Avanzaba la Vuelta rigurosamente regulada y dos versos fulgurantes interrumpieron el relato. Un poeta, Egan Bernal (Ineos), dinamitó la carrera a sesenta kilómetros de la ... cima de los Lagos de Covadonga en un movimiento de gran expresividad. Tan bello que sedujo a Primoz Roglic (Jumbo), que se olvidó de su natural realismo para salir a por el colombiano fuera a donde fuera el genio de Zipaquirá. Dos versos fulgurantes para levantar la dignidad de la carrera.
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El gesto maravilloso de Bernal, que salva la Vuelta, no pierde valor por resultar, al fin, inútil. Que el colombiano reventase en los Lagos y fuera atrapado en las últimas rampas no resta un gramo de valor al movimiento ni carga de razones a la lógica conservadora, diga lo que diga la calculadora. Al contrario, engrandece su figura de campeón. Un campeón va a por todas o no es un campeón, es otra cosa.
Ataca Bernal. El colombiano arranca en la segunda subida a la Collada Llomena y solo le sigue Roglic. Coronan con 45 segundos, que convierten en dos minutos tras arriesgar bajando.
Roglic se va solo. El esloveno suelta a Bernal a 7,7 kilómetros de la cima de los Lagos.
Etapa y liderato. Roglic gana la etapa –tercera de esta Vuelta tras la crono inicial y Valdepeñas de Jaén– y Bernal es alcanzado por el grupo de Mas y Haig en el último kilómetro. El grupo llega a 1:35 del esloveno, que recupera el maillot rojo.
Bernal cambió el desarrollo de la Vuelta en el segundo paso por la Collada Llomena, un puerto inédito, con una subida dura y una bajada intimidante. Se lanzó el colombiano y Roglic, en un gesto intuitivo porque el método indicaba mantenerse agrupado junto a sus compañeros, entendió que el triunfo siempre es, en última instancia, un momento individualista. Un diálogo cara a cara. Como se vio ayer, a los otros escalones del podio se puede llegar protegido por el grupo.
ESTRATEGIA
No parecía necesitar Roglic salir a por Bernal, con 2:45 de desventaja en la general. Pero, aunque su naturaleza ciclista es pragmática, el esloveno entendió el mensaje que contenía el canto del colombiano. Es otro desde aquella derrota en el Tour del año pasado, hay algo místico, irreal, existencialista, en su determinación. Vio de forma instintiva que la Vuelta era ese movimiento de Bernal, que una tercera victoria no tendría sentido sin estar ahí. Mucho más allá de los números. Alguien que ha sufrido la mayor derrota de todos los tiempos ya solo aspira a ganar a lo grande.
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No es un artista, pero desde aquella tarde en la Planche des Belles Filles buscaba su obra maestra. Ya la tiene. Salió al ataque de un gigante, a sesenta kilómetros de meta, se jugó el tipo en una bajada criminal, colaboró con nobleza y se coronó en una cima legendaria como los Lagos de Covadonga. No en un sitio cualquiera. En uno de los grandes escenarios del ciclismo mundial. Una de esas plazas que fijan el escalafón. El lugar donde Marino Lejarreta estableció el canon en 1983. Palabras mayores.
La etapa dejó descolocado al equipo Movistar. No pudo López alcanzar a Roglic y Bernal en el momento de la verdad y no encontraron después la forma de trabajar en favor de sus intereses. Fue el Bahrain quien asumió el peso para defender al sexto de la general, Jack Haig, mientras López y Mas, sin compañeros, dejaban la carrera correr. La suerte sonrió al equipo telefónico y –Roglic al margen– sus dos líderes llegaron en el grupo de los favoritos. Los números les dieron la razón, pero la foto salió movida. Sin el Bahrain, los minutos podrían haber caído de dos en dos.
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Bernal llegó junto a Mas y López, lo que puede al conservadurismo. Si al final da lo mismo, qué sentido tiene arriesgar. Es un debate que el ciclismo llevaba años arrastrando, que las nuevas generaciones han arrasado y que solo se mantiene vigente en sus reductos más tradicionales. El ciclismo moderno no son las sumas y las restas al final del día.
Cuentas que, por otra parte, no son definitivas ya que hoy llega la etapa del Gamoniteiru. Jornadas como la de ayer no son asépticas, dejan consecuencias. Por primera vez en la Vuelta, los corredores se encontraron con la lluvia. Se acumulan los esfuerzos, será la etapa número 18, y del mismo modo que ayer habrá puertos duros antes de la subida final.
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El papel de Bernal será la clave. Roglic tiene la Vuelta ganada, se ha anotado tres etapas y solo debe llegar hasta Santiago de Compostela el domingo. El colombiano va a más, pero cuatro minutos y medio de desventaja son un océano. Ayer fue el día elegido para la gesta, para intentar ser el octavo hombre de la historia en ganar Giro, Tour y Vuelta, pero la hazaña será otra: la tercera Vuelta consecutiva de Roglic, igualando a Rominger y Contador. Cuatro aparecen en el palmarés de Roberto Heras.
DEFENSA
Habrá que comprobar si a Bernal le interesa el podio o solo quiere la victoria y regresa otro año a buscarla, dejando vía libre a la lucha de los demás por el segundo y el tercer puesto. Si lo quiere, los dos minutos que le separan del segundo pueden ser accesibles, vista la correlación de fuerzas de la carrera. Ayer, las circunstancias llevaron a un reagrupamiento, pero no todos llegaron de la misma manera al mismo sitio y a la misma hora.
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La Vuelta se perdía y Bernal la salvó con su movimiento. Hizo un gran servicio a Roglic, al escribirle la historia de su mejor victoria con imaginación, valentía y optimismo. El esloveno puso la rúbrica. Brillante.
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