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El paso de la historia no ha movido a los Lagos de Covadonga de su lugar en la mitología: este martes se subieron por 23ª vez y fue todo salvaje, como siempre. Ganó Marc Soler (UAE) con su inmenso motor a tope de revoluciones y ... el líder, Ben O'Connor (Decathlon) sujetó el maillot rojo en una defensa a la tremenda por seis segundos sobre Roglic (Bora).
Los Lagos colocaron al ciclismo en la modernidad en 1983. Fue un gran salto, como aquel paso de Neil Armstrong en la luna. La televisión emitía en directo por primera vez, el nuevo mundo, un cambio cultural, una metáfora de los anhelos de la sociedad. De la niebla surgió Marino Lejarreta y estableció el canon. Los Lagos de Covadonga no se iban a dejar domesticar por la tecnología ni por la modernidad, iban a mantener su esencia prehistórica, donde solo lo esencial cuenta. Es lo que venía a decir la foto del 'Junco de Berriz' con la gorra para atrás y la publicidad de Alfa Lum en el pecho. Fue una revelación. 'Santo subito', gritaban los fieles de la religión ciclista. Los Lagos de Covadonga quedaron canonizados el primer día.
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De la niebla, surgió O'Connor este martes para seguir de líder por cinco segundos. El cronometraje provisional había dado seis, y ese segundo de menos tranquilizaría a los más supersticiosos del Bora. Seis segundos son una cifra cabalística en la historia de la Vuelta. Es la menor diferencia entre el ganador y el segundo en toda la historia, la que Éric Caritoux sacó al recordado Alberto Fernández en 1984, hace justo cuarenta años. El francés se colocó de líder en los Lagos de Covadonga. Pero cinco no son seis.
La lógica dice que O'Connor caerá de forma natural, pero se defendió como un coloso. Se quedó pronto y los quebrantahuesos y demás aves rapaces que frecuentan la zona revoloteaban en círculos esperando el momento del darse el festín. Un valiente Enric Mas (Movistar) dirigió la subida con sucesivos ataques. El balear se movió incluso en el penúltimo puerto, como nunca. En La Huesera el líder ya sufría descolgado y el reloj, lenta pero inexorablemente, se iba acercando al minuto de desventaja. Y a la sentencia.
Roglic, que sufrió para aguantar a Mas, buscaba restar 1:03 al maillot rojo. El liderato se movió en el filo durante toda la parte final de la ascensión, entre una niebla del siglo XX cuando la tecnología era inferior a las condiciones metorológicas y el mal tiempo cortaba las emisiones dando paso a la imaginación, que es lo que ha hecho grande al ciclismo a lo largo de la historia.
O'Connor sujetó al tiempo, en contra de las leyes de la física. Entre la niebla, ni los de delante ni él sabían nada más que lo único que se podía hacer era ir lo más rápido posible, y luego se vería. Mas, Roglic y Richard Carapaz (EF) pararon el rejoj a 3:54 de Soler y su nueva cabalgada de percherón con clase, esta vez triunfal. No ganaba desde la etapa de la Vuelta en Bilbao en 2022. Hace cuatro años se llevaba la de Lekunberri. Las cuentas eran sencillas: O'Connor tenía para cruzar la meta hasta que el reloj sumase 4:57. El australiano lo hizo en 4:52.
No es lo mismo perder el liderato por un segundo que mantenerlo por cinco. Esa mínima diferencia prolonga la tensión y la tensión desgasta. Roglic y el Bora están aplicando su plan de recorte progresivo de segundos desde el primer día y no se separan un milímitro de él. Hasta ayer, el coste psicológico de esa táctica recaía sobre O'Connor, la víctima. Pero ahora las miradas se dirigen a Roglic, que no termina de cazar. Lo tiene todo a favor y cinco segundos no son nada, pero el maillot rojo sigue donde estaba. Roglic es el más fuerte, pero cada segundo cuesta. Rebajó fácil los primeros minutos a O'Connor, pero los últimos segundos, los definitivos, le están dando complicaciones.
Los quebrantahuesos siguen dando vueltas, no hubo nada que echarse a la boca. Las vacas que pastan en los lagos de Enol y la Ercina han visto tanto ciclismo que ya no se extrañan de nada. El deporte ha cambiado, los Lagos se mantienen tercos en su condición salvaje. Los Lejarreta, Hinault, Gorospe, Saronni, Delgado, Dietzen, Caritoux, Fignon y compañía subían las rampas con un 42x23, inconcebible con los desarrollos al alcance de los ciclistas de hoy, pero la verdad de la subida no se ha alterado.
La imagen de Marc Soler o Ben O'Connor saliendo de la niebla con toda la dureza de la ascensión marcada en el rostro no es muy distinta a la de Marino Lejarreta en su celebración o a la de Alberto Fernández persiguiendo a Bernard Hinault.
La Vuelta se relaja este miércoles camino de Santander, donde la vida es mucho más ligera que en las montañas asturianas. La etapa del jueves en Álava tampoco debería ser decisiva para la general, a la espera de la traca final de viernes a domingo, con las llegadas al Alto de Moncalvillo y Picón Blanco antes de la crono final de 25 kilómetros en Madrid.
Todo favorece a Roglic, empezando por su calidad. Es el mejor corredor de la Vuelta y esa es la verdad más importante. Al esloveno le bastaría con esperar a la crono, en la que esos cinco segundos no son nada. Tiene a Mas a 1:20 y a Carapaz a 1:41, distancias imposibles para ambos en una contrarreloj. La Vuelta no sale decidida de los Lagos, que una vez más volvieron a ratificar su leyenda.
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