Urgente Cortada la N-121A por una colisión entre dos camiones
Sprint con suspense. Philipsen, de azul a la izquierda, se lanza a por la victoria en la recta de meta en Baiona tras superar a Van Aert, tapado por el ganador, en una acción junto a las vallas. El público también respondió en masa en la llegada del Tour a Iparralde. afp
Crónica

El Tour dice agur tras exhibir su poderío

Philipsen cierra con una victoria al sprint en Baiona un Grand Départ en Euskadi saldado con un éxito organizativo, de imagen y de público

Lunes, 3 de julio 2023, 19:59

Suerte suprema en la avenida de Aquitania de Baiona, junto al campo de rugby del Aviron. El sprint, el lance más bello del ciclismo, cerró el círculo de un excelente inicio de Tour en Euskadi, con tres etapas variadas, ricas, con los favoritos dejándose ver ... y una respuesta del público a la altura del mito de la afición vasca como la mejor del mundo. Ganó Jasper Philipsen (Alpecin) tras un placentero paseo por la costa guipuzcoana, con todos sus encantos.

Publicidad

No fue un sprint de altos vuelos. Quizá porque esa suerte está perdiendo prestigio en el ciclismo moderno -aunque no tanto como la contrarreloj- y no hubo un equipo con jerarquía para organizar la llegada. El Soudal entró al final pero perdió la rueda de Asgreen y Jakobsen estuvo fuera de juego toda la llegada. Mathieu van der Poel (Alpecin) sí acertó a lanzar a Philipsen, que batió bien a un Van Aert (Jumbo) sin piernas. Para los hombres de la general, un trámite.

El Tour ha demostrado su poderío al paso por Euskadi. Promete un espectáculo colosal y lo da. Es un lujo de países desarrollados que se pueden permitir sus tarifas y quien paga recibe un producto redondo, que no falla. Tres días han sacado a la calle a multitudes y han refrescado la memoria de los telespectadores de 190 países. Euskadi Basque Country, ese era el mensaje que se quería transmitir y ha llegado.

No es cierto que el Grand Départ coloque a los países y a las ciudades en el mundo. Los que pueden pagarlo no solo están ya en el mundo, sino que ocupan las primeras posiciones. El año que viene el Tour saldrá de Florencia, que no es exactamente un lugar perdido en el mapa.

Publicidad

Favoritos

Los hombres de la general no asomaron ni afrontaron riesgos en una etapa que solo aceleró al final

El Tour viene a confirmar el escalafón. La lista de salidas fuera del Hexágono es aclaratoria: Londres, Luxemburgo, Mónaco, Utrecht, Dusseldorf, Yorkshire, Dinamarca, Bilbao, Donostia...El Tour es un producto que se renueva cada año. Si en 2022 fue a Copenhague a hablar de la bicicleta como medio de transporte del futuro, a Euskadi ha venido a hablar de ciclismo. Apuesta segura. Se han llenado las calles y las carreteras, la retransmisión televisiva ha tenido el nivel estratosférico que acostumbra y el producto final, la factura impecable de los artículos de lujo. Ha habido cortes de tráfico, pero la ciudadanía los ha asumido con tranquilidad, sin dramas.

La factura de doce millones de euros incluye todo, también el espacio de lucimiento del que paga, en este caso las instituciones vascas. El Tour se mueve con la liturgia de las cumbres diplomáticas. En la presentación del Grand Départ en enero de 2022 en Vitoria, Christian Prudhomme fue recibido como un alto dignatario. Solo faltó que sonara la Marsellesa en el Palacio Europa.

Publicidad

Se toma o se deja

El Tour se toma en su conjunto o se deja, y el que puede lo toma porque ofrece mucho. Acostumbrada la población a oír hablar de retornos disparatados de algunos eventos que no interesan a nadie, es imposible exagerar el impacto del Tour. Y eso tiene un precio. Económico, en primer lugar, y logístico, porque las exigencias son altas. Los cortes de carreteras, las limitaciones de movilidad, la cantidad de personal auxiliar, los espacios que hay que poner a disposición de la organización... Una estructura que no tiene ninguna otra carrera.

En el caso del Grand Départ Pays Basque también ha habido un peaje político. Desde aquella puesta en escena de Gasteiz hace año y medio, la «apuesta de país» de las autoridades tuvo que asumir la negativa del Tour a incluir la llegada a Baiona como parte del Grand Départ en sus documentos y mapas. De hecho, aquel día en el Palacio Europa ni se mencionó que la capital labortana sería la meta del la tercera etapa, aunque era vox populi. Para El Tour, el Grand Départ acabó este lunes en el puente de Santiago. Con todas las instituciones que han asumido los gastos -Gobierno, las tres Diputaciones y los ayuntamientos de Bilbao, Vitoria y Donostia- gobernadas por el nacionalismo vasco, es un detalle que ha debido de provocar un punto de frustración. Pero, como con todo en el Tour, el paquete viene completo.

Publicidad

A cambio, la organización es perfecta y cuida al que paga. Prudhomme reservó este lunes trato de estadista al lehendakari Urkullu, al que hizo sitio en su coche, en la misma plaza que cada año reserva un día al presidente de la República.

Ver el Tour en funcionamiento es un espectáculo. Un mundo de cinco mil personas, cada una con sus funciones perfectamente definidas. Todo está controlado. Lo que vale para las organizaciones locales, vale para equipos y ciclistas. Es la carrera más difícil, la más exigente, y todo el mundo quiere disputarla. Pero nadie está por encima del Tour, ni el dorsal 1. El Jumbo, el equipo de Vingegaard, debe cambiar de maillot para no coincidir con el amarillo del líder. Todo el mundo se adapta al Tour, no al revés.

Publicidad

Calma

El pelotón se aseguró una jornada tranquila con una escapada consentida de solo dos ciclistas

El Grand Départ ha sido un éxito en lo relativo a la organización en Euskadi. No ha habido incidentes, más allá del lanzamiento de chinchetas a la carretera en algún tramo muy concreto.

Dos problemas ha tenido la organización local: haber trabajado como un evento aislado sin implicar al ciclismo vasco y, relacionado con esa falta de visión de conjunto, no asegurar en el generoso contrato de 12 millones firmado con el Tour la invitación del equipo Euskaltel para la Vuelta a España, propiedad de ASO, la misma empresa dueña del Tour.

Deportivamente, han sido tres etapas buenas, aunque desde el prisma de la organización en Euskadi, focalizado en la dualidad inversión-rentabilidad, podrían haber sido más productivas. Los triunfos de Adam Yates (UAE) en Bilbao y, sobre todo, Victor Lafay (Cofidis) en Donostia, no son la cumbre del glamur. Las imágenes enviadas a las televisiones de todo el mundo han sido impecables.

Noticia Patrocinada

El Tour dice agur (en realidad dice gero arte, porque este miércoles vuelve a carreteras vascas para alcanzar los Pirineos desde Santa Grazi, en Zuberoa) con la seguridad de haber sido un éxito. Todo ha salido bien, Euskadi ha confirmado su posición en el primer vagón de Europa y el ciclismo se ha manifestado al exterior como la religión pagana de los vascos -con una utilización algo excesiva de las ikurriñas- y al interior como un elemento de unidad en un país muy rico en su diversidad. La presencia del euskera ha sido medida, pero ha sido. A este Tour solo le ha faltado Miguel Indurain. La comparación con 1992 es imposible. Aquello fue inigualable, pese a que este Tour puede pasar a la historia como uno de los mejores de todos los tiempos, con el duelo Pogacar-Vingegaard.

En la casa de Roger Lapebie

Con este éxito asegurado la carrera llegó a Baiona, la capital de Iparralde y ciudad natal de Roger Lapebie, primer vasco ganador del Tour. Lo logró en 1937 con una aportación tecnológica clave en la historia del ciclismo. Fue el primer vencedor que utilizó el desviador en su bicicleta. Hasta entonces, había que parar y cambiar de piñón a mano dándole la vuelta a la rueda.

Publicidad

El Tour volvió a Baiona, donde no recalaba desde hacía 20 años. La ciudad acogió su primera etapa en la edición de 1906 y la de este lunes fue 31ª llegada a la capital labortana. El Tour cruza este martes el Adur y el planeta recuerda dónde está el centro del mundo cuando se habla de ciclismo. Euskadi ya estaba ahí, pero no ha venido mal recordarlo a los cuatro vientos.

Amorebieta, sin su carrera pero con el Tour y la Itzulia

La etapa salió de Amorebieta, nombre ligado a la historia del ciclismo vasco con el Gran Premio Primavera. En abril, también acogió a la Itzulia, pero la clásica de Amorebieta desapareció del calendario en 2019, después de 66 ediciones consecutivas. El Duranguesado también perdió la Subida a Urkiola, en 2009.La falta de relevo para el trabajo del día día que requieren los clubes y las carreras de casa y el escasísimo reconocimiento que recibe esa labor, están en el origen del problema. Los grandes eventos, en cambio, tienen el terreno abonado. Por eso, hubo cierta melancolía en la salida.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad