![Tour de Francia 2019: Así se asfalta Francia](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/201907/09/media/cortadas/tour-kbsG-U807222041836kF-624x385@Diario%20Vasco.jpg)
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La jornada del martes dejó claro que el Tour de Francia sirve para asfaltar Francia. Ya que cortan la carretera todo el día, al menos que te dejen el pueblo como nuevo. Porque más que etapa, lo de ayer fue un traslado de Reims ... a Nancy, 213 kilómetros de nada. Si hay que ir, se va, pero...
Asfaltan bien. Todos los pueblos, y en doscientos kilómetros por la carretera general hay unos cuantos, estaban impecables. Saint Lumiere en Champagne, Vavray le Petit, Revigni sur Ornain, Ménil aux Bois, Dommartin les Toul... Qué nombres tan bonitos. Por todos avanzó el pelotón del presente Tour de Francia abriéndose paso entre una multitud. Todos con su iglesia, su escuela republicana, su oficina de correos y su Hôtel de Ville, liberté, égalité, fraternité.
Un trayecto precioso desde Reims y su impresionante catedral hasta Nancy y su no menos magnífica plaza Stanislas, ambas patrimonio de la humanidad. Ciudades que conocen bien el Tour de Francia, que han organizado salidas y metas en incontables ocasiones. En 1952, el gran Tour de Coppi, Nancy recibió a la carrera y Mario Fossati escribió que «el 2 de julio, las verjas de hierro forjado de la plaza Stanislas nos parecían iluminadas de oro. Hubo un tiempo, escribía un colorista francés (los coloristas son los modistas del Tour de Francia), en que estas verjas se abrían para los preferidos de los príncipes y para sus caballos blancos; este miércoles se abren para los tubulares flojos de la selección italiana de ciclismo».
Un italiano ganó también en Nancy. Aquel día, Coppi, claro. Este martes, Elia Viviani (Deceuninck). «Los tubulares flojos de la selección italiana de ciclismo», música para los oídos del velocista veronés, que logró así su primer triunfo de etapa en el Tour de Francia. Cierra el círculo de las grandes, pues ya sumaba cinco en el Giro de Italia y tres en la Vuelta a España. Siete de esas ocho, el año pasado. En la corsa ya había ganado una en 2015.
A los 30 años, Viviani ha dado el salto definitivo a la primera fila de la velocidad mundial. En apenas 14 meses ha ganado en Giro, Vuelta y Tour y ha demostrado cuajo de campeón. Se ha levantado de un durísimo Giro hace apenas dos meses, cuando no pudo ganar ni una etapa y entró en una espiral negativa que le llevó a abandonar, desesperado. Fue un acierto bajarse de la bici. Se jugó su puesto en el Tour -están caras las plazas en el ocho del Deceuninck- pero demostró su recuperación en la Vuelta a Suiza y entró en la alineación.
Este martes ganó y lo hizo de forma brillante, rematando un sprint académico, clásico, de los que cada vez se ven menos. Viviani volvió a confiar en su 'treno', se olvidó de esa manía tan suya de ir saltando de rueda en rueda como si sus compañeros no fueran tirando en cabeza y se dejó llevar por sus lanzadores. El líder, Julian Alaphilippe, le metió en el último kilómetro, Morkov y Richeze le dejaron en boca de gol y él se ocupó del resto.
Tuvo que cerrar la puerta a un Caleb Ewan (Lotto) dispuesto a jugarse la vida por las vallas y, sin perder la línea, superar a todos los rivales que sprintaban por el lado contrario. Kristoff (UAE), Sagan (Bora) y un flojo Groenewegen (Jumbo) no pudieron aprovechar el espacio libre para remontar al italiano. Ewan, cerrado, pudo ser tercero pese a todo.
Los gestos de emoción de Viviani fueron sinceros. Abrazó con fuerza a sus compañeros y a los auxiliares del Deceuninck. La victoria vale oro. Y la forma, también. Fue un sprint excelente. A partir de ahora, tratará de dar a su equipo alguna etapa más antes de despedirse. Ha fichado por el Cofidis, a donde se lleva a su fiel Fabio Sabatini, que no ha sido incluido en el equipo del Tour de Francia.
El sprint justificó la etapa, más allá de la tranquilidad de algún alcalde al que los vecinos ya no le amargarán todos los desayunos a ver cuándo arregla esos baches. Lo cierto es que las dos llegadas al sprint que se han producido en el Tour han sido buenas. La primera, con la excelente maniobra de Teunissen -no estaría de más que el Jumbo eligiese quién es su velocista, porque a este nivel hacer quinto y sexto en una llegada no es de recibo-, y la de este martes con el sprint académico del Deceuninck y el remate seguro de Viviani.
La etapa se anota a título de inventario para la general. La última cota, a 15 de meta, era un repecho sin más y no hubo nada que discutir. Alaphilippe tuvo un día plácido y, amante del espectáculo como es, no pudo sustraerse a la tentación de un gesto teatral, para la galería. Tiró del pelotón al pasar bajo la pancarta del último kilómetro cuando su equipo preparaba la volata a Viviani. Como esos futbolistas que saben que no llegan pero corren igual y se lanzan al suelo a por el balón cuando sale por la línea de fondo. Eso siempre acaba en ovación.
Lo mismo con Alaphilippe. Pero no importa. Todo lo que se le aplauda es poco. Un fenómeno. Este Tour de Francia servirá para agrandar su leyenda, pero no para asfaltar su pueblo. La carrera no pasa por Saint-Amand-Montrond.
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