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El ciclista que vista el maillot amarillo el 23 de julio en los Campos Elíseos de París habrá ganado el Tour de Francia por haber completado los 3.405,6 kilómetros en el menor tiempo posible, y de eso se encarga Tissot, el cronometrador oficial ... de la carrera: en medir el tiempo.
«Hacemos el cronometraje pero también ofrecemos los resultados y el procesado de datos de cada etapa», precisa a este periódico Pascal Rossier, coordinador del equipo de seis personas sobre el que recae la responsabilidad de que la precisión suiza se traslade a la mejor carrera del mundo.
La ecuación se divide en dos partes. Por un lado, las bicicletas llevan debajo del sillín un chip que pesa seis gramos y que sirve para identificar a cada corredor. «No se utilizan para los tiempos oficiales de la etapa, sino para ser más rápidos en el proceso de transmisión de datos en las llegadas», explica Rossier.
Es ahí cuando entra el receptor de esa información, las cámaras foto finish. «Tenemos tres cámaras a cada lado de la meta, en lo alto. La carrera debe estar siempre activa y no nos podemos permitir un fallo que detenga el curso de ella ni la provisión de datos que el espectador pueda ver en la televisión o en sus aplicaciones móviles, por lo que todo el sistema se replica automáticamente para tener copias de seguridad constantemente».
Con los chips y las cámaras foto finish listas, una instalación que en el caso de la etapa comenzó a las 10.00 horas en la meta de la Zurriola, «aceleramos el proceso de ofrecer los primeros resultados no oficiales. Tenemos que dar los tres primeros de cada etapa en cinco segundos, una primera clasificación no oficial para pasársela a los medios de comunicación y a la producción televisiva en diez segundos y la clasificación completa no oficial de la etapa en quince-veinte».
La velocidad, por lo tanto, es altísima. Tanto como la de los velocistas cruzando la línea de meta. «La marca se involucró en el ciclismo en 1938. En esa época empezamos con los relojes y la innovación suiza aplicada al deporte. Esos años el cronometraje del Tour de Francia era manual. Después evolucionamos al cronometraje mecánico, llegó la electrónica y con el tiempo los cambios han sido del analógico a lo digital. El reto de hoy en día es la instantaneidad».
Para ello, las cámaras de las foto finish sacan 10.000 fotos por segundo, y Pascal Rossier sostiene que son siempre capaces de dictaminar quién queda primero y quién segundo. «Medimos el milímetro y verdaderamente creo que siempre podremos adjudicar a un ganador. Los últimos años la velocidad está aumentando y cada vez hay sprints más ajustados. Recuerdo uno en 2017 que fue fantástico, entre Boasson Hagen y Marcel Kittel, que ganó el alemán Kittel por seis milímetros, algo fabuloso después de 213 kilómetros. Siempre hay un primero y un segundo», se congratulaba.
Mientras el suizo nos traslada a visitar el 'chrono-pole', la cabina de Tissot en el lado derecho de la línea de meta, el coordinador del equipo cuenta que «hay una regla en la UCI que dice que si el comisario –nosotros ofrecemos los datos y las imágenes, pero el jurado decide– no es capaz de decidir el ganador, los corredores involucrados en el empate deben empezar bajo el arco de un kilómetro a meta y jugarse la victoria al sprint. Nunca lo he visto», admite Rossier.
De las seis personas que trabajan en el cronometraje oficial del Tour, cinco están en la llegada. «Dos leen la foto finish, uno se ubica a tres kilómetros de meta con una antena para controlar los tiempos a su paso en el caso de que haya que recurrir a ellos si hay alguna caída o pinchazo, otra persona gestiona los resultados, otra coordina al equipo y hay un último que lo vemos muy pocas veces durante las tres semanas, porque se encarga de las foto finish de los sprints intermedios». En los altos de montaña se recurre a radio vuelta.
Rossier llama «presión positiva» a la responsabilidad con la que trabajan. «Cuando trabajamos estamos completamente concentrados, porque nada más confirmar el resultado, no hay muchos más filtros y tenemos que estar seguros de los pasos que damos».
En las contrarreloj la presión aumenta considerablemente, en opinión del coordinador de Tissot. «El sistema es diferente, utilizamos otra tecnología y otro equipamiento. Debemos preparar el sistema en la línea de salida, en los dos o tres puntos intermedios que pueda haber y en el final del recorrido en un tiempo muy breve. Lo montamos por la mañana y necesitamos tres horas para prepararlo y testearlo, y ese proceso necesita estar completado dos horas antes del paso del primer corredor». Un trabajo a contrarreloj.
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