La tierra, para el que la trabaja. Una escapada colosal llegó a la meta de Troyes atravesando los viñedos de la Champaña donde tantos vendimiadores se han dejado la espalda a lo largo de los siglos. No fue el domingo, sin embargo, un día para ... modestos temporeros de manos endurecidas, piel negra por el sol y rostros blancos por el polvo del terreno en busca de un día de gloria, de reparar una injusticia histórica. Fue un día para ciclistas con pedigrí, de categoría, bien alimentados y pertrechados con mucha clase. No es posible si no llevar una escapada así hasta la meta.
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Alex Aranburu (Movistar) fue protagonista en esa cabalgada de ensueño a cincuenta kilómetros por hora de media por los pedregales. Al ezkiotarra se le escapó la victoria en la resolución de la ecuación en las calles de Troyes. No era la mejor compañía para rematar, todo lobos alrededor, pero una escapada no llega en una etapa así si los que van en cabeza no son los mejores. Ganó Anthony Turgis (TotalEnergies), gran caballo de carreras para las clásicas. Pudieron ganar Gee (Israel), Pidcock (Ineos), Healy (EF), Lutsenko (Astana), Stuyven (Lidl-Trek)... Sin concesiones.
Etapón descomunal por delante y etapón magnífico por detrás. La escapada se hizo a base de una lucha impresionante en los primeros cincuenta kilómetros, con todas las figuras en la pelea. Tenía mucho interés en meterse en la fuga Mathieu van der Poel (Alpecin). También Biniam Girmay(Intermarché), pero no les alcanzó, lo que da una idea del nivel.
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La escapada –sobresaliente actuación del Movistar con Aranburu, Lazkano y Romo en cabeza– dominó la etapa de punta a punta, desde el primer tramo de sterrato a meta. Todo el día con el pelotón en el cogote, a poco más de un minuto y con los gallos a estacazos en cada tramo de tierra. Cada camino era un Verdún, que está apenas unos kilómetros al norte.
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Pogacar iba encendido y arrancaba en cada esquina a un Vingegaard obligado a correr a la defensiva. Ligero como un pájaro, la violencia del ciclismo que exigen estos caminos blancos le es hostil. El esloveno, por contra, está en su terreno (¿hay algún terreno que no sea perfecto para Pogacar?). Ha ganado la Strade Bianche y se maneja de forma magistral. Buscó las cosquillas al danés siempre que pudo. Aparte de que el terreno le penaliza, Vingegaard hizo todo el tramo decisivo de la etapa –los ultimos cien kilómetros– con la bici de Tramnik. En el tercer tramo de tierra, un pinchazo le obligó a coger la bici de su compañero.
Tal era la batalla, que no tuvo opción de recuperar la suya arreglada. No se podía parar ni a pestañear. De esperar al coche del equipo –que a saber en qué trampa estaría perdido a muchos kilómetros de la acción–, mejor ni hablar. Sujetó a Pogacar a duras penas gracias al apoyo de dos purasangres como Van Aert y Laporte y también salió a por Evenepoel (Soudal) en el movimiento de mayor carga estética del día, cuando el belga aprovechó un tobogán para escaparse en solitario. Le dieron caza los ganadores de los últimos cuatro Tours y no se entendieron. Dejar desparramados por los caminos a Roglic (Robar) y Carlos Rodríguez (Ineos) no les pareció importante. Les dan por descartados.
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Este zafarrancho impulsaba la carrera a una velocidad enfebrecida (la media en meta fue de 45,973 kilómetros por hora), pero por delante la escapada seguía haciendo camino. Resistiendo. Hay que tener mucha clase para soportar un pulso así y salir ganador. Aranburu, magnífico, llegó a las calles de Troyes en disposición de ganar, de conseguir la victoria de su vida.
El dolor de piernas era inhumano desde hacía muchos kilómetros, muchas horas, pero llegaba el momento de la verdad. Un coloso como Stuyven –ganador de una Milán-San Remo– cedía y el triunfo se jugaría al sprint.
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Pidcock, campeón del mundo de ciclo-cross y olímpico de mountain-bike, ganador en Alpe d'Huez, afilaba el cuchillo.Un duro entre los duros como Lutsenko, agazapado. El irlandés creativo, Healy, bailando. El francotirador Gee, alerta. El peor escenario para dar el golpe, pero sin compañeros de viaje así no se llega. La tierra, para el que la trabaja. Pudo ganar Aranburu. Merecia ganar cualquiera. Ganó Turgis. Una etapa monumental.
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