«Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial. Y al Diego -por Maradona- desde el cielo lo podemos ver, con don Diego y La Tota, alentándolo a Lionel». Es un fragmento de la canción compuesta por La Mosca Tsé-Tsé, agrupación musical argentina, que ha hecho vibrar a todo un país. Un estribillo que este domingo no paró de sonar en el bar Tendido Cinco del barrio donostiarra de Gros, donde cientos de albicelestes residentes en Donostia festejaron la victoria de su selección en la final ante Francia.
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«Siento una ilusión tremenda, estoy eufórico», reconocía entre lágrimas Sebas Portunato, argentino de 35 años afincado en la capital guipuzcoana desde hace dieciocho. «Llevo una semana con el corazón encogido, con ansiedad. No podía más y solo quería esto, el pueblo argentino quería esto, carajo», añadía visiblemente emocionado. «Para mí es el primer Mundial que ganamos y vivirlo de esta manera y en este bar rodeado de nuestra gente es una pasada. El grupo Argentinos Unidos de Facebook ha conseguido crear un escenario mágico».
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Para Belén Cherubini y Romina Rodríguez, de 32 y 35 años respectivamente, también es su primera Copa del Mundo. «Es una emoción indescriptible», expresaban al unísono. «Para nosotras, que tenemos poco más de 30 años, es la primera vez vivimos algo así y estamos muy emocionadas», explicaban. Según ellas, residentes en Euskadi desde hace 9 y 5 años, «al estar lejos de nuestro país los sentimientos se multiplican y lo hemos pasado muy bien», cuentan. «En el Mundial de Brasil es cuando yo vine a vivir aquí y en todo este tiempo lo que he podido comprobar es que Argentina está en todas partes», concluía Cherubini.
Luz Gómez, por su parte, fue una de las tantas niñas y niños que, vestidos de celeste y blanco de arriba a abajo, alentó sin parar un solo instante a la selección de Messi y compañía. «Lo he vivido intensamente y con muchos nervios durante el partido porque sabíamos que Francia era un hueso duro de roer y que no nos lo iba a poner fácil. Al final terminamos sufriendo para mereció la pena», subrayaba antes de irse a festejarlo junto a su familia en una cena multitudinaria.
Por último, Silvana Bassetti y Aitor Eyheraguibel tuvieron que respirar hondo y esperar varios minutos para poder bajar pulsaciones y atender a este periódico debido a la emoción. «Me lloré todos los goles, sufrí después y ahora estoy llorando otra vez», relataba Bassetti, nacida en Rosario -como Messi y Di María- hace cincuenta años. «Esto es una pasada. Desde que en 1986 ganamos la primera hemos perdido tres finales», decía Aitor, rosarino de 49 años. «Pero ahora hemos podido sacarnos esa espinita que teníamos clavada de la mejor forma posible», continuaba antes de aventurarse a declarar que «ganar este Mundial tiene todavía más valor para nosotros que estamos aquí en Euskadi, lejos de nuestro país que tanto echamos de menos».
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En definitiva, tarde de auténtica fiesta en la que los corazones de todos los argentinos se tiñeron de celeste y blanco para arropar a un combinado que ya tiene su tercera estrella grabada en el pecho. Con bengalas y cánticos, la fiesta se alargó.
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