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Mark Cavendish (Deceuninck) entró en la historia a sesenta por hora. La montaña rusa de la vida le ha llevado a igualar el récord de victorias de etapa en el Tour justo en este momento. No en la plenitud de su carrera, en la ... exuberancia de su velocidad o en la seguridad arrogante de los invencibles. Ha alcanzado a Eddy Merckx en su momento de mayor vulnerabilidad, en la consciencia de su fragilidad y, por tanto, en la autenticidad de sus sentimientos. Tras caer a lo más bajo y arrastrarse por el fondo, resurge enorme para alcanzar las 34 etapas que le igualan al más grande de todos los tiempos y lo hace con la mente limpia para disfrutar de la hazaña en toda su inmensidad, tras haberse conocido a sí mismo. Un momento de madurez personal pleno.
Su sprint de ayer en Carcasona queda para la historia. Viernes 9 de julio de 2021. La victoria le consagra como el mejor velocista de la historia del Tour por encima de cualquier controversia. Quien pueda poner las mismas victorias de Merckx sobre la mesa, que levante la mano. La historia de redención de Cavendish, además, es un espaldarazo para el ciclismo, necesitado de sus héroes.
La travesía del ganador por el infierno de la derrota y la depresión para resurgir triunfante es insuperable. Él, además, se ha esforzado en que su hazaña tenga un tono humanista. No le ha importado llorar, reír, derrumbarse agotado. Sus triunfos los quiere colectivos y abraza a todo el equipo día tras día, cuando gana y cuando le salvan de llegar fuera de control en las montañas. Esta voluntad ética no es una pose intelectual, es un sentimiento auténtico y eso consigue que ciclistas como Julian Alaphilippe, campeón del mundo y un francés en el Tour, no dude a la hora de sacrificar sus opciones por las del compañero. Nadie que no irradie respeto puede conseguir que le sigan con esa fe figuras de semejante talla, individualistas con razón y ganadores por naturaleza. Ni que medio pelotón se alegre por él cuando gana. Ayer se quitó el sombrero ante Merckx y habló de ser un ejemplo para los niños.
Los récords no se regalan y para igualar al más grande, aunque solo sea en una de sus incontables marcas, Cavendish ha tenido que ir mucho más allá de sus límites. Su primera etapa del Tour la ganó en 2008. Llegó a la salida de este año después de cuatro sin correr en Francia y cinco después de su anterior victoria. Su última presencia en la carrera se había saldado con una evacuación en ambulancia tras chocar contra las vallas en un sprint, cerrado por Peter Sagan (Bora). Este año se había reencontrado con la victoria en un lugar como la Vuelta a Turquía. Señales inequívocas de estar ante una vieja gloria. Su resurgir deja en una película de dibujos animados el del ave fénix. Lleva cuatro etapas en este Tour y todo el mundo da por hecho que no se parará ahí. Hace dos semanas era un exciclista.
La gesta es suya, pero no se puede entender sin su equipo. Ayer, una vez más, le pusieron la victoria en bandeja. Su lanzador, Michael Morkov, dio la impresión de tener que frenar para no cruzar la meta antes que su jefe. Fue segundo. Lo del danés es una barbaridad. En dos de las cuatro victorias de Cavendish le ha dejado en cabeza a 50 metros de meta.
Ayer, el Deceuninck gestionó la etapa a la perfección. Permitió una escapada fácil al principio y en los últimos sesenta kilómetros exhibió su sobresaliente calidad para asegurar el sprint. El treno formado por Asgreen, Ballerini y Morkov hizo el resto cara a meta. Sin ellos, Merckx seguiría tranquilo en su casa de Bruselas.
Hay empate a 34 y el día es histórico, pero no puede haber más diferencias entre las dos formas de lograr las victorias. Todas las del corredor de la Isla de Man han sido al sprint; las del belga, en todas las especialidades del ciclismo, incluido el sprint, por supuesto. La condición de Merckx como el más grande no se discute. No se puede superar al 'Caníbal' y, por tanto, la gesta de Cavendish ya está completa. Da igual que llegue a 35 o a 36 (le quedan dos opciones de sprint a este Tour), porque más arriba de Merckx no hay nada. Y Cavendish, que venía exigiendo tajantemente todos estos días que no le preguntasen por él, ayer quiso hablar: «Merckx sigue siendo el más grande de todos los tiempos».
La marca del británico no empequeñece la del belga, se suman. Lo mismo que los derechos civiles, que no compiten unos contra otros sino que amplían las libertades, las hazañas deportivas no son excluyentes, aunque algunas rivalidades mal entendidas puedan dar a entender lo contrario. El ciclismo es más grande desde ayer, porque Cavendish se une a Merckx. El tamaño de la gesta ayuda a hacerse una idea de lo que pudo ser Merckx, aunque el 'Caníbal' es inabarcable.
El récord llegó el día que otro gran nombre de la historia, Federico Martín Bahamontes, cumplía 93 años. Es el ganador del Tour vivo más veterano. Lo logró en 1959. En su palmarés figuran también siete etapas y seis premios de la montaña. El 'Águila de Toledo' fue un escalador de leyenda, un personaje de otros tiempos.
Lo que no cambia es que la capacidad de sorprender, lo inesperado, sigue siendo el alma del deporte. Es algo que los aficionados entienden bien, no siempre los dirigentes. No hay nada más sencillo que una persona montada en una bicicleta. Todo el mundo sabe andar en bici. Pocos deportes desnudan tanto como el ciclismo, no hay donde esconderse. La carretera dice la verdad. Hace dos semanas, Cavendish no era uno de los diez mejores sprinters del pelotón; hoy empata con Merckx. Y sueña con París, la ciudad de la luz.
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