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Decidido a reinventarse desde que vio la luz subiendo al Stelvio en el Giro de 2020, el Ineos no terminaba de encontrarse. Bajo el duomo milanés, el cerebro del equipo inglés, David Braislford, prometió al mundo que nunca más serían ese bloque apabullante que buscaba ... ganar por aplastamiento. Que a partir de ese momento, su objetivo sería hacer feliz a la gente. Necesitaba encontrar la manera.
Y la empresa está resultando costosa al equipo más caro del mundo, unos 50 millones al año. Superado por el Jumbo y por Tadej Pogacar (UAE), parecía que el Ineos venía ejerciendo de segundón. Era más una impresión que una realidad, porque nunca ha dejado de ganar carreras importantes: la Itzulia con Daniel Felipe Martínez, la Amstel Gold Race con Kwiatkowski y la Flecha Brabanzona con Magnus Sheffield en los últimos ocho días, por no irse más lejos a buscar. Han ganado 18 carreras esta temporada, incontables desde su fundación como Sky en 2010. Lo han ganado todo... Todo no.
El equipo inglés nunca había ganado la París-Roubaix. No había dado con la fórmula. Hasta ayer. Y lo hizo a lo grande, con una finura estratégica que remite a aquella tarde en Milán en la que Braislford prometió belleza. En unas regiones arrasadas por la crisis, sin empleos, con las chimeneas apagadas, Ineos decidió instalar una ingeniería para ganar la París-Roubaix. El futuro no son los altos hornos a mil grados de temperatura, es el conocimiento. Y se puso manos a la obra para ganar la carrera más primitiva del calendario, un triunfo profundo, regenerador.
Entró en solitario en el velódromo de Roubaix uno de sus aristócratas, Dylan van Baarle, esa clase de corredor que anda tanto que se olvida de ganar. La de este domingo es solo su sexta victoria, a los 29 años, pero sus puestos son innumerables. Fue segundo en el Tour de Flandes hace quince días. Ayer, en la París-Roubaix más rápida de la historia (45,79 kilómetros por hora de media) lanzó su ataque definitivo en Camphin-en-Pévèle, a 18 de meta, saliendo de forma perfecta al contraataque cuando el grupo atrapó a su compañero Ben Turner. Nadie atajó el contrapié del holandés y ya no le volvieron a ver hasta la meta. Wout van Aert (Jumbo) –como se preveía, a pleno rendimiento pese a reaparecer tras el Covid– y Stefan Küng (Groupama) llegaron a 1:47 para completar el podio.
Fue el remate a una estrategia coral del Ineos, que corrió la Roubaix como un todo y no solo como una cuestión de los tramos adoquinados. Los ingleses reventaron la carrera a más de 200 kilómetros de la meta. Aprovecharon el viento para formar un abanico que dejó cortados a todos los favoritos, entre ellos Van Aert, Kung y Mathieu van der Poel (Alpecin). Con la maniobra les obligaron a correr todo el día a la contra y eso, a este nivel, es muy poco recomendable. Todos se juntaron antes del bosque de Arenberg, pero la paliza ya era seria. Van Aert, además, sufrió un problema mecánico en el tramo más mítico de la prueba, lo que le obligó a otra persecución. Van Baarle ya se había movido en Mons-en-Pévèle, a 45 de meta, seleccionando el grupo de favoritos, donde ya nadie lograba ocultar la cara de sufrimiento. La labor del Ineos hacía mella.
Solo un factor se escapaba del control del Ineos, un imprevisto en la labor de ingeniería. Matje Mohoric (Bahrain). El ganador de la Milán-San Remo cabalgaba al frente rodeado por meritorios de todos los equipos aventureros, sobre todo por los fenomenales Pichon (Arkea) y Devriendt (intermarché). Este último no subió al podio por centímetros, superado por Kung in extremis.
En San Remo, Mohoric pareció Galileo Galilei descubriendo que la tierra es redonda. Aquella ocurrencia de usar una tija de sillín móvil, como si hubiera ganado por eso y no porque es buenísimo. Este domingo se dejó de avances científicos y tiró de lo de toda la vida. La tierra es plana y punto. Es plana cuando pasa Mohoric porque la aplasta con su poder, con su pedaleo tremendo. Después de todo el día escapado, cuando le cogieron los favoritos les siguió atacando y se fue de ellos. Pinchó y volvió y si no fue segundo fue porque un espectador tiró a Lampaert (Quick-Step) cuando iban juntos detrás de Van Baarle, que les acababa de soltar en Camphin-en-Pévèle, y solo ya no pudo más, después del día que llevaba encima.
1. Dylan van Baarle (Ineos) 5h37:00
2. Wout van Aert (Jumbo) a 1:47
3. Stefan Küng (Groupama) a 1:47
4. Tom Devriendt (Intermarché) a 1:47
5. Matej Mohoric (Bahrain) a 1:47
6. Adrien Petit (Intermarché) a 2:27
7. Jasper Stuyven (Trek) a 2:27
8. Laurent Pichon (Intermarché) a 2:27
9. Mathieu van der Poel (Alpecin) a 2:34
10. Yves Lampaert (Quick Step) a 2:59
11. Ben Turner (Ineos) a 4:30
12. Alexander Kristoff (Intermarché) a 4:33
13. Florian Sénéchal (Quick-Step) a 4:36
14. Jordi Meeus (Bora) a 4:47
15. Matis Louvel (Arkea) a 4:47
16. Taco van der Hoorn (Intermarché) a 4:47
17. Greg van Avermaet (AG2R) a 4:47
18. John Degenkolb (DSM) a 4:47
19. Andrea Pasqualon (Intermarché) a 4:47
25. Iván García Cortina (Movistar) a 4:47
El suyo fue un carrerón de categoría, pero el día estaba para otra cosa. Braislford esperaba a Van Baarle en el velódromo. Eso era lo que llevaba dos años buscando. Eso. Pero no le va a salir gratis. Van Baarle acaba contrato.
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