Un ejercicio de control devuelve al Milan a la aristocracia europea

El Milan está de vuelta entre la aristocracia europea. Al conjunto 'rossonero', siete veces campeón del Viejo Continente, le ha costado más de una década retornar a los cuartos de final de la Champions, un lugar de honor en el que no estaba desde la temporada 2011-12.

Dista mucho de aquel equipo de relumbrón de principios del siglo XXI, pero su ejercicio de control táctico y resistencia sin excesivo sufrimiento ante el Tottenham en Londres también sirve para estar entre los ocho mejores de Europa.

Frente a la propuesta ofensiva a través de la posesión de su rival, optó por bajarle revoluciones a la disputa y así conservar la mínima pero preciada ventaja de San Siro. Bien replegado, el conjunto 'rossonero' dejó hacer lejos de sus dominios pero protegió con acierto las zonas calientes.

El planteamiento milanista resultó. Apenas sufría y lo cierto es que suya fue la mejor ocasión de la primera parte, mal resuelta por Junior Messias tras una gran jugada de pizarra. Conte torcía el gesto con Romero y Lenglet, dos de sus centrales, amonestados. Más allá de algún centro lateral poco peligro del Tottenham, con una versión discreta de Harry Kane.

El descanso llegó entre el runrún desesperado del Tottenham Stadium, cuyo ardor el Milan había sofocado a golpe de cemento, con muy poco que rescatar de los primeros 45 minutos de juego. La continuación no varió el exceso la pauta y de hecho fue el campeón italiano el que tuvo la ventaja, primero a través del habilidoso Brahim y luego mediante un remate del exuberante Rafael Leao.

Pasaban los minutos para desesperación de la hinchada inglesa pero nada ocurría. Mérito absoluto del impecable ejercicio de control del Milan, que dejó en nada al peligroso dúo ofensivo formado por Kane y Son. Ni siquiera cuando Conte echó el resto con Richarlison el conjunto londinense fue capaz de resquebrajar el planteamiento 'rossonero'. Se volcaron los Spurs sin éxito y la ofensiva final, lastrada por la expulsión de Romero, solo alteró el rictus imperturbable del Milan en un testarazo de Kane desbaratado por la gran estirada de Maignan. El portador del Scudetto es de hormigón armado, sin la fantasía de antaño, pero regresa a la aristocracia europea.

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