– ¿Cómo vive el balonmano desde los banquillos?
– Antes de nada, quiero dar las gracias a todas las jugadoras que entreno y he entrenado, por hacerme vivir otra vez las mismas sensaciones que cuando jugaba. Me produce mucha satisfacción verles jugar, aprender, competir... El trabajo va dando sus frutos, poco a poco, y eso me gusta mucho. Estoy enganchada.
– ¿Lo de dirigir ya lo pensaba en su época de jugadora?
– Bueno, mientras estuve en Elda entrené en el colegio, creo que durante cuatro años. Pero no me lo había planteado mucho. Después, llegué a Torrevieja. Aquí no había balonmano y jugaban muy pocas niñas. Nos plantearon el proyecto de fomentar el deporte femenino y, mire, ahora hay dos equipos por categoría: alevines, infantiles, cadetes, juveniles, sénior...
– ¿Tiene alguna aspiración profesional?
– No, no. No creo que me vaya a sacar el título de entrenadora nacional. Disfruto mucho así, trabajando en la base, viendo la progresión de las jugadoras y metiéndoles el gusanillo del balonmano.
– ¿Explica a sus jugadoras cómo empezó a jugar?
– Lo mío arrancó en el colegio, como casi todas, vamos. Mi hermana fue jugadora en División de Honor, en el Hernani. Veía lo que vivía gracias al balonmano y eso me motivó mucho.
– Para los jóvenes que no le hayan visto jugar, ¿cuál era su estilo?
– Era lateral izquierda, lanzadora. Mi punto fuerte era el lanzamiento exterior. Creo que fui una jugadora que no defendía mal y que dominaba todas las facetas del juego. Además, sabía interpretar bien el juego y tomar las decisiones correctas.
– Acudió muchos años a la selección. ¿Qué recuerda de la primera llamada de la absoluta?
– Sinceramente, alucinaba las primeras veces que me convocaron. Pensaba: «¿Me llaman a mí? ¿En serio?». Es verdad que ya había estado en categorías inferiores. Creo que la primera convocatoria con la absoluta fue en 1998. Era muy joven. Poco a poco fui ganándome un sitio y haciéndome importante en el equipo. Empecé a ser consciente de que podía ser buena de verdad. Jugué competiciones grandes como europeos, mundiales... Ahora es cuando veo la magnitud de lo que he vivido.
– Y la guinda de todo, los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Han pasado ya diecisiete años...
– Madre mía, cómo pasa el tiempo. Sin duda, ese es el momento cumbre de mi carrera deportiva. Un punto y aparte en mi trayectoria en el balonmano. Era una de mis grandes aspiraciones, y lo conseguí. Es más, le doy también muchísima relevancia al hecho de lograr la clasificación. Era la primera vez que lo hacíamos por méritos propios, y además ganando a una potencia mundial como Noruega, que era un equipazo.
– Eso le marcó.
– Fue un antes y un después, no solo para mí, sino para el balonmano femenino de España. Fuimos conscientes de que nosotras también podíamos conseguir grandes cosas. Después, la experiencia olímpica resultó algo espectacular. Era un mundo paralelo para nosotras, una ciudad con todos los servicios, te cruzabas con estrellas de otros países...
– Cuartos de final, diploma olímpico... No les fue mal.
– Sí... Pero si le soy sincera, me quedó la sensación de poder haber hecho algo más. Quedamos sextas al final pero, insisto, siento que teníamos dentro más de lo que dimos. Me va a quedar esa espina para siempre, pero también el regusto dulce de haber podido lograr la clasificación para unos Juegos Olímpicos. Fíjese ahora, parece que las Guerreras están obligadas a ir siempre a unos Juegos. Las cosas han cambiado mucho.
– Como guipuzcoana, seguirá al Bera Bera.
– Por supuesto. ¿Qué puedo decir yo? Es un club espectacular. Observo una regularidad tremenda en todo lo que hacen. Parece fácil, pero no lo es. Hay un gran trabajo y muchísima profesionalidad detrás de estos éxitos. Cuando yo era jugadora, no ganaba títulos pero seguía siendo un club muy profesional. Ahora están recogiendo todo lo sembrado. Aunque a veces tienen más medios y otras cuentan con menos, siempre están ahí, dando el callo. Se merecen todos estos premios.
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