«Este verano, aprendí que realmente podía sufrir y aguantar incluso cuando estaba en el fondo del pozo. Me imagino que todo el mundo experimenta este tipo de momento una vez en su carrera. Aguanté y seguirá siendo una gran lección para mí. Se acabó, ... ya no soy un niño». Las palabras de Pogacar resumen el sentimiento con el que el esloveno se va del Tour. La relación de los deportistas con la derrota es fascinante. La asumen con una naturalidad infinitamente mayor que los aficionados y siempre miran hacia delante. Pogacar habla de lo que ha pasado en este Tour pero todo el mundo comprende que en realidad está hablando del de 2024.
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Simbólicamente, ayer vistió por última vez el maillot blanco de la carrera francesa, que no se quita prácticamente desde 2020. El año que viene, con 25 años, ya no computará para la clasificación de los jóvenes. «Ya no soy un niño».
Pogacar ha pagado la mala preparación del Tour tras su caída en la Lieja-Bastogne-Lieja, en la que se rompió el escafoides. Según trasladó su equipo una vez confirmada la derrota, apenas tuvo quince días de entrenamientos en condiciones. Nunca lo ha puesto como excusa y, de hecho, ganó la penúltima etapa. No se ha cansado de atacar y ha ofrecido algunos de los momentos más brillantes del Tour, con la victoria en Cauterets por encima de todos.
Vingegaard ha sido mejor que él y en los dos últimos Tour se ha mostrado como mejor escalador en los grandes puertos. El danés es un rival muy complicado para el genio esloveno.
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