![Gran sabor de boca y cuestiones urgentes](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2023/07/24/85831800-kp8G--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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El Tour deja un gran sabor de boca y algunas cuestiones urgentes para el ciclismo vasco. Con dos triunfos de etapa y una salida por todo lo alto desde Euskadi, la edición de 2023 quedará en el recuerdo de los aficionados como una ... historia de éxito. El mundo pudo confirmar que la pasión por el ciclismo sigue intacta y las victorias de Ion Izagirre (Cofidis) y Pello Bilbao (Bahrain) remataron a lo grande la fiesta que comenzó el 1 de julio en Bilbao.
Sin embargo, el Tour, con su enorme visibilidad, ha sacado a la luz también la realidad del ciclismo vasco, que sufre dificultades estructurales en el día a día que el éxito del Grand Départ y las dos etapas ganadas no ocultan. Hay tres problemas fundamentales, uno general a todo el deporte, la baja natalidad, y dos específicos del ciclismo, la ausencia de un equipo profesional fuerte que dé salida al talento y las dificultades crecientes para organizar carreras de base.
Los siete ciclistas vascos que salieron de Bilbao llegaron a París. De ellos, seis tienen 33 años o más. Solo Alex Aranburu (Movistar) está por debajo de la treintena, con 27. La fotografía refleja a las claras una falta de continuidad generacional. El joven que, a día de hoy a la espera de lo que suceda en el mercado de fichajes, más rompe esa tendencia es el alavés Oier Lazkano (Movistar), de 23 años y claro margen de desarrollo en el World Tour. El navarro Óscar Rodríguez (Movistar) tiene 28. Han llegado al World Tour ya como veteranos Jon Aberasturi (Trek), de 34, y Jonathan Lastra (Cofidis), de 30.
De los siete vascos en el Tour, cinco corrieron en el Euskaltel y Omar Fraile iba a pasar al equipo naranja en 2014, pero desapareció tras la temporada 2013. La dependencia de aquel proyecto, una década después, sigue siendo acusada en el máximo nivel. Pello Bilbao, Mikel Landa (Bahrain), Jonathan Castroviejo, Fraile (Ineos), Ion Izagirre (Cofidis) y Gorka Izagirre (Movistar) militaron en aquel Euskaltel y cinco de ellos, todos menos Castroviejo y Gorka Izagirre, subieron de su filial Continental, el Orbea. El ciclismo vasco de élite sigue viviendo de aquellas rentas en buena medida
El Euskaltel también es hoy la referencia del ciclismo vasco en el profesionalismo, pero su posición no tiene nada que ver con la de su antecesor. Son realidades a años luz de distancia. El actual es un equipo ProTeam y no figura entre los punteros de la segunda categoría mundial. Como muestra, este año no ha recibido invitación para disputar la Vuelta a España, con lo que el número de vascos en la ronda será, muy probablemente, inferior que en el Tour, lo que no deja de ser paradójico. Las limitaciones presupuestarias son muy importantes, en un ciclismo internacional donde el dinero abre diferencias insalvables entre unos proyectos y los más modestos.
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Iñaki Izquierdo
Con todo, su presencia en el pelotón sigue siendo vital. Continúan subiendo ciclistas del campo amateur, un camino que sin su existencia se vería bloqueado en muchos casos. Nicolás Alustiza, Iker Mintegi y Unai Zubeldia son los últimos en fichar por el Euskaltel, procedentes de su filial, el Laboral Kutxa, que milita en categoría amateur.
El equipo naranja tiene confirmada su continuidad en 2024, lo mismo que el Caja Rural-RGA. El otro equipo navarro, el Kern Pharma –que pierde a Igor Arrieta, fichado por el UAE y gran esperanza de futuro a sus 20 años– tiene firmado hasta 2025. La desaparición de un proyecto como el Euskadi-Murias en 2019 fue un mazazo. La situación no ha mejorado desde entonces.
A estas dificultades se añaden las organizativas. La temporada guipuzcoana estuvo parada a las puertas de la primavera por problemas de seguridad con los motoenlaces y este mes, tras la salida del Tour, ha recibido un aluvión de denegaciones de permisos por parte de la delegación territorial de Tráfico de Gipuzkoa, que vuelve a comprometer el final de temporada.
El Tour, tras las polémicas con los policías, contó con todos los ertzainas necesarios y transcurrió por las carreteras vascas muy bien. En un éxito organizativo que tiene mérito, que no viene dado por el mero hecho de pagar el canon de 12 millones de euros, la organización local sufrió serios problemas para cubrir los cruces, tuvo que contratar personal y, a ultimísima hora, recurrir a la Federación Guipuzcoana, que resolvió el problema en un solo día. La desconexión de la organización vasca del Tour con el ciclismo de casa fue su mayor pega. No hizo sino explicitar las diferencias de rasero.
La disponibilidad de agentes, las exigencias crecientes en seguridad y las limitaciones a la hora de diseñar recorridos han llevado al ciclismo de base a un callejón que, para algunos, no tiene salida. Este miércoles se reúnen la Federación Vasca y las tres territoriales con el Gobierno Vasco para intentar encontrar una solución. La Guipuzcoana ha citado a sus clubes por la tarde para dar cuenta del resultado de ese encuentro. Los problemas no afectan a la Clásica de Ordizia de este martes ni a la de San Sebastián del sábado.
El calendario vasco sigue siendo ejemplar, con carreras todos los fines de semana sin falta. El voluntariado tira del carro, aunque cada vez las organizaciones recaen en personas de mayor edad, por la falta de relevo. El modelo vasco es referente, pero se acusa el esfuerzo para adecuarse a las nuevas exigencias. El campo aficionado aglutina a todo lo mejor, como siempre, pero ya no es aquel faro absoluto que era. Lo mismo sucede en júniors, donde fuera las cosas se hacen de otra manera. Las limitaciones de Tráfico a la duración de las carreras tampoco ayuda a tener pruebas de kilometrajes altos, sobre todo en sub-23, lo cual es un problema en la formación de ciclistas, que dan el salto al Euskaltel y otros equipos sin terminar de asimilar lo que se van a encontrar en profesionales.
Si a esta dificultad para organizar carreras se unen los problemas de la baja natalidad y que el nivel deportivo no siempre alcanza la calidad exigida, el resultado es que el ciclismo vasco de élite –a la espera de lo que puedan ofrecer los Igor Arrieta, Enekoitz Azparren y compañía– siga viviendo en gran medida de la herencia del gran Euskaltel. Pero aquel equipo despareció en 2013, han pasado ya diez años y esa herencia no será infinita, aunque se ganen dos etapas del Tour.
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