La fina raya entre el todo y la nada

Vuelve a quedar demostrado que pueden suceder 20.000 cosas en dos o tres minutos, incluso en segundos. El esperanzador ataque para lo que resta de carrera lanzado por Roglic a falta de dos kilómetros y medio quedó completamente truncado a cien metros de la línea de meta por culpa de una caída absurda de la que todavía desconocemos las consecuencias. Evenepoel, a quien aplicaron la regla de los últimos tres kilómetros y cedió solo ocho segundos, corrió serio peligro de perder el maillot rojo, y quién sabe si la Vuelta, si pincha un kilómetro antes y con el pelotón ya partido. Si los jueces no le dan el mismo tiempo del grupo principal, Bélgica declara la guerra a la Vuelta y se plantea pedir la exclusión de España de la Unión Europea porque los conflictos entre países a raíz de decisiones deportivas se han puesto de moda con la renuncia a vacunarse del Covid-19 de Djokovic.

El accidente de Roglic queda fuera de las imágenes aéreas y en las frontales de meta no se aprecia bien la razón. Me inclino a pensar que tocó el manillar del ciclista del Bahrain más que en un posible afilador. Le hará falta más que Linitul a Roglic. Las próximas horas mostrarán cómo le afectan los golpes y las heridas. Me temo que tenga afectada la rodilla, articulación fundamental para pedalear.

Evenepoel puede dar las gracias a José Miguel Echavarri y Manolo Saiz. Si no me equivoco -creo que estoy en lo cierto-, ellos fueron los promotores de la incorporación al reglamento de ampliar de un kilómetro a tres la zona de sprint o de seguridad.

Una fina raya separa el todo de la nada. Imaginen que estos incidentes ocurren hoy con final en un puerto de segunda en lugar de ayer. No se aplica la zona de sprint y tanto Roglic como Evenepoel habrían cedido un tiempo fundamental. Para que luego digan que la suerte no existe.

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