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J. GÓMEZ PEÑA
Viernes, 22 de mayo 2020, 18:37
Sentado en el punto de penalti, con San Mamés abrazando su despedida, Aritz Aduriz apenas controlaba las lágrimas. Por las medidas sanitarias contra la pandemia, no había público. Daba igual. La afición no olvidará a un delantero que cabe en esta palabra: leyenda. Símbolo ... del espíritu rojiblanco. «En el Athletic somos una cuadrilla que lucha contra el mundo», definió. «Ha sido un privilegio pertenecer a este club», añadió mientra trataba sin conseguirlo contener la emoción. El desgaste de cadera y el dolor, agudizado por la inactividad en estos dos meses de confinamiento, le han obligado a anticipar su adiós. «Ya no podía ayudar al equipo como yo quería. Pero queda en buenas manos. Ahora lo que tienen que hacer es ganar la Copa y sacar la Gabarra», animó. «El equipo es mejor si yo no estoy». Y no ha dudado. «La alegría de la afición, bien vale mis dos caderas».
A Aduriz, ya con 39 años, le espera el quirófano el sábado 30 de mayo. «No me quedaba otra si quería hacer una vida normal». Saltó al césped con su esposa y sus dos hijas, Yara y Ainhoa. Sus compañeros hilaron un pasillo de aplausos. La Catedral tiene buena memoria. Aún resuena su último gol, la chilena con la que derrotó el Athletic al Barça en el primer partido de esta Liga interrumpida por la pandemia. «Si tengo que elegir uno en mi carrera, que sea ése. En esa esquina estaban ese día mis dos hijas. Ya iban siendo conscientes de lo que hace su aita», señaló mientras se le atragantaba la voz con un nudo de emoción. «No merezco ningún homenaje. Está el campo vacío y ya me parece mucho. Esta afición me ha dado muchísimo homenajes durante todos estos años», agradeció.
Echará de menos a los hinchas, a todos los miembros del club y, sobre todo, «a la cuadrilla», a sus compañeros de vestuario. «Con todos vosotros esto ha sido más fácil... Este viaje increíble. Yo era un niño al que le gustaba el balón. Ni imaginaba jugar un día en el Athletic». Se empeñó en hacerlo. Lloró cuando fue cedido al Mallorca, en aquel vuelo con un «táper con croquetas». Regresó por dos veces para triunfar pasada la treintena. Aduriz es el camino a seguir entre los alumnos de Lezama. «No hay que rendirse nunca. Te caes mil veces y te levantas», aleccionó. «He tenido momentos malos, claro, pero no los he visto así, sino como oportunidades. Si se cierra una puerta, se abre otra».
Se queda con el doble partido de la Supercopa que el Athletic le ganó al Barça de Messi. «Entonces no se le dio tanto mérito, pero nos vamos dando cuenta de su importancia», apuntó. Ahora se va. «¿Cómo quiero ser recordado? Como alguien que ha hecho todo por ayudar al Athletic. Probablemente, muchas veces no he estado a la altura, pero siempre he intentado hacerlo lo mejor posible», aseguró humilde. Aduriz ha sido el puño del Athletic. Su mejor golpe. Su etiqueta. «Prefiero perder por algo en lo que creo que ganar en otro sitio». Puro Athletic. «No hay afición como esta. Tener el respeto y el cariño de esta gente es lo máximo», insistió.
Pero la cadera le ha parado, ya con 39 años. «La clave para durar tanto es que he disfrutado con lo que he hecho. Vivir y hacer lo que te gusta». Su intención era llegar hasta el final de esta temporada. El coronavirus lo ha cambiado todo. «Antes del parón ya estaba mal, pero iba aguantando. Luego, en esos dos meses en casa y pese a haber hecho ejercicios, ha empeorado. El cuerpo tiene un límite», contó. Los médicos no le han dado alternativa. «Para poder seguir haciendo una vida normal tengo que pasar ya por el quirófano».
Se va. Se ha despedido de San Mamés. «Es un día para dar las gracias a todos los que me han ayudado en este increíble viaje». Para darle las gracias a él. Cuando terminó de hablar, sonó el himno del Athletic y sus dos hijas, vestidas de rojiblanco y con el dorsal de su aita, el '20', corrieron a abrazarle, a jugar con él a la pelota. «¿Mi futuro? Ahora tendré tiempo para ser mejor aita y mejor marido». San Mamés ya ha inscrito su nombre entre las leyendas.
Digna de un jugador de leyenda. Así ha sido ladespedida de Aritz Aduriz como futbolista profesional. Pasadas las 17.00 horas comenzaba a sonar el himno del Athletic y el donostiarra -camisa blanca, vaqueros y deportivas- saltaba por última vez al césped de San Mamés acompañado de su mujer y sus dos hijas, ataviadas ambas con el equipaje del Athletic. Sobre el terreno de juego le esperaban sus hasta ahora compañeros que, con la camiseta rojiblanca y mascarilla, le han dedicado un pasillo y una prolongada ovación.
A continuación se ha dirigido hacia el fondo norte, donde estará ubicada la futura grada de animación, y allí, en el punto de penalti, había una silla reservada para el protagonista. El resto de presentes en la despedida, con el presidente Aitor Elizegi a la cabeza, se han sentado más allá del área, guardando la necesaria distancia. Y antes de responder a las cuestiones de los periodistas, un emocionado Aduriz ha podido visionar un vídeo con 20 -su número- de los 172 goles logrados con el Athletic.
Una hora después, a las seis de la tarde, se ponía punto y final al acto. Aduriz, abrazado de nuevo por sus dos hijas -una de ellas hasta se ha atrevido a lanzar un penalti al más puro estilo de su aita- se convertía ya en leyenda del Athletic.
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