El Unión tropieza en un duelo directo

Lo cierto es que al principio del choque se notó mucho el hecho de jugar sin público. Esa sensación de vacío se trasladó al verde y hubo muy poca intensidad y menos llegadas. No ocurrió nada reseñable. Eso sí, la afición verdinegra se hizo notar animando sin parar desde las inmediaciones del estadio, con gente subida por las paredes y en árboles que trató de empujar a los suyos en una cita tan importante.

El primer equipo que apretó fue el Real Unión. Antón Escobar tuvo dos ocasiones clarísimas, encontrándose en la segunda con un inmenso Sergi Puig. Pero el Sestao River reaccionó y supo convertir la primera acción de peligro que dispuso, tres minutos antes del descanso. Leandro Martínez se aprovechó de una mala salida de Irazusta para hacerse con el cuero en el área y empujar el balón al fondo de las mallas.

Todo se le ponía muy cuesta arriba al conjunto txuribeltz en un encuentro trascendental por la permanencia. Y el equipo supo reaccionar. El Real Unión igualó la contienda cuando sólo habían transcurrido diez minutos de la segunda mitad. Marcos Luna puso un centro raso desde el costado derecho que no desaprovechó Álex Cerdá para hacer el 1-1. Todo volvía al punto inicial y quedaba por ver cómo se desenvolvían en esta nueva tesitura.

El cuadro local estaba más atinado y parecía estar más cerca de la victoria. Su insistencia tuvo premio. En el minuto 73, Montoro cometió un penalti sobre Ibai Sanz que transformó Leandro disparando al medio. No fue la única pena máxima a favor de los verdinegros. Siete minutos después, Iván Pérez derribó en el área a Gorka Garai y esta vez el encargado de lanzar el penalti fue Ibai Sanz. También anotó para sentenciar definitivamente el choque.

El Real Unión al menos demostro en el tramo final de partido tener carácter y personalidad para volcarse hacia la portería contraria y generar situaciones de peligro. Fueron varias las embestidas de los fronterizos en esos minutos finales, con un larguero incluido, pero esta vez el acierto no acompañó y en el viaje de vuelta reinaron las caras largas y la preocupación. Habrá que seguir remando hasta el final.