La paz que se respira en los alrededores del campo de fútbol de Matzada, en Bera de Bidasoa, contrasta con el trasiego de equipos que toman parte en la Donosti Cup. Nos estrecha la mano con una sonrisa Radha Everly, una joven de ... 20 años, nacida en Ranchi (India). Es una de las muchas voluntarias que vemos estos días guiando a equipos por todo el territorio. «Estoy al cargo de dos equipos de Wisconsin», dice mientras va saludando a jugadores y jugadoras que van saliendo de los vestuarios tras un partido.
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Algo normal, porque quien más quien menos conoce a alguien que ha sido voluntario en el torneo. Sin embargo la historia de Radha va más allá. «Tuve la oportunidad de venir a jugar la Donosti Cup en 2016 con el equipo de Yuwa. Tuvimos suerte porque la organización del torneo nos ayudó para que pudiéramos venir a San Sebastián y ese viaje supuso un antes y después en mi vida».
Radha explica sus vivencias con una amplia sonrisa e incluso no duda en decir que «fue una experiencia maravillosa para mí. Conocí a mucha gente, estuve con personas de distintas culturas y eso cambió mi vida». Por aquel entonces, Radha tenía solo catorce años,
Obviamente, lo que se encontró esta voluntaria de la Donosti Cup, no lo había visto nunca en Ranchi, su ciudad natal. Una urbe de cerca de un millón de habitantes situada en el oeste del país. «Ví muchas cosas que no teníamos en India, con lo cual mi mente se abrió a conocer lo que podía ser una nueva forma de vida». Ese julio de 2016 será siempre recordado por Radha. «Fue la primera vez que salía de India», confiesa y sonríe recordando que «en ese momento supe lo que era un pasaporte y una visa».
Radha considera San Sebastián como su segunda casa porque «aquella primera vez que vine aquí va a formar siempre parte de mi vida. Dejé bastantes amigos y conocidos. Nos estuvieron apoyando durante nuestra estancia. La gente aquí es muy simpática. Hicieron cosas que, de verdad, me llegaron al corazón». Por ello se puso en contacto con la organización de la Donosti Cup para devolverles en parte lo que supuso hace seis años viajar a Europa y enrolarse como guía voluntaria.
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Arkaitz del amo
«Quise seguir jugando a fútbol al regresar a casa y estudiar porque es algo que en la India es realmente complicado, sobre todo si eres mujer. Por eso, después de ver todo lo que se podía hacer aquí, decidí que debía cambiar mi rumbo», cuenta mientras los equipos de Wisconsin le apremian a subirse al autobús. Después de los partidos de ayer, la expedición norteamericana visitó Biarritz.
Dicho y hecho, Radha se quedó tan prendada de la vida en Gipuzkoa que no dudó en matricularse en la Universidad. Quería estudiar. «El año pasado estuve en Bilbao y el último, en Berlín». Ha cursado una rama relacionada con Empresariales y en la capital germana trabaja en un proyecto que ella misma lidera sobre la inclusión de la mujer en el mundo del fútbol. Con su experiencia en la Donosti Cup y su adiós a la India como principal reclamo. «Ya he organizado mi primer evento en Berlín», explica con una sonrisa de satisfacción.
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Radha lleva dos años sin regresar a su país. «Volveré en verano para ver a ver a mis padres y a mis amigos», dice. El Covid y unos problemas con su documentación le han impedido volver a Ranchi, en mitad del Jharkhand. Le gusta mucho la comida vasca, pero «echo de menos la de allí». La Donosti Cup va más allá del mero juego, como dice Radha. «Me ayudó a conocer una vida diferente y mostrarme qué es lo que deseaba hacer. He trabajo muy duro y pero tengo que agradecer a la organización lo que en su día hizo por mí».
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