El Athletic hace de su tozudez virtud

Si el Atlético aspiraba a la remontada nunca lo pareció porque solo un remate de Lino a centro de Koke alteró el pulso de Agirrezabala antes de que los hermanos Williams convirtieran San Mamés en una pradera por la que camparon a sus anchas, desplegando toda su velocidad para aprovechar las avenidas que Nahuel Molina y Samu Lino dejaban a su espalda.

De una cabalgada de Nico nació el primer gol, obra de un Iñaki Williams que convirtió un remate con la tibia en una obra de arte. El propio Nico acarició el segundo con un disparo raso que se marchó junto al poste tras un servicio de su hermano.

El Atlético mantenía un halo de vida, más por su escudo que por sus méritos. Correa desperdició un pase de Morata para poder soñar y poco después Iñaki Williams salió en estampida para ganar la línea de fondo y servirle un balón a Nico, al corazón del área chica, que el pequeño de los Williams no desaprovechó para poner el 2-0 que certificaba virtualmente su cuadragésima presencia en una final de Copa.

La segunda mitad comenzó con retraso debido al atragantamiento de un aficionado que tuvo que ser atendido en la grada. El incidente no enfrió el ánimo de un Athletic envalentonado que marcó el tercero, obra de Guruzeta al aprovechar un deficiente despeje de Oblak tras remate de Sancet. Y todo bajo la mirada de una defensa con más alma de espectador que de futbolista.

Fue con todo perdido cuando el Atlético dio señales de un mínimo orgullo. Morata, de cabeza; Memphis, en un lanzamiento de falta y Riquelme, con sendos disparos desde la frontal, hicieron un brindis al sol.

Los minutos finales fueron un homenaje de San Mamés para un equipo que vuelve a llevarles a Sevilla, escenario de pesadillas recientes. No será por tozudez.