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Euskadi es una fiesta y Tadej Pogacar (UEA) es el de los fuegos artificiales. Ruido, luces y espectáculo. El público contempla admirado sus dibujos de colores. No hay más que un líder del Tour y es el esloveno, que no lleva el maillot amarillo pero ... es el dueño de la carrera. Tocó las trompetas en Pike camino de Bilbao y volvió a hacerlo en Jaizkibel. Las dos veces se quedó solo con Jonas Vingegaard (Jumbo), que todo lo que ha hecho hasta ahora es decir que no.
¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no, escribió Camus y desmiente el danés, que no tiene la rebeldía en sus genes. El hombre rebelde es el esloveno, que ataca en cualquier esquina, el primer día, el segundo y todos los que vendrán. Es el patrón del Tour. Va de líder Adam Yates (UAE), que conservó su maillot amarillo en Donostia, donde ganó la etapa Victor Lafay (Cofidis). Pero podría ser líder otro y haber ganado en la Zurriola cualquiera, que el cuadro sería el mismo, un fresco expresionista del genio esloveno.
'Pogacar is basque', rezaba una pancarta en Abaltzisketa, al bajar de Larraitz. Saben distinguir el talento en ese rincón a los pies del Txindoki, hogar de otro genio, Jokin Altuna, otro que no dibuja lo que ve sino lo que imagina. Así funciona Pogacar, para disfrute del aficionado. Si en Pike Bidea puso a trabajar a su gregario más lujoso, Adam Yates, para romper la carrera, este domingo aprovechó la disputa de las bonificaciones en la cima de Jaizkibel para iniciar el juego. Cruzó en cabeza, se anotó ocho segundos y en vez de parar, se tiró para abajo.
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Esa arrancada en los últimos metros del puerto volvió a dejar solos a los dos favoritos del Tour -y a Alex Aranburu (Movistar), fuera de la lucha por la etapa por un suspiro-. Hay un abismo entre Pogacar y Vingegaard y los demás. Coronaron Jaizkibel y el esloveno siguió forzando cuesta abajo, con el danés a su rueda. Al poco, el líder del UAE miró atrás y su adversario negó con la cabeza. El mismo gesto que la víspera en Pike.
No y no. Dos veces le ha negado ya en dos días. ¿Le negará una tercera?
En Bilbao, el director del Jumbo Grischa Niermann ya tuvo que responder a la pregunta de por qué se negó a colaborar. Explicó que «yendo hasta el final con Tadej, probablemente habría derrotado a Jonas en el sprint». Y añadió: «¿Por qué continuar cuando estaba Van Aert detrás? Por eso no colaboramos, queríamos que Wout disputara la victoria». No la logró en Bilbao y tampoco en Donostia.
El único testigo del mano a mano de Pogacar y Vingegaard en Pike fue Victor Lafay. Estuvo inconmensurable el francés y este domingo quiso ratificar su momento de gracia. No estaba de turismo. Cuando el pelotón de los elegidos (solo 24 pasaron Jaizkibel en cabeza) se reagrupó en Pasai Antxo, todo parecía conducir al sprint, con un Jumbo organizado y Van Aert en el grupo.
Lafay no había nacido cuando el Tour salió de San Sebastián en 1992. Vino al mundo cuatro años más tarde, pero repitió la imagen de la segunda etapa de aquella edición, cuando el francés Dominique Arnould se impuso en la meta de la Zurriola con el pelotón encima. El ciclista del Groupama llegó con Johan Museeuw pegado a los talones. Otro 'león de Flandes', Wout van Aert, fue segundo este domingo tras Lafay. El ciclista de Lyon anda y su victoria fue de categoría, con un ataque magnífico bajo la pancarta del último kilómetro y una potencia extraordinaria para sujetar la arremetida de los lobos en los últimos 300 metros. Van Aert y Pogacar -también en el sprint Pogacar- se le echaron encima pero el francés resistió con clase.
Bella victoria, pero el Tour no es una carrera ciclista, es industria del espectáculo y la organización del Grand Départ habría preferido otro desenlace. No hay espectáculo sin figuras y este Tour, a diferencia de lo sucedido en 1992, no tiene a Miguel Indurain. Van Aert golpeó el manillar y lanzó el bidón con furia porque se le escapó la victoria. ¿Le falló el equipo? ¿Falló Vingegaard? En el análisis no se puede obviar un elemento importante: la escapada. Fue una fuga extraordinaria, de máximo nivel con Neilson Powless (EF), Remy Cavagna (Soudal) y Boason Hagen (TotalEnergies). Tres purasangres que obligaron a remar mucho al pelotón.
El hombre que dijo no en Jaizkibel, calló en Donostia pocos minutos después. Con Kelderman y Benoot al límite, sin capacidad de reacción al ataque de Lafay, Vingegaard no dio el paso adelante. Un líder no está obligado a trabajar por una cuestión de jerarquía, pero la ortodoxia no siempre es la solución.
Pogacar puso a trabajar al líder en Jaizkibel. Wiggins y Froome, de amarillo, solían conducir los sprints para Cavendish en el Sky. Las excepciones confirman la regla. ¿Debió apretar Vingegaard en los últimos 800 metros para acercar a Van Aert a Lafay?
El hecho es que el belga se quedó corto, cuando desde Jaizkibel hasta el barrio donostiarra de Gros fue él quien amarró la carrera en solitario. Primero atrapó a Pello Bilbao y después, a Skjelmose (Trek) en su movimiento a tres kilómetros de meta. Si no trabajó Vingegaard no fue por egoísmo ni por falta de fuerzas. Del uno carece y de las otras va sobrado. La rigidez táctica del Jumbo ordenaba no trabajar y no trabajó.
El conjunto holandés va a ser sometido a pruebas de estrés constantes en este Tour. Pogacar ya ha demostrado que no les va a dejar en paz. Tanto después de Pike como este domingo tras Jaizkibel se reorganizaron rápido y bien, pero los dos días se les ha escapado la victoria. Y el UAE ha ganado y tiene de líder a Adam Yates.
'Pogacar is basque' se leía en Abaltzisketa, 'Landismo o barbarie', en una pintada en Jaizkibel. Y el alavés, ungido de esa serenidad que ha ganado en los últimos años y le llevó a hacer un Giro de Italia soberbio el año pasado, llegó con los mejores con una naturalidad pasmosa.
Está bien colocado y espera con paciencia, una virtud que da la sabiduría. Es un Landa tranquilo que mira a su futuro porque no renovará por el Bahrain y quizá se sume al nuevo y poderoso ejército del Lidl-Trek que ha dado el salto a la élite del World Tour con la llegada del patrocinio de la firma de supermercados. No parece que le altere el ánimo y marcha en el grupo investido de calma, lejos de los golpes de inspiración de los que vivía en sus primeros años, aquellas temporadas sin término medio que forjaron el nacimiento del landismo. Es un ciclista nuevo.
El Tour ha consumido dos de sus 21 etapas y Pogacar ha puesto todas las cartas sobre la mesa. Vingegaard, de momento, solo ha dicho que no con la cabeza. El Gran Départ termina este lunes, pero el Tour acaba el día 23.
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