Antiguamente había en las vueltas grandes y en las pequeñas días de dos sectores, reemplazadas en la actualidad por dos etapas en una sola. Por un lado, la de quienes luchan por la victoria de etapa; y por otro, la de los hombres de la ... general. Creo que se avecinan varias jornadas de dos en una después de un tercer descanso que les habrá venido bien a todos, pero sobre todo a Evenepoel, Roglic, Mas, Ayuso, Rodríguez y compañía. Tampoco los equipos con sprinters tienen fácil controlar el pelotón. Uno solo puede sujetar a una fuga de cinco o seis corredores, pero esos grupos de veintitantos son ingobernables.
Evenepoel tenía buenos rasponazos tras la caída. Menos mal que la carretera donde se fue al suelo era lisa porque hay otras más ásperas donde te quedas clavado y el golpe es más fuerte. Hay ciclistas que prefieren llevar al aire la herida, algo que no me convence porque sudas y con el polvo que circula por el aire se forma una costra. En mis tiempos de corredor, usaba apósitos Linitul. Son unas gasas pequeñas impregnadas de grasa cicatrizante blanca. Tapas con ellas la herida y día a día compruebas cómo la herida cicatriza sin postilla.
El Linitul es un remedio que aprendí de los masajistas porque carecíamos de médico en el equipo. Los italianos de la Salvarani venían a la Volta a Cataluña con un doctor. También lo llevaban los colombianos. Sin embargo, el llamado mejor equipo del mundo, el Kas, carecía de médico. Eso sí, teníamos Linitul y mercromina.
Aunque soy consciente de que la liebre salta por cualquier esquina, estoy convencido de que Evenepoel ya ha superado la etapa más complicada para él en esta Vuelta. Por recorrido, era la de Sierra Nevada. La etapa de la sierra madrileña tiene fama, pero solo ha sido decisiva en dos ocasiones: cuando Aru arrebató el liderato a Dumoulin y cuando Perico Delgado sorprendió a Millar. Dos de tantas son pocas. Salvo La Morcuera, el resto de esos puertos no son duros.
Lo escribo yo sentado en una butaca porque los corredores dirán otra cosa. Me puede suceder lo mismo que al hombre del tiempo de una emisora de radio a la que acudió un oyente, además navegante. «Conque marejadilla», se quejó mientras mostraba los restos de un barco, el suyo. Salió a faenar y se fue a pique por culpa de la tempestad.
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