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Los jugadores del Real Madrid celebran la victoria en una tanda de penaltis que abrochó Rüdiger. Juan Medina (Reuters)
Un rey loco aplica la ley de siempre al Atlético
Octavos | Vuelta

Un rey loco aplica la ley de siempre al Atlético

La suerte sonríe de nuevo al Real Madrid en otra tanda de penaltis que prolonga el malditismo europeo de los colchoneros al término de otro pulso taquicárdico

Óscar Bellot

Madrid

Jueves, 13 de marzo 2025, 00:09

La tanda de penaltis volvió a sonreír por tercera vez consecutiva al Real Madrid en sus duelos con el Atlético e impidió que el bando de Simeone cruzase al fin su particular Rubicón en la Champions. Un infortunado lanzamiento de Julián Álvarez que terminó en la red pero que acabó siendo invalidado tras rozar el argentino la bola con el pie de apoyo previamente al golpeo, y un tiro fallado por Marcos Llorente condenaron esta vez al conjunto colchonero, que sufrió en el Metropolitano el mismo destino que en Milán y Yeda.

Pasó el Real Madrid a cuartos de final de su competición fetiche, donde se verá las caras con el Arsenal, merced a su mayor eficacia desde los once metros en el agónico desenlace de otro pulso que mantiene abiertas heridas pretéritas y permite que el campeón siga defendiendo su corona tras otro litigio taquicárdico.

Atlético: Oblak, Llorente, Giménez, Lenglet (Le Normand, min. 91), Reinildo (Azpilicueta, min. 98), Giuliano (Correa, min. 89), De Paul (Nahuel, min. 90+4), Barrios, Gallagher (Lino, min. 85), Griezmann (Sorloth, min. 89) y Julián Álvarez.

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Real Madrid: Courtois, Valverde, Asencio, Rüdiger, Mendy (Fran García, min. 83), Tchouaméni (Camavinga, min. 65), Modric (Lucas Vázquez, min. 65), Bellingham, Rodrygo (Brahim, min. 78), Mbappé y Vinicius (Endrick, min. 115).

  • Gol: 1-0: min. 1, Gallagher.

  • Penaltis: 0-1: Mbappé. 1-1: Sorloth. 1-2: Bellingham. 1-2: Julián Álvarez, fallo. 1-3: Valverde. 2-3: Correa. 2-3: Lucas Vázquez, para Oblak. 2-3. Llorente, fallo. 2-4: Rüdiger.

  • Árbitro: Szymon Marciniak (Polonia). Amonestó a Tchouaméni, Vinicius, Giuliano, Lenglet, Azpilicueta, Lucas Vázquez, Llorente y Mbappé.

  • Incidencias: Partido de vuelta de octavos de final de la Liga de Campeones, disputado en el Metropolitano.

Los onces desnudaron las vigas maestras del edificio. Simeone remodeló la banda izquierda, señorío de Rodrygo en el Bernabéu. Fuera Galán y Lino, adentro Reinildo y Gallagher. Acero en lugar de ladrillo. Ancelotti, por su parte, puso la química por delante de la física al configurar un centro del campo con Modric y sin Camavinga. Los planos para el croata, jefe de obra; el casco para Tchouaméni, supervisor del batallón de demolición.

Semejante andamiaje prefiguró un ritmo de construcción frenético por parte del Atlético. Veintisiete segundos tardaron los locales en borrar el rastro que dejó el resultado registrado en el Bernabéu. Erró Asencio en la salida, sirvió De Paul desde banda derecha, rozó de tacón Giuliano y empujó Gallagher a bocajarro. De un plumazo cedían los cimientos del Real Madrid.

El prematuro zarpazo rojiblanco elevó aún más el termostato dentro de un Metropolitano flamígero, avivó el fuego que alimentaba la locomotora del Cholo y llenó de ampollas a un Real Madrid desangelado. Courtois tuvo que multiplicarse para sostener a su escuadra con hasta tres paradas formidables antes del intermedio tras disparos de Julián Álvarez, Griezmann y Giuliano, pero el gobierno del pleito era colchonero, con De Paul emitiendo un decreto tras otro y un bloque bajo que no supo atacar su adversario.

Los de Ancelotti, exangües, predicaron en el desierto por una mano de Giuliano en el área que Marciniak tramitó absolviendo al hijo del Cholo en una de esas acciones fronterizas, tan sujetas al humor del juez de turno, pero se pasaron el primer acto persiguiendo sombras y carentes de ideas.

Si hubo 'Carlettina' al descanso surtió poco efecto porque el Real Madrid salió de vestuarios con el mismo rostro mustio con el que se metió en la caseta y Courtois tuvo que poner de nuevo el escudo para evitar que otro picotazo de Julián Álvarez redujese las constantes vitales del bloque de Chamartín. Corría más y mejor el Atlético, que además marcaba la diferencia frente a un Real Madrid sin chispa ni ganas. Sin embargo, la soldadesca de Ancelotti se mantenía viva, aunque con respiración asistida.

Aplicó una transfusión de sangre Carletto a su escuadra retirando a Modric, agotado, y a Tchouaméni, condicionado tras ver la amarilla, para reordenar el centro del campo con la entrada de Camavinga y la vuelta a sus orígenes de Valverde, al que Lucas Vázquez recogió el testigo en el lateral derecho.

Los relevos dieron aire a un Real Madrid que fabricó al fin su primera ocasión con fundamento. Robó Camavinga y trazaron la contra entre Vinicius, Bellingham y Mbappé, al que Lenglet placó cuando su compatriota se disponía a retar a Oblak. El penalti, incuestionable, lo mandó al limbo Vinicius. Había marcado los ocho que había ejecutado con la elástica del Real Madrid, pero está negado ante el Atlético.

El susto volvió a embravecer al Atlético, que se había mostrado cómodo hasta entonces aguardando parapetado atrás mientras conservaba la esperanza de soltar el descabello a la contra. Complacía un toma y daca al Real Madrid, que tenía peores armas para establecer un asedio contra una tropa encastillada. El desgaste restaba amarres a la riña y Simeone aceptó que su ejército se descamisase. Entraron Correa y Sorloth, asesinos terminales, después de que Ancelotti diese paso a Brahim, poeta brillante en espacios cerrados y profundo prosista en campo abierto, sin que ninguno fuese capaz de evitar el epílogo de otra prórroga entre dos contendientes acostumbrados a librar batallas interminables.

Sobre el alambre

Descorchó Oblak el tiempo extra con un envío magistral a Correa, cuyo pase de la muerte lo abortó Rüdiger. Se jugaba ya sin ningún tipo de cadenas y la tensión pasaba una enorme factura. Cayeron en combate Mendy, nefasto, y Reinildo, decoroso. No acusaba sin embargo el esfuerzo Valverde, que percutió en territorio comanche con tanto empuje que acabó viéndose como el Llanero Solitario. Vinicius, mientras tanto, persistía en un soliloquio ofensivo y aplicaba la ley del mínimo esfuerzo en el repliegue. El desquiciamiento de Bellingham con el fluminense mostraba una fractura que se hace cada vez más evidente.

Haría bien el '7' en tomar como ejemplos a Valverde y a Bellingham, indesmayables. De su sacrificio y empuje se nutrió el Real Madrid en una prórroga en la que los blancos fueron superiores a un Atlético con menos vuelo que corrió la suerte de siempre en otra tanda de penaltis inmisericorde para sus intereses y feliz para un rey de Europa que está muy loco.

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