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Es una lástima que Yves Lampaert (Quick-Step) perdiese el maillot amarillo a las primeras de cambio, porque el Tour se reanuda en su casa y él es un genuino representante del viejo ciclismo que hoy comienza. La caravana viajó hacia el sur y atravesó ... Alemania, Holanda y Bélgica para llegar al norte. Qué sería de esta vida sin sus contradicciones. El Tour desembarca en Pas de Calais, el extremo de Francia, tierra olvidada, de idioma peculiar y popularizada por la película 'Bienvenidos al norte'.
La carrera abandona el país de las bicicletas –donde ha vivido tres días de fervor popular– y llega al corazón del ciclismo. Lampaert, segundo en la general a siete segundos de Wout van Aert (Jumbo), es de Flandes Occidental. De Izegem, justo al otro lado de la frontera, a un paso de Roubaix y de Dunkerque, donde hoy sale la etapa. Sus padres siguen trabajando la tierra. «Estoy orgulloso de mis orígenes, de ser un granjero belga», dijo al ganar la crono inaugural en Copenhague. Habla en el dialecto de su región, extraño incluso para el resto de flamencos. Su pasión son los tractores John Deere y cuando ganó por segunda vez la clásica A Través de Flandes, en 2018, regaló a sus compañeros de equipo un cortacésped de la marca americana. «Tuve que hacer skarten», dijo. 'Skarten' no existe en neerlandés y necesitó explicar que significa que pedaleó como igual que un arado labra en profundidad.
El Tour vuelve a sus tierras. Hoy, clásica con aire de los Cuatro días de Dunkerque; mañana, adoquines de Roubaix; el jueves, una Lieja camino de Longwy y el viernes, La Planche des Belles Filles antes de que empiece el clasicismo de Alpes y Pirineos. El Tour. Todo el mundo llega entero a este nuevo inicio. No ha habido ningún retirado en las tres primeras etapas y los favoritos no han perdido más tiempo que el de las diferencias de la contrarreloj. Solo Urán (EF) cedió 39 segundos adicionales –está a dos minutos– en una caída en la tercera etapa.
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Los padres de Lampaert y el resto de agricultores de la zona saben de ciclismo más que muchos aficionados. Desde sus campos de puerros y coliflores han visto pasar todas las carreras y a todos los campeones. El arranque del Tour en Dinamarca ha sido un triunfo social (y presumiblemente económico) y una decepción deportiva. La llegada a Francia, Bélgica (jueves) y Suiza (sábado y domingo) debería reactivar el ciclismo después de tres días de bicicletas como medio de transporte sostenible.
A partir de hoy, el Tour deja de ser eco-friendly, pierde su vocación sostenible y moderna y se adentra en el terreno de lo salvaje, de la competición pura y dura. Lampaert, además de agricultor y ciclista, es cinturón negro de judo –fue campeón de Bélgica cadete–. Todo suma en estas carreteras viejas.
Las rutas del norte provocarán el estrés clásico de la primera semana del Tour, después de que los ciclistas hayan comprobado con alborozo que Dinamarca es un país sin rotondas. Francia es diferente y aparecerá el miedo. Hasta ahora, los tres grandes favoritos, Tadej Pogacar (UAE), Primoz Roglic y Jonas Vingegaard (Jumbo), no han pasado el más mínimo apuro. El equipo holandés lleva el maillot amarillo con Van Aert, que tiene aspiraciones de mantener el liderato todo lo que pueda. Hasta la etapa del jueves en la Planche des Belles Filles tiene terreno favorable no solo para mantenerlo sino para disputar las victorias de etapa.
A Lampaert le llaman el 'Briek Schotte de los tiempos modernos'. Schotte fue un fenomenal corredor de los años 40 y 50, doble campeón del mundo, doble ganador de Tour de Flandes, París-Tours y París-Bruselas, vencedor de una etapa del Tour y segundo en 1948 tras Gino Bartali... Cuando se retiró, en 1958, las campanas tocaron a duelo. El último flamenco, le llamaron. Se había perdido toda esperanza, como en el Infierno de Dante. Nunca habría otro como él. Se hizo director y, al volante del coche del Flandria, dirigió a algunos como Van Looy, Van Springel, Maertens, Merckx o Roger de Vlaeminck. El ciclismo siempre tiende a la nostalgia, pero nunca ha dejado de avanzar y abrazar el futuro.
El Tour se reanuda hoy en las carreteras del norte. No hay lugar en el mundo más alejado de la modernidad que este. Mental, cultural y espiritualmente. Pero el Tour siempre busca París, la ciudad de las luces. En realidad, el ciclismo siempre ha sido un deporte moderno.
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