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En Pavía, donde mañana arranca la 116ª Milán-San Remo, la elegancia de las cargas de caballería sucumbió por primera vez en la historia bajo ... la prosa de las armas de fuego, hace 500 años. Hasta el mismísimo rey de Francia cayó en la batalla. Tadej Pogacar (UAE) también necesita cambiar las reglas de la guerra de la 'Classicissima' si quiere ganar el primer monumento de la temporada. Deberá inventar algo nuevo y mejor. Y lo sabe: «Tengo la sensación de que puede convertirse en mi maldición –ha reconocido el genio esloveno–. He estado cerca de ganarla, pero la siento como si estuviera lejana».
La salida neutralizada pasará ante el Castello Visconteo, donde la famosa batalla de 1525. Pogacar, de arcoíris, saldrá en busca de la primavera. En los 289 kilómetros hasta San Remo tendrá tiempo de pensar en qué hacer para librarse de los sitiadores de su fortaleza, que en esta carrera son más que en ninguna otra. Sus métodos habituales no sirven en la clásica más fácil de correr y más difícil de ganar. Fue tercero el año pasado, cuarto en 2023 y quinto en 2022. «Puede convertirse en mi maldición...».
Necesita soltar a los gigantes en las suaves colinas de la Riviera di Ponente (los capos, la Cipresssa y el Poggio). Ganna, Van der Poel, Pedersen, Milan, Philipsen, Kooij... El último campeón de mundo en ganar vestido de arcoíris en San Remo fue Giuseppe Saronni, en 1983. Solo tres ciclistas más lo han logrado: Alfredo Binda (1931), Eddy Merckx (1972 y 1975) y Felice Gimondi (1974). Otro aliciente para el esloveno.
Por supuesto, en aquel pandemónium de 1525 había un guipuzcoano en el ajo. El hernaniarra Juan de Urbieta fue el encargado de desmontar de su caballo a Francisco I y le arrebató la espada. Mañana en Pavía habrá dos guipuzcoanos en la salida, Alex Aranburu y Xabier Mikel Azparren. El ezkiotarra correrá con un dorsal aristocrático, el 31, jefe de filas de un equipo francés. Ha sido dos veces séptimo en vía Roma, conoce el camino, y sueña con ser el hombre que descabalgue a Pogacar. Perseguir la gloria a veces es una empresa descabellada, pero siempre es un afán imprescindible. El donostiarra será el escudero del único 'pequeño' que cuenta: Tom Pidcock.
Como hace cinco siglos, todos los idiomas de la vieja Europa se escucharán en Pavía. Trescientos kilómetros más adelante, en pleno zafarrancho, habrá un escándalo ininteligible, como en todas las batallas. Pogacar no ha ganado en San Remo, pero sabe italiano: tiene cuatro Lombardías.
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