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Tadej Pogacar se dirige a la victoria en Pla d'Adetentre un pasillo de aficionados.

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Tadej Pogacar se dirige a la victoria en Pla d'Adetentre un pasillo de aficionados. EFE
Tour de Francia

Pogacar se abre paso

El maillot amarillo organiza un ataque clásico en los Pirineos, gana en Pla d'Adet y ya tiene a Vingegaard a dos minutos

Domingo, 14 de julio 2024, 02:00

Como todos los genios, Tadej Pogacar (UAE) conoce el canon. Para romper con los clásicos, el primer requisito es haberlos leído, estudiado y subrayado. Solo entonces se puede aspirar a superarlos. En los Pirineos, las montañas más antiguas del Tour, las que se suben cada año desde 1910, el maillot amarillo sacó el manual, repasó los códigos y planteó a Jonas Vingegaard (Visma) un problema tan viejo como este deporte. Lanzó a su mejor hombre por delante para atacar después y apoyarse en él para el último impulso hacia la victoria. El abecé del ciclismo. Y ante este dilema fundacional, el danés no tuvo respuesta.

La victoria en Pla d'Adet de Pogacar, un corredor más moderno que el siglo XXI, fue de un clasicismo puro. Una belleza, por tanto. Familiarizado con todas las vanguardias, el esloveno organizó un ataque de los años 60, empleando a sus compañeros como verdaderos 'domestiques', una palabra brutal, poco menos que inaceptable. Una palabra natural para los viejos campeones, que no imaginaban otra relación posible con sus compañeros de equipo que la de la sumisión completa a su jefe.

El UAE dejó pasar el Tourmalet, dejó pasar Sainte-Marie-de-Campan, donde los ciclistas de los tiempos heroicos arreglaban sus bicis en la forja, y puso en marcha su estrategia en la Hourquette d'Ancizan, puerto menor escondido a la sombra del Aspin. Ya en Saint-Lary, camino de Pla d'Adet por la carretera que estrenó Raymond Poulidor en 1974, el líder ordenó a su mejor hombre, Adam Yates, un gregario de dos millones de euros al año, que hiciese de dinamitero. Bailar en el Ritz es caro, también en el ciclismo. El inglés se adelantó para esperar a su jefe. Atacó Pogacar, le dio alcance y Yates tiró unos pocos metros. Muy pocos, tan pocos que no hay otro ciclista capaz de hacerlos. Vingegaard lo entendió al instante, cuando esa docena escasa de pedaladas de Yates convirtió ocho segundos de ventana en una losa de veinte. Por eso cobra ese dineral. El maillot amarillo se apoyó en Yates para coger impulso y ya no le vieron hasta Pla d'Adet, un lugar alucinante colgado de un risco.

El público, muy mal

Una vez liberado, Pogacar se abrió paso en medio de una multitud que de los clásicos no tiene noticias. Una vez más, el público se comportó mal y puso en peligro a los ciclistas. El respeto por los deportistas brilló por su ausencia y es un problema serio que afecta al Tour y a las otras dos grandes vueltas. Pero sobre todo al Tour.

Al líder le tocaron decenas de aficionados y un individuo le llegó a lanzar el contenido de una bolsa de patatas fritas a la cara. El presidente de la asociación de corredores, Adam Hansen, anunció que su organización emprenderá acciones legales contra esa persona, que instantes después repitió su gesto contra Jonas Vingegaard. Por atrás, parecido. Nadie se apartaba al paso de los corredores hasta el último instante creando peligro de verdad, y durante toda la parte decisiva la gente impidió a los ciclistas buscar las mejores trazadas.

Pogacar, a pesar de todo, firmó una cabalgada en progresión que le permitió llegar a la meta con 39 segundos de ventaja respecto a Vingegaard, al que aleja ya a dos minutos (1:57) en la general. La etapa sirvió al esloveno también para girar el relato de la carrera, que muchos veían decantado del lado de su rival después de los sucesos del Macizo Central. Esa supuesta guerra psicológica que mantienen ambos volvería a estar a favor del esloveno después de su actuación en Pla d'Adet.

El planteamiento, nudo y desenlace de la etapa de este sábado coloca a la etapa de hoy en una nueva dimensión, porque obliga a coger las gafas de leer y estudiar. Con doscientos kilómetros, cuatro puertos de primera y final en Plateau de Beille, hay tiempo y terreno para teorizar de sobra.

Dos minutos no son una ventaja categórica y Pogacar no puede gobernar aún el Tour con el miedo, como si fuera Merckx. Los clásicos dictan que el hombre más fuerte cuenta con el mejor equipo, circunstancia que se cumple en este Tour. También es una ley imperecedera que el patrón de la carrera debe ganar al menos una etapa de amarillo. El Tour ha girado al lado de Pogacar, que se abre camino hacia Niza.

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