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«Es una frustración que llevaré encima de por vida». Félix Burgui (Ujué, 63 años) ejerció durante 17 años como ojeador del Athletic en Navarra. El técnico suspira cuando evoca sus gestiones para que el Athletic fichara a Mikel Merino. Dice que por cuatro millones ... habría llegado a Lezama. Fue rechazado por el club rojiblanco, presidido entonces por Josu Urrutia y bajo la dirección deportiva de Amorrortu. Unos años después, y con las mismas personas al frente de la entidad rojiblanca, intentó que se pagaran los dos millones de la cláusula de rescisión de la gran perla de la cantera de Osasuna, Aimar Oroz. Otro no por respuesta. «Ofrecí a Merino y a Oroz por un total de seis millones y no les quisieron.Si se hubiera puesto ese dinero, hoy estarían en Lezama», lamenta.
Burgui fue despedido en 2019 por Rafa Alkorta. «Me dolió irme del Athletic y las formas en la que se produjo», masculla, aunque rechaza ir más allá. En esas casi dos décadas rastreando en Navarra fue una figura clave en los fichajes de Javi Martínez, Iker Muniain e Iñaki Williams, entre otros. «Las primeras operaciones fueron los fichajes de Ekiza e Iñigo Pérez en 2002. Recuerdo que Ernesto Valverde (entonces segundo de Andoni Zubizarreta) vino a hablar con sus familias».
«El niño de mis ojos. No he visto otro jugador como él», se rinde admirado. «Era un crío y junto a su amigo Eguaras (hoy en el Almería) los llevamos a un torneo en Güeñes».Tenían 12 años y jugaban en el Txantrea, club convenido rojiblanco.
En septiembre de 2004 Fernando Lamikiz gana las elecciones en el Athletic. «El mismo día aviso de que a Iker lo querían el Barcelona y el Espanyol y que además el Barça había tenido una reunión con el padre de Iker en el hotel Ciudad de Pamplona. Apenas un par de días después ya estaban aquí para firmarle.Vinieron Noriega, el difunto Koldo Asua y Blas Ziarreta».
No sólo había despertado interés fuera de Navarra. «Osasuna también le quería». Burgui recuerda al joven Muniain como un imán de ojeadores. «Lo difícil es detectar talento en otros. A Iker todos le veíamos y había una gran pelea por quedarse con él. Por suerte, se lo llevó el Athletic».
Fue su operación de mayor envergadura económica, seis millones de euros, un enorme riesgo por un joven que ni siquiera había debutado con Osasuna. «La primera vez que le vi fue en el campo de la Txantrea. Tenía 15 años, pero jugaba en juveniles en Liga Nacional. Doy el parte a Txema Noriega (entonces al frente de Lezama bajo la presidencia de Lamikiz) y le ven jugar en Mallona ante el Danok Bat». Les encanta.
El seguimiento se intensifica y el Athletic se lanza a por él. «Era un riesgo. El club cobraba entonces ocho millones de la televisión y costaba seis». Pero el Athletic arriesga. «Lamikiz se fiaba mucho de mi criterio», mantiene.
Noriega se reúne con la madre del jugador en su localidad natal de Aiegi. «No quería que fuera al Athletic porque decía que se había tratado mal a su hermano Álvaro (que había estado antes en Lezama), pero le convenció nuestra oferta».
«Jugaba en infantil en el Club Natación. Le vi seis partidos.Me encantó porque era diferente. Se plantaba ante el portero veinte veces y decidimos incorporarle al Pamplona (club convenido)», evoca Burgui.Junto a él está sentado Juan Luis Gómez, entonces director deportivo del Pamplona. «Es él quien me da el chivatazo sobre Iñaki», recuerda.
Williams comienza a dar pasos hacia adelante en el Pamplona. «Lo llevé unas quince veces a entrenar a Bilbao cuando era cadete y primer año de juvenil.Les decía que lo ficharan, pero no se animaban a dar el paso», dice Burgui.
