![Ahora toca recoger los escombros](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2023/07/18/tour-k6y--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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Jonas Vingegaard (Jumbo) ha destrozado el Tour y ahora toca recoger los escombros. No hay esperanza para Tadej Pogacar (UAE), que hizo una crono excelente, sacó un minuto largo al fenomenal Wout van Aert (Jumbo), estuvo a punto de doblar a Carlos Rodríguez (Ineos) y ... se llevó el golpe más duro de su carrera. Desde los tiempos de Indurain en Luxemburgo no se veía una contrarreloj así. El maillot amarillo metió 1:38 al esloveno en 22 kilómetros. Nadie podía esperar un zarpazo de semejantes dimensiones. El Tour de la igualdad saltó por los aires en la cota de Domancy, donde Bernard Hinault hizo trizas el Mundial de 1980. Si a Vingegaard le faltaba carisma, la historia del ciclismo salió este martes a su encuentro. El 'Caimán' subió al podio a aplaudirle.
El ciclismo recupera una figura clásica, el patrón. El gran dominador. Vingegaard es el hombre solo al comando de la carrera después de reventar la única crono del recorrido, que era deliberadamente corta siguiendo la tendencia del ciclismo a reducir el peso de la modalidad. Dio igual. El danés voló a 41,2 kilómetros por hora de media en un recorrido con dos subidas muy duras y nada de descenso. La velocidad de Pogacar se quedó en 39,2. Pero es que el tercer clasificado, Van Aert, no alcanzó los 38. Hasta este martes, había dos mundos en el Tour, el de Vingegaard y Pogacar y el del resto, habrá que convenir que ya son tres, el de Vingegaard, el de Pogacar y el del resto.
41,2 kilómetros por hora fue la velocidad media de Vingegaard este martes. Pogacar alcanzó los 39,26 y Van Aert se quedó en 37,9.
4,37 segundos por kilómetro sacó Vingegaard a Pogacar en la contrarreloj. La diferencia sube hasta los 7,63 con respecto a Wout Van Aert, tercero.
5 Vingegaard es el quinto ciclista en ganar una contrarreloj con el maillot amarillo en el siglo XXI, después de Alberto Contador, Bradley Wiggins (dos veces), Chris Froome (dos) y Julian Alaphilippe.
4º Carlos Rodríguez cae al cuarto puesto de la general, superado por Adam Yates, que le aventaja en cinco segundos. Pello Bilbao, cuarto en la etapa tras Vingegaard, Pogacar y Van Aert, consolida su séptimo puesto. A 10 segundos del sexto, que ocupa Sepp Kuss.
El 13 de julio de 1992 el Tour entró en shock cuando Miguel Indurain metió tres minutos a su compañero Armand de las Cuevas y 3:41 a Gianni Bugno en los 65 kilómetros de Luxemburgo. Las diferencias de este martes –en un tercio de la distancia, aunque llana– remiten a aquella etapa que obligó al Tour a repensarse. La reflexión tardó, en una carrera apegada a sus tradiciones, pero la tendencia es inexorable. En 2008 fue la última vez que hubo más de cien kilómetros contrareloj en el Tour (1987 marcó un el récord con 208,1, con un prólogo, una crono por equipos y tres individuales, entre ellas una en Futuroscope de 87,5 kilómetros). Los 3:12 que Vingegaard metió este martes al tercero dan material para la reflexión.
El líder del Jumbo anunció lo que se venía encima desde el principio. En el primer parcial (kilómetro 7,1) ya distanciaba en 16 segundos a su máximo rival y el resto se dejaba ya en torno al minuto.
En el segundo parcial (kilómetro 16,1), Pogacar ya cedía 31 segundos. Poco después, decidía cambiar de bici para afrontar el tramo final de subida, con 2,5 kilómetros durísimos al 9,5% antes de coronar la cota de Domancy. Fue el único de los favoritos en hacerlo. Con otros parámetros en el resultado final se podría especular si fue un error estratégico por parte del UAE. Con los números en la mano, resultó irrelevante. Fue tal la detonación, que un segundo por aquí u otro por allá habrían cambiado poco el panorama. Quizá eso evitó a Carlos Rodríguez el mal trago de verse doblado.
Domancy no es la Planche des Belles Filles. Allí, en 2020, Pogacar cambió la historia al imponerse en la contrarreloj del último día y remontar en 36 kilómetros los 57 segundos que le llevaba Primoz Roglic. Aquel día también iba con el maillot blanco, también cambió de bici al inicio de la subida y también tenía como rival a un ciclista del Jumbo. El resultado fue el contrario.
Pogacar acudió este martes a felicitar a Vingegaard nada más terminar la etapa, igual que hizo Roglic con él hace tres años. La deportividad de estos ciclistas es otro de los valores determinantes que explican el resurgimiento que ha tenido este deporte en los últimos años.
Los pedazos del Tour están esparcidos a los pies del Mont Blanc, pero no hay mucho tiempo para pasar la escoba porque la carrera sale hoy de donde terminó este martes, de Saint Gervais, y es la etapa reina, con la llegada al aeródromo de Courchevel previo paso por el terrible col de la Loze, que en realidad son dos puertos. Hasta la estación de esquí de Méribel, es una subida normal. Luego, se abren las puertas del infierno.
En el monte Zoncolan alguien escribió una cita del Canto III del Libro Infierno de la Divina Comedia de Dante: Lasciate ogni speranza voi che entrate. Dejad toda esperanza los que aquí entráis. Eso mismo podría haberse escrito en los ocho kilómetros finales de la Loze, con rampas del 20% en varios tramos.
Desmentir a la poesía con la poesía es ya la última esperanza de Pogacar. El tiempo es un juez implacable, pero nunca se puede descartar a un genio. El golpe que recibió este martes es más duro que el del año pasado en el Granon. Porque es el segundo consecutivo, por inesperado y porque cuestiona su hegemonía. El destino parece escrito. Pogacar está perdido en una selva oscura. No hay forma de ver la salida. Solo le queda la imaginación.
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