![La batalla infinita por la credibilidad](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2023/07/20/85704223-kiyG--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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En dos días, el Tour ha caído en la melancolía. La impresionante contrarreloj de Vingegaard (Jumbo) el martes y el hundimiento de Pogacar (UAE) el miércoles han cambiado el rostro de la carrera, que llegó a los Alpes alegre y combativa y sale hacia París ... resignada bajo el yugo del danés. Tan evidente es su superioridad y tan segura su victoria que su escudero más dotado, Wout van Aert, se fue a Bélgica a asistir al nacimiento de su hijo.
La tiranía de un patrón no es novedad en el Tour y tampoco la única razón de la tristeza. A la caída del favorito del público se añade la nube negra de la sospecha que se ha instalado en el cielo de Francia y oscurece la carrera. Todos los controles antidopaje han sido negativos, igual que las inspecciones de las bicicletas en busca de motores ocultos.
El Tour abrió la puerta de este operativo la noche del miércoles para intentar aportar aún más trasparencia, si cabe. El encargado de la lucha contra el dopaje mecánico es Michael Rogers, exciclista australiano subcampeón del mundo júnior contrarreloj en Donostia en 1997. Un mecánico desmontó la bici de Vingegaard y se inspeccionaron también las de Felix Gall, Carlos Rodríguez, Pogacar, Kuss, Simon Yates, Hindley y Adam Yates. Todas, como sucede invariablemente desde el inicio del Tour, con el mismo resultado: todo en regla.
Con los controles antidopaje a los corredores sucede lo mismo. El líder se somete a uno a diario por ser el maillot amarillo. Tras la jornada de descanso, pasó cuatro en 48 horas. Vingegaard atiende con paciencia franciscana a las preguntas a este respecto cada día: «Para mí es complicado decir algo más. Comprendo que resulta difícil para la gente confiar en el ciclismo a causa del pasado que tiene, pero ahora todo el mundo lo practica de forma diferente de hace diez años. No tomo nada y no tomaría nada que no daría a mi hija», dijo el maillot amarillo.
La contrarreloj siempre ofrece datos y los números son objeto de comparaciones, mucho más evidentes que las 'sensaciones' de un ciclista. Las enormes diferencias del martes encendieron todas las luces de alerta, por ser tan llamativas. Vingegaard sacó 4.37 segundos por kilómetros al segundo clasificado, Pogacar, y 7.63 al tercero, Van Aert. El paradigma de lo que significa destrozar el Tour en una contrarreloj es lo que hizo Miguel Indurain en Luxemburgo en 1992. Sobre 65 kilómetros aventajó al segundo, Armand de la Cuevas, en 3:00 y al tercero, Gianni Bugno, en 3:41. Trasladados los números de Vingegaard a aquella etapa –comparación imposible por la distancia, porque una era llana y la otra cronoescalada, han pasado treinta años, el material, las carreteras, los rivales....–, el danés habría metido al segundo 4:45 (el tiempo que perdió Pedro Delgado en Luxemburgo, décimo) y al tercero 8:15. La comparación no sirve, pero puede ayudar a hacerse una idea de la dimensión del golpe que dio el martes.
4:45
habría sacado Indurain al segundo en la crono de 65 kilómetros en Luxemburgo de 1992 si hubiera logrado la diferencia de 4.37 por kilómetro de Vingegaard sobre Pogacar el martes. Al tercero le habría metido 8:15. Indurain aventajó en 3:00 a De las Cuevas y en 3:41 a Bugno
Cuando Vingegaard habla de la carga del pasado, ¿cuál es ese pasado? El palmarés del Tour entre 1999 y 2011 es la historia de la vergüenza. En todas esas ediciones hubo por lo menos un descalificado por dopaje entre los diez primeros en París. Ocho veces aparece el nombre de Lance Armstrong, por sus siete 'victorias' y su tercera plaza de 2009. Todas anuladas. En 2002, 2003, 2004, 2009 y 2010 dos top-10 fueron descalificados, con nombres como Leipheimer, Astarloza, Contador o Menchov. En 2005 fueron tres los sancionados, Armstrong, Ullrich y Leipheimer. Aparte de Armstrong, otros dos 'ganadores' se quedaron sin corona, Landis en 2006 y Contador en 2010.
Desde 2012 hasta 2021, ningún ciclista del top-10 fue descalificado. El año pasado, Nairo Quintana fue desposeído de su sexto puesto final por el uso de tramadol, un analgésico para aliviar el dolor prohibido por la UCI pero no por la AMA, por lo que no fue sancionado por dopaje y pudo seguir corriendo.
Jonas Vingegaard | Jumbo «Comprendo que es difícil confiar en el ciclismo por el pasado que tiene, pero no tomo nada y no tomaría nada que no daría a mi hija»
Nicholas Raudenski | Internal Testing Agency «La detección del dopaje es una batalla infinita, vamos por detrás y no cambiará porque cada vez hay más dinero en el deporte»
Michael Rogers | Antidopaje tecnológico UCI «Estamos en un contacto con distintas universidades para asegurarnos de que no hay nuevas tecnologías»
Esa es la carga que arrastra el ciclismo, a pesar de la evidencia de ser el deporte que más y mejor lucha contra el dopaje en los últimos tiempos. La era de esplendor que vive está muy relacionada con esa apuesta por la limpieza, que ha alumbrado un ciclismo muy distinto, mejor no solo desde el punto de vista ético sino también deportivo.
Nicholas Raudenski, máximo responsable de la Internal Testing Agency, entidad independiente encargada de los controles antidopaje del Tour y de muchos otros deportes, reconoce que «siempre vamos por detrás en la detección del dopaje» y que «es una batalla infinita. No cambiará nunca, porque cada vez hay más dinero en el deporte».
El Tour se acerca a París con todo resuelto y la sensación de que la batalla por su credibilidad es eterna.
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