El delantero se queda en Pamplona. Su agente, Félix Tainta, llama al club y «nos dice que tiene ofertas de Osasuna, Zaragoza y Numancia», entonces enPrimera, dice Gómez. «No le dimos la baja. Lo retuvimos: se lo querían llevar a Osasuna o Zaragoza. Hablamos con Amorrortu y nos dijo que no le veía para ir al Athletic, pero insistían en querer irse», zanja Pérez. «El Athletic le mantuvo aquí y a final de temporada me comunican que se lo llevan. Había metido un montón de goles».
Luego llegó al turno de su hermano Nico. «Le fichamos para el equipo de futbito del Pamplona, pero el año que Iñaki fue al Athletic, se marchó a Osasuna. Al año siguiente Amorrortu le fichó y reunió a toda la familia en Bilbao».
«Entonces atacábamos con tiempo, como se hizo con Oihan». Burgui se refiere a Sancet, una operación en la que intervino, pero lideró Kike Mayayo, coordinador de los ojeadores en Navarra.
El mediopunta brillaba en la cantera de Osasuna, a la que había llegado con 10 años. Tenía 15 y era cadete cuando el Athletic se dirigió a él. En esa edad, los progenitores de los jugadores son libres para decidir su destino y con esa intención abordó el club rojiblanco a la familia del navarro.
Pero se encontró con un problema. «Osasuna le hizo firmar un documento en cadete B.No tenía incidencia jurídica ninguna, pero está firmado y podía ser un engorro». Más en un club que tenía reciente el 'caso Zubiaurre'.
Se opta por la solución negociada. «Amorrortu se reúne con Petar Vasiljevic (entonces director deportivo de Osasuna) en el hotel Lakua de Vitoria y se llega a un acuerdo de traspaso y con pago si llegaba al primer equipo. Fichamos a un gran jugador».
El chasco que peor lleva es no haber fichado a Mikel Merino, jugador de la Real Sociedad e internacional con España. «Puse en un informe 'pagar cuatro millones: el mejor que ha salido en Tajonar después de Raúl García'. Entonces cobraba 134 euros en Osasuna». ¿Y qué le respondieron? «Que tenían a Vesga. Tener a uno no te impide fichar a un buen jugador».
«Era juvenil. Sería en torno a 2015. Osasuna no tenía un duro», añade. «Me gustaba todo de él. Era muy completo. El Dortmund vino a verle. Les avisé de ello. Insistí en una reunión 'hay que ficharle'. Osasuna estaba en una situación económica delicada. Nos hubiéramos llevado a Olabide (ya retirado) y a él por 4 millones». El Athletic no se decidió y en febrero de 2016 fue traspasado al club alemán por 5 millones.
Es su último intento. «Tenía unos 18 años». Le encantaba aquel centrocampista espigado. «Koldo Asua y yo nos reunimos con su padre en el hotel Handia de Orkoien y nos dijo 'nos gusta vuestro proyecto en la globalidad por los estudios, la residencia y el modelo deportivo, pero tenemos el hándicap de que hay que pagar dos millones de cláusula'».
Burgui no tiene capacidad ejecutiva y acude a la dirección de Lezama para recomendar que se ponga ese dinero. «Nos dijeron que no lo veían». Poco después debuta con Osasuna y se convierte en la joya de su cantera.
«Estaba hecho, pero alguien metió la pata en Lezama con un error administrativo que nos dejó sin él». Kike Barja, extremo de Osasuna, tenía 15 años, jugaba en el cadete B rojillo y su familia había aceptado que fuera al Athletic.
Pero «alguien en Lezama le inscribió en un torneo en Qatar sin acabar la temporada cuando aún tenía ficha de Osasuna y su club se dio cuenta». Logró convencerle para que se quedara. «Yo mismo en persona fui a devolverle el pasaporte a su casa».
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