Iñaki Izquierdo
Martes, 2 de julio 2024
Al paso por Fenestrelle, aún en Italia, Jonas Vingegaard (Visma) miró a su derecha y se hizo ilusiones. Allí se alza una magnífica fortaleza. Imponente con su muralla. Construida en el siglo XVIII, nunca sufrió ningún ataque. Sus defensores, como el teniente Drogo del 'Desierto ... de los Tártaros', jamás vieron acercarse a enemigo alguno. No puede decir lo mismo el danés. Noventa kilómetros más adelante, ya en Francia, a la altura del túnel del Galibier, a Vingegaard se le vino encima TadejPogacar (UAE), su adversario infinito.
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El esloveno arrancó a ochocientos metros de la cima, después de que su equipo hiciera un trabajo intimidante en la subida del coloso. El UAE da miedo. Vingegaard siguió la rueda de Pogacar pero solo pudo aguantar 300 metros. No volvió a verle hasta la meta. El ganador de las dos últimas ediciones del Tour pensaría que Émile Georget, el primer ciclista de la historia en coronar el Galibier, en 1911, tenía razón cuando dijo que «los que han hecho el túnel podían haberlo abierto más abajo»...
La distancia en la cima era de ocho segundos, pero los grandes campeones no sueltan su presa cuando la tienen sometida. Ese hueco mínimo le iba a costar caro a Vingegaard. Ocho segundos pueden no ser nada y pueden ser una brecha insalvable. En la parte técnica del descenso, el danés mantuvo el tipo, pero cuando llegó la zona de pedalear con todo el desarrollo metido Pogacar abrió brecha. No dejó que su rival se recuperase, que tomase aire, e impuso su fortaleza. Convirtió los ocho segundos de la cima en 37 en meta, que con las bonificaciones se tradujeron en 50 en la clasificación general. Un hueco inmenso para la poca diferencia en la subida. Pero las carreras acaban en la línea de meta.
Hace dos años, en estas misma carreteras –pero en sentido contrario– el entonces Jumbo dio un recital de ciclismo colectivo, desarbolando a Pogacar. Este martes fue el UAE el que trituró al Visma. Nada más superar el cruce delLautaret, el equipo neerlandés se quedó sin gregarios una vez que Matteo Jorgenson sucumbió. El UAE mantenía en cabeza a Adam Yates, Almeida y Ayuso. Nils Politt había hecho los kilómetros largos del inicio de la etapa y Marc Soler había pasado la escoba en toda la subida al Lautaret. Cumplida su labor, Yates dejó las riendas en manos del portugués y el alicantino.
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Ni uno ni otro han destacado nunca por su dedicación al trabajo estajanovista en favor de un compañero, tienen conciencia de figuras, pero en el Tour su función es correr para Pogacar. Almeida le recriminó a Ayuso que se tapase un poco y el de Jávea reaccionó rápido. Bien. A relevos, llevaron a su líder hasta la entrada del túnel del Galibier. Ayuso llegó en el grupo de Vingegaard y por la noche Matxin tendría una charla con todas sus figuras para aclarar conceptos. Muy hábil, el mánager del UAE abrazó efusivamente al alicantino en la meta, para fijar el tono antes de sentarse a hablar después de la cena.
Si el arranque del Tour en Italia estuvo marcado por la decisión, sorprendente, del Visma de adelantarse y tomar la iniciativa –con una actuación asombrosa de Vingegaard en Bolonia–, cruzada la frontera francesa en Montgenèvre la batuta la cogió el UAE. Matxin habla todos los idiomas.
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Los 50 segundos en meta fueron un premio importante, pero la estrategia del equipo de los Emiratos no pareció enfocada solo a lo inmediato. Su diseño de la etapa, sin dejar respirar a nadie todo el día, dio la sensación de tener las luces largas, de ser conscientes de que el Tour termina el domingo 21 en Niza.
15 victorias
suma Pogacar en lo que va de temporada, más que ningún otro corredor. La de este martes es la 12ª etapa del Tour que se anota. Ha ganado en las cinco ediciones disputadas
Pogacar tiene muy presente lo sucedido el año pasado, cuando llegó a la salida sin una preparación ideal. En su caso, por una caída en la Lieja-Bastogne-Lieja en la que se fracturó el escafoides, una lesión mucho más leve que el neumotórax que se produjo Vingegaard en la Itzulia de este año. El Jumbo le fue desgastando poco a poco y lo pagó al final, en la crono de Combloux y al día siguiente en Courchevel. La lógica dice que el inicio del Tour debe penalizar a quien llega más corto de preparación. Pero la lógica también dicta que un ciclista no va a más según avanza el Tour, más bien al contrario.
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De lo que puede estar seguro Vingegaard es de que no encontrará de aquí a Niza una fortaleza como la de Fenestrelle que le garantice trescientos años de paz. Tiene enfrente a Pogacar.
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