Siempre nos quedará París

Ni siquiera uno se puede preparar para algo tan maravilloso y que tanto soñó en conseguir. Desde que nos tocó aquella bici en la tómbola en las fiestas de Beasain quise ser ciclista del Tour. Años cumpliendo etapas, fantaseando con los protagonistas de las paredes de mi cuarto, visualizando, recogiendo señales. Y todo esto hasta que un día la vida ciclista te pone en su camino.

Días como los de ayer hacen que me sienta orgulloso de mi trabajo, del de mi familia, de haber cumplido un sueño global y exageradamente ambicioso. Todo mereció la pena.

Ayer por segunda vez consecutiva Jonas se convertía en el rey de Francia. Un desfile junto a sus compañeros de equipo, a unos minutos por detrás del gran grupo, homenajea a quien había sido el corredor más completo. En definitiva, de esto trata el Tour, dentro de la genialidad y el desparpajo atacante, gana el más regular.

Una edición maravillosa. Este tren salió de Bilbao por vía regular y tres semanas después llega a París cumpliendo el horario previsto. Finaliza un trayecto que no volverá a repetirse. Un convoy que partió con ilusión y dosis de euforia y que al final de su trayecto ha sumado éxito, competencia, personalidad y sobre todo cultura, mucha cultura ciclista. La máquina ha sido por momentos prácticamente incapaz de arrastrar todos los vagones repletos de cariño y satisfacción trasladada por los ciclistas. La simbiosis entre ciclista y afición ha sido algo fuera de lo común. Por la parte que os toca a cada uno de los y las que estuvisteis allí, zorionak. Mi dosis de nostalgia ya reposa para 2024, porque el Tour del año que viene comenzó ayer.

No sé vosotros, pero yo he disfrutado muchísimo. Durante años he trabajado en radio, mi pasión, comentado cada final de etapa. Este Tour lo he compartido con vosotros y vosotras de manera muy gustosa. Yo he estado a gusto, espero que vosotros también.

Ha sido un placer.

Eskerrik asko.