El compresor holandés de Hertogenbosch
TXOMIN PERURENA
Sábado, 20 de agosto 2022, 22:12
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TXOMIN PERURENA
Sábado, 20 de agosto 2022, 22:12
Una etapa sin viento lateral en Países Bajos es como una jornada sin puertos de montaña en el corazòn de los Dolomitas. O sea, poquita cosa. El maillot rojo pasó de neerlandés a neerlandés, de Gesink a su compañero y compatriota Teunissen. Y la victoria de etapa para Sam Bennett después de que el equipo Alpecin cargara con el trabajo de control en el pelotón. En balde.
Los favoritos permanecen escondidos de momento. Quiero ver en acción a Evenepoel. Me niego a dejarle fuera del grupo de candidatos a la victoria final. Tengo la corazonada de que puede asimilar la montaña de la Vuelta a España. No hay razones reales para ello mientras no demuestre lo contrario en una prueba de tres semanas. Pero lo mismo que le descarto como futuro ganador del Tour, no lo hago para esta carrera.
He indagado en las razones del cambio de denominación de Holanda a Países Bajos, un cambio en el mapa reciente y que no acabo de asimilar. No sé si será por la edad. Y he encontrado que Holanda son dos de las doce provincias que componen Países Bajos: Holanda del Norte y Holanda del Sur.
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Desconozco a qué provincia corresponde Hertogenbosch, ciudad difícil de pronunciar que tengo la suerte de conocer porque fue la sede del Caja Rural cuando nos desplazábamos a aquellas tierras. Nos alojábamos en un pequeño hotel familiar que recuerdo por la atención que nos brindaban y por el avance mecánico que incorporamos al equipo en una de aquellas visitas.
El propietario del hotel nos acompañó a la tienda donde adquirimos el primer compresor con calderín para inflar tubulares. Hasta entonces usábamos uno con motor de frigorífico silencioso –no hacía nada de ruido– pero lento. Su caudal era pequeño y tardábamos una eternidad para poner a punto las bicicletas de los diez ciclistas y las de repuesto. Tuvimos que echar mano de los avances tecnológicos de la época.
Una vez en el hotel, Jose Kruz Mujika, el mecánico, trató de poner en marcha el compresor... sin éxito. Mirábamos el aparato y no nos percatábamos de lo que fallaba. Hasta que el propio anfitrión detectó el error. Había que vaciar el calderín para que funcionara el compresor. Lo celebramos como una victoria de etapa.
También guardo en la memoria las respuestas de nuestros corredores nerlandeses cuando les preguntábamos la distancia a la que se encontraba tal ciudad o el lugar desde el que partía la carrera en la que íbamos a participar. Mateo Hermans, Erwin Nijboer y hasta el propio Albert Stofberg, el preparador, nunca contestaban con el número de kilómetros, sino con el tiempo que se tardaba hasta llegar a tal punto. Por mucho que les insistía, nada. Tantas horas y tantos minutos, nunca los kilómetros, por lo que se no había otra solución que mirar el mapa de... Holanda, por supuesto.
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