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Luis López
Lunes, 8 de abril 2024, 08:06
La marea rojiblanca, más de 70.000 almas, había llegado a Sevilla en un goteo a lo largo de la pasada semana. Pero se retiró muy mayoritariamente el día siguiente al partido. Lo peor de la masiva operación retorno fueron las enormes retenciones tanto en ... las autopistas como en las carreteras alternativas que también se convirtieron en una trampa. Lo mejor, reforzar la identidad, los vínculos como tribu. La autovía de la Plata era como una marcha triunfal, una serpiente athleticzale atravesando España. Cada poco, eso sí, había que detener la marcha, tanta era la afluencia. En los 930 kilómetros entre la capital andaluza y Bilbao los atascos se sucedieron en infinidad de puntos: en Mérida, en Salamanca, en Valladolid... Los GPS desviaban por las nacionales, que también se colapsaron. Al paso de lugares como Almendralejo había gente en los puentes, con banderas, reconociendo la gesta y siendo correspondida con bocinazos. Cafeterías y casas de comidas a lo largo del trayecto estaban saturadas.
Todo eso lo vio Estibaliz con la cuadrilla. Salieron a las 10.30 de la capital andaluza. Cinco corazones cansados en un Opel Combo. Y eso que no habían trasnochado mucho; a eso de las cuatro de la mañana llegaron a la casa en la que se quedaron a pasar la noche. «Intentamos tomar algo pero entre la caminata para salir de La Cartuja y que luego los únicos bares que nos encontramos no tenían cerveza…». Vino bien esto para salir a una hora prudente. Durante el viaje de regreso se fueron fijando en los coches con identificación rojiblanca que se iban cruzando y detectaron que en varios de ellos el asiento trasero acogía cuerpos inertes, «dobladísimos». Comieron en Bejar, «en el pueblo, no en la autopista». Todo camisetas del Athletic. Gran trasiego. La dueña, abrumada, puso a la cocinera a atender mesas.
Todos a la vez
La cuestión es que a esa misma hora a la que emprendieron el retorno, y un poco después, es cuando los hoteles tienen el check out, así que entre las 11.00 y las 12.00 salir de Sevilla por la autopista fue complicado. «Ha habido caravanas desde el principio», dice Txus, que viajó con Mari Tere y sus pequeños Laura e Iñigo. «Estamos reventados, el sábado fue un día larguísimo, pero volvemos superemocionados». Se notaba mucho porque ese coche suyo llevaba «una bufanda por delante y una bandera por detrás». Antes de abandonar la ciudad, cuando callejeaban, «los sevillanos saludaban, animaban, nos felicitaban. La gente es encantadora». Cuando se pararon a comer en El Cruce de las Hererrías, en Cáceres, aquello parecía un bar de Pozas en día de partido. Así estaban, insistimos, todos los lugares de paso.
Hay que decir que la noche sevillana no fue tan destructiva como cabía esperar. La clave la da Igor, que optó por la multimodalidad con sus amigos Jorge, Natxo, Iván, David y Joel: en AVE hasta Madrid, y en autobús desde ahí hasta Bilbao. Al cierre de esta edición aún no habían llegado. Iban cansados pero no era para tanto. La cuestión es que, como decía Estíbaliz, al salir de La Cartuja la situación no era propicia para el alterne. «El estadio está a tomar por culo, cuando llegamos a Athletic Hiria estaba cerrado, y en Triana tampoco había nada abierto». Al final se retiraron y fue lo mejor porque hubo «mucha emoción en el partido y mucho cacharro durante el día». No había ninguna necesidad de sumar más excesos.
Es que la alegría cansa. Lo sabe Susana San Juan, que viajó con la familia de un modo práctico y extremo al mismo tiempo: su avión salió a las siete de la mañana y no pasaron por ningún hotel en el intervalo desde que terminó el partido hasta que partieron a Bilbao. «Agotados». Se fijó en que era muy llamativo el modo en el que salía la gente de La Cartuja. Era una alegría reposada la suya, matizada por el agotamiento. Había que ver a toda esa gente. A las dos de la mañana avanzaban por las grandes avenidas multitudes que recordaban algo a un apocalipsis zombi. Algún coche rojiblanco pitaba y gritaba, ocupado por gente aún vigorosa, pero ya nadie respondía con gritos y volteos de bufandas como había ocurrido tantas veces durante el día. Era como ver la emoción en reposo. «Como soldados que vuelven victoriosos pero después de una guerra de 40 años».
En fin, que debe tenerse en cuenta este contexto para analizar la operación salida de ayer, masiva y tranquila, y también razonablemente madrugadora.
Hubo, claro está, quien se quedó en Sevilla para aprovechar el día y el viaje. Es el caso de Palmira y Asier, de Zaldibar, que llevaron a su pequeña June para fabricarle un recuerdo indeleble que guardará siempre consigo. «Llegamos el mismo sábado en coche y nos cogimos un día más en el trabajo, hasta el lunes, para estar más tranquilos». Se hacían fotos frente a la Giralda y disfrutaban de una mañana bonita cuando aún no había bochorno.
